La sociedad digital de la que formamos parte está sin duda condicionando nuestra forma de conocer, de producir y de relacionarnos con los demás. Esto es un hecho innegable, característico de un tiempo en que todo parece ser digitalizado o susceptible de ello. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación no solo transforman de una manera radical nuestra manera de acceder a la información, de conocerla o procesarla, sino que son creadoras de nuevos contextos y entornos virtuales capaces de propiciar una infinidad de experiencias vitales hasta el momento impensables. El ser humano, su propia naturaleza, se ve sujeto ahora a la necesidad de desarrollar nuevas estrategias adaptativas para desenvolverse y crecer en estos entornos virtuales cada vez más extendidos y profundos. Dice Ortega que llegará un momento en que ya no sepamos distinguir nuestra verdadera naturaleza de esta sobrenaturaleza artificial y digitalizada que cada vez se nos vuelve más necesaria.
El nuevo número de la Revista Ábaco, La sociedad digital, en el que tengo el placer de colaborar con mi propuesta sobre los límites y poder de la tecno-ciencia en las sociedades nihilistas, contribuye a aclarar las consecuencias del impacto de estas sociedades digitales en nuestra vida y constitución. Es verdaderamente apasionante adentrarse en los estudios que investigadores y profesores de diferentes disciplinas realizan con el fin de analizar, valorar y enjuiciar la situación del ciudadano actual, inmiscuido sin remedio en los entornos virtuales que cada vez, como digo, van reemplazando a los entornos reales. No faltan, en este sentido, los discursos que nos advierten de algunos de los peligros derivados de la proliferación de las TIC en la sociedad, y especialmente, en el contexto educativo. Como afirma la profesora María Aquilina Fueyo Gutiérrez, algunos de estos peligros están propiciados por el imperialismo de cierta ideología que, al servicio de los poderes económicos, legitima el uso acrítico e indiscriminado de las TIC al tiempo que favorece peligrosamente la adaptación del sistema educativo a las exigencias de estas nuevas tecnologías: "la introducción de las TIC en todos los ámbitos de la sociedad viene acompañada de un marcado discurso tecnofílico, diseñado y orquestado por intereses comerciales y económicos. Dirigido en primer lugar a los potenciales usuarios, este discurso presenta a las TIC como elementos esenciales de progreso que solucionarán los principales problemas y deficiencias de nuestras sociedades incluidos, por supuesto, los existentes en el ámbito educativo en el que se revelan como herramientas portadoras per se de innovaciones y ventajas sin límite." (Comunicación y educación en los nuevos entornos: ¿nativos o cautivos digitales?, p.23)