La lucha por transferir herencia genética a la siguiente generación ha condicionado socialmente al ser humano, que continua de esa forma atado a la gleba de sus propios genes. Los genes hablan y comandan desde la taimada trastienda interior de cada uno con una voz profunda y convincente que es también la voz de nuestros antepasados.
Los bonobos son una especie de simios mayores dominados por las hembras y que prefieren hacer el amor y no la guerra.
Tienen algunos científicos un interés por estudiar la evolucion, de comprender las raíces con las que, tal vez, se pueda llegar a entender más al homo sapiens sapiens, sus instintos, sus maneras de reaccionar frente al grupo y a los otros, sus motivaciones internas o instintivas. Para ello recurren a dos frentes: unos procuran extraer a partir de los fósiles encontrados conclusiones sobre la conducta de los antiguos homínidos, tarea que demanda extrapolar las conclusiones obtenidas a partir del más nimio detalle a toda la población. La otra corriente procura hecerlo mediante el estudio de la conducta de los grandes grupos de simios; desde ahí, estudiando el comportamiento en la selva o en el zoológico los científicos pretenden llegar a explicar el presente de la raza humana con los hallazgos que pudieran obtener del estudio de la conducta de los monos. Un punto importante lo será descubrir cuál género de simios es el que corresponde a nuestros antepasados, hasta el momento no ha sido posible determinarlo.
Del estudio de grupos de chimpancés, gorilas y orangutanes se han encontrado rasgos muy presentes en los homo sapiens actuales como la violencia, el infanticidio, la testosterona desbordada, el dominio de los machos, las luchas con los grupos externos.
Apenas en 1929 se descubrió la existencia de una especie nueva de simios africanos: los bonobos (pan paniscus) , en realidad, más que descubiertos fueron considerados a partir de ese momento como una especie aparte del chimpancé al que hasta entonces se encontraban confinados; estos monos –similares a los chimpancés, pero más pequeños- presentan unas costumbres completamente distintas a la de los grupos de simios mayores; para empezar son las hembras las que dominan, los machos permanecen durante toda su vida bajo el dominio de sus madres y de la hembras dominantes de la manada, tienen, como los humanos, una separación parcial del celo y de la reproducción y utilizan la actividad sexual para múltiples propósitos, incluso, según creen algunos primatólogos, para obtener placer.
En caso de que dos monos adultos entren en conflicto, en vez de atacarse mutuamente, algunas veces hasta provocarse serias heridas o la muerte como lo harían el resto de los grandes simios, recurren a sus respectivas madres para que ellas resuelvan el conflicto con esa proverbial afección por la paz de las hembras; los miembros de una manada se enfrascan sin el mayor problema en actividades sexuales, incluso como forma de acercarse entre distintos grupos y de resolver los conflictos, así, siempre prefieren un restregón que una pelea. Se podría decir que proclaman aquello de haz el amor y no la guerra. Tampoco se han observado de una forma tan común como en otros grupos de simios, casos de infanticidios; según escribe Frans de Waal , el reconocido zoólogo holandés, en el artículo “Bonobo: sex and society” , publicado en una edición especial de la revista Scientific American (http://www.scientificamerican.com/), esto se debe a la alta posibilidad de que esos cachorros puedan ser, dado la gran promiscuidad imperante, hijos de cualquiera de los machos; (situación distinta a lo que sucede en los grupos de gorilas y chimpancés en los que los machos alfas son los padrotes de más del 80% de las crías) y no sería evolutivamente conveniente que un macho elimine a una cría que pudiera llevar su propia herencia genética.
De esta manera , los bonobos, dominados por las hembras y alejados de las prácticas violentas de los otros simios, conforman un grupo aparentemente idílico mayores, que pasan gran parte del tiempo enfrascados en vigorosas actividades de índole sexual, incluso entre especímenes del mismo sexo. La pregunta es : ¿Sería sensato, entonces, pensar en la posibilidad de que el homo sapiens pudiera derivarse de estos simios hippies? Me temo que no, según De Waal, la base de los grupos de homo sapiens radica en el pacto de fidelidad a cambio de alimento, -como el que practican la mayoría del resto de los simios-; se trata de asegurar que los recursos limitados del macho no se utilicen en el mantenimiento de crías ajenas, es decir que no sean genes ajenos los que sobrevivan a costa de mis recursos y de mis genes; esta premisa condiciona toda la conducta del homo sapiens como animal social.
El esquema de los bonobos con su promiscuidad, con la falta de seguridad que tiene el macho sobre cuáles crías portan su herencia genética, dice el profesor De Waal, está completamente opuesto al de los homo sapiens sapiens. Los humanos en su búsqueda por saber quienes son sus crías no pueden dejar el sexo a la libre, deben limitarlo con ideas y tabués que les permitan tener la seguridad de que están invertiendo sus recursos en el futuro de su propia herencia genética.
Publicado también en La Bitácora del FaroTuerto sobre este tema:
“Las virtudes de la promiscuidad” en: http://heribertorodriguez.blogspot.com/2005/08/virtudes-de-la-promiscuidad.html
Actualización: una interesantísima entrevista con Frans De Waal en Der Spiegel (está en inglés):
http://service.spiegel.de/cache/international/spiegel/0,1518,433327,00.htmlLa Bitacora del Faro Tuerto www.heribertorodriguez.blogspot.com