Antes, la frase fue: «aquel que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra». Ahora, debería ser: «¿quien tiró la piedra?».
Y con razón; en este mundo se busca culpables antes que responsables. Al menos así parece ocurrir en mi país, donde ante los males que lo aquejan, es más sencillo acusar que actuar. La razón es sencilla: quien señala con el dedo, no puede ser un sospechoso. Es una lástima que tengamos una sola oportunidad para ocuparnos de nuestros problemas y cien excusas para no hacerlo.
De ese modo, pronto nos encontramos con un dilema: si la sociedad es cómplice, ¿quien es su instigadora? ¿Habrá alguien que reclame autoria en la compleja conspiración que hace que al hombre común, en su devenir diario, las cosas le vayan de mal en peor? Si reducimos la discusión a un conflicto entre victimas y victimarios, siento que nos estamos perdiendo de mucho. El individuo no debería ser solo parte de la red de cuestiones de la vida. Existen demasiadas fuerzas en este mundo para creer que solo nuestro poder de decisión es la regla de oro.
Con todo, me siento tranquilo. La propia imperfección del ser humano es de por si algo concreto a lo que podemos aferrarnos. -«A ti te falla la fe», fue la velada acusación que cierto religioso me hizo, al escucharme decir que no tengo religión. Su respuesta me pareció extraña: ¿como puedo carecer de ese Don, si como tantos otros, lo uso en mi existencia diaria? Necesito fe para plantar una semilla y esperar a que crezca el árbol. La practico cuando me levanto cada mañana para vivir mi ansiado día. No la pierdo por verme cuestionado en mis principios; al contrario, se enriquece al entender que no todos pensamos igual. Incluso podemos tener fe sin Dios; ¿o porque piensan que el Budismo es una de las religiones más extendidas del mundo?.
Cómplices, culpables, responsables… a veces pienso son parte de una Rueda de la Fortuna, de la cual todos podemos ser testigos, jueces y partícipes.
