Hasta principios de los años noventa del siglo XX, Sudáfrica frecuentaba con asiduidad las noticias en los países europeos, al menos en España, debido a la vergonzosa segregación racial (apartheid). Esta política de separación supuso el aislamiento internacional por parte de Sudáfrica, incluso llegó a ser excluida de los Juegos Olímpicos entre 1964 y 1992. Todo cambió cuando el presidente sudafricano Frederik de Klerk liberó a Nelson Mandela y dio los primeros pasos para terminar con la política de segregación racial, que llegaría a su fin en 1994.
El fin del apartheid trajo consigo la igualdad ante la ley entre negros y blancos, pero dicha igualdad ha demostrado ser más teórica que real. Desde el final de la segregación racial, la población blanca ha ido disminuyendo paulatinamente, lo que se ha llegado a denominar El Gran Trek (emigración que se produjo desde la zona sur de Sudafrica hacia el interior a mediados del siglo XIX, tras la ocupación de dicha región por los ingleses) al revés. Algunas fuentes hablan de dos millones de sudafricanos blancos que han abandonado su país desde mediados de la última década del pasado siglo. En un principio los destinos preferidos eran países de hablan inglesa, aunque recientemente Rusia ha anunciado que acogerá a un importante grupo de granjeros sudafricanos.
Son varios motivos los que han llevado a los blancos sudafricanos a abandonar su tierra, el primero de ellos posiblemente haya sido la violencia. Más de 30.000 blancos, en su mayoría granjeros, han sido asesinados desde el final del apartheid. La seguridad ciudadana ha empeorado considerablemente en Sudáfrica y la población blanca ha sido la más perjudicada.
A esta violencia, que ha ido en aumento en las últimas décadas, habría que unir las expropiaciones de tierras propiedad de los granjeros blancos y las medidas de discriminación positiva que los distintos gobiernos han ido implementando en favor de la mayoría negra. Incluso el presidente norteamericano Donald Trump se ha hecho eco de la última expropiación de tierras y ha mostrado su preocupación en uno de sus tuits. Por supuesto, la mayor parte de la prensa española o bien ha soslayado la noticia o ha aprovechado el comentario de Trump para dedicar nuevas invectivas al presidente de Estados Unidos en vez de analizar si la medida es adecuada o desproporcionada.
Da la sensación que nuestra civilización occidental, tan políticamente correcta y tan bienpensante, acepta que la minoría blanca de Sudáfrica deba pagar por lo que sus antepasados hicieron a los pobladores negros, aunque quienes ahora sufren actos de violencia y se ven obligados a abandonar la tierra que les vio nacer no tengan la culpa de las injusticias de siglos pasados.