Revista Opinión
Soberbia de yegua herida.
El pasado domingo se eligió en Argentina gobernador de la provincia de Córdoba, acabando con ello la ronda de comicios locales previos a las elecciones presidenciales de octubre. En ellos, la oposición ganó e intentó cambiar la percepción ciudadana de que, ya está todo decidido. Según los sondeos, los tres resultados de estas semanas pueden haber sido para Fernández de Kirchner tres derrotas camino del triunfo final. Pero, el próximo 14 de agosto, en las elecciones primarias, Cristina Fernández quiere demostrar que aún posee más de 40 % del voto y que el resto de candidatos no logrará superar el 30 %, con lo que lograría revalidar la presidencia en primera vuelta. Pero ¿está tan segura la actual presidenta?
“A la soberbia (sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato despectivo y desconsiderado hacia ellos) –escribe Raúl Acosta, en Argenlibre, en una crítica despiadada de la soberbia de Cristina Fernández en las elecciones primarias 2011–, se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del yo o ego. Por ejemplo, una persona soberbia jamás se ‘rebajaría’ a pedir perdón o ayuda… El séptimo pecado capital, defecto del diablo, destruye, individualmente, el diálogo, la conversación. Socialmente puede destruir los grupos, acaso, las civilizaciones…
“El peronismo de territorio, no de funcionarios, tan acostumbrado a convivir dentro de una bolsa de gatos, no logra acomodarse al mandato del gobierno nacional. La soberbia como escudo, para no aceptar los sopapos, más que orgullo por la pertenencia es lo que corresponde: suicidio. Es soberbia la de Alberto Fernández, verdadero compendio del tránsfuga, para sostener que lo suyo es, hoy, bueno, positivo. Como también es soberbia la de Aníbal Fernández, aceptándose capaz para el discurso político. Aníbal trae el escupitajo como lenguaje. Muy soberbio es Timerman (hijo) creyéndose apto para manejar las Relaciones Exteriores de Argentina. Soberbio es Boudou, al ignorar aquello que el cura, muy sabio, aconsejaba rechazar: ‘abandona todo aquello que te excede’. Raro, su origen ideológico está mas cercano al “tomismo” de lo que alardea. Soberbio es Kunkel sintiéndose actor de la realidad… Es soberbio Moyano, también la Carrió (ah, ella si que, por leer a Santo Tomás, debería sosegarse)… Sus perfomances no han sido buenas en ninguna circunscripción electoral”.
Raúl Acosta insiste en que el peronismo es soberbio. Y asegura que “si la señora CFK es un político de raza, debería saber que Perón dijo lo suyo desde una posición de fuerza, de poder. Con el 60, acaso el 70 por ciento de intención de todo, luego, efectivamente, votos. Pero Perón insistía: entre todos o no lo arregla nadie... El país está yéndose por la alcantarilla mientras sigue de fiesta y sobra la platita. Debe concluirse que Cristina Fernández de Kirchner no es una discípula del mejor Perón, el que vino descarnado a dar un mensaje de unidad. No es alumna. No es peronista. Es soberbia. … CFK ha perdido el relato, le queda el discurso. El discurso puede, acaso deba ser soberbio. Resulta cada día más parecido a la desesperación. Tal vez la soberbia se encuentre en su modo de ser. Aquel cuentito de la rana y la índole del alacrán ¿si?... La señora teme a sus enemigos del 2015. Quiere limpiar a los de octubre. Alguien debería decirle que no fue Rossi, no fue Filmus. Fue ella. Alguien debería decirle que la soberbia es mala y, demasiada soberbia, más malo todavía”.