La sociedad necesita líderes dispuestos a poner su granito de arena en la construcción de un mundo mejor del que se encontraron. Una sociedad es mejor cuando está más integrada y cohesionada; cuando la creciente diversidad genera complementariedades y aprendizajes; cuando ofrece más oportunidades de progreso social a más personas, y cuando se fomentan las relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo.
La sociedad necesita... buenos ciudadanos
La regeneración del tejido social, tiene por tanto su epicentro en la mejora de las decisiones y conductas que realizamos los ciudadanos, especialmente de aquellos que ejercen más influencia sobre los demás. Las conductas son decisiones libres que se toman en función de diversos factores dependiendo fundamentalmente de la calidad del estado de conciencia de las personas. Pero, junto a los elementos que configuran la calidad intrínseca de las personas, estas conductas vienen también condicionadas, en mayor o menor medida, por el contexto en el que se vive.
Por contexto entendemos las circunstancias de la sociedad, el contenido de los trabajos, la familia, la inspiración que recibimos o no de otros, etc. Hay contextos que sacan la peor versión de uno mismo y otros que actúan justo en la dirección contraria.
Los contextos son "sistemas" de refuerzos que acaban influyendo en la conciencia (ese elemento crítico para la buena toma de decisiones) y por tanto en el perfil de las conductas de los individuos.
Por calidad intrínseca de las personas entendemos la fuerza y predisposición de una persona para promover el bien común, tanto con su inteligencia como con el corazón y la voluntad. En parte, el papel de la conciencia es iluminar y activar esos tres elementos para crear interdependenciasque favorezcan la construcción de "tartas" mayores y mejor distribuidas.
Por eso, aquellas personas que pretendan regenerar el tejido social han de ocuparse tanto de la mejora del contexto como del fortalecimiento de la calidad intrínseca de las personas.
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Hay un pulso épico, ético y estético entre la fuerza y el sentido (funcional o disfuncional) del contexto y del interior de las personas. Un contexto disfuncional en personas con poca calidad intrínseca se retroalimenta de manera peligrosa degradando a la sociedad. Un contexto sano y un número creciente de personas con calidad intrínseca, auguran una sociedad sana, progresista y sostenible. La sociedad necesita este tipo de personas.
Ese pulso entre contextos y calidad de las personas es el que decidirá la batalla entre la proporción de bien y mal que tendremos en la sociedad, en las empresas y en la economía. Decidirá el mundo que heredarán nuestros hijos y nietos.
Nos interesa crear contextos e interiores de las personas que impulsen, entre otras cosas, la mejora de las relaciones entre las personas y la mejora de la confianza y el respeto mutuo. Necesitamos conductas que hagan posible "coser" las desintegraciones y desestructuraciones de nuestras ciudades, empresas y familias.
En este sentido, las nuevas tecnologías han provocado un cambio sustancial en el contexto en el que las personas tomamos decisiones libres. Hacen que la huella (digital) que dejamos las personas a lo largo de nuestra vida contenga una información más amplia y más "pública" sobre quiénes somos y sobre lo que hacemos. Ello tiene algunos aspectos positivos. Destaquemos al menos uno.
La huella digital
La huella digital podría añadir algo más luz sobre quiénes son de "verdad" las personas con la que nos cruzamos en la vida y debería incentivar el ser mejor persona (o al menos tener mejores conductas) con fórmulas evolucionadas de los ratings que hoy utilizamos en Airbnb, ebay o mytaxi. Ya sabemos que un mejor rating trae ventajas tangibles y hace que compense el esfuerzo por hacer las cosas mejor.
Las conductas deshonestas requieren de un cierto grado de anonimato para que les sean "rentables" a sus autores. El mal vive de la mentira. La mentira requiere de la oscuridad y del ocultamiento. Por eso, la mayor trasparencia sobre quiénes somos y cómo actuamos podría actuar como un sistema de refuerzo de conductas generando más refuerzos positivos a las buenas conductas y viceversa.
Sería estupendo que la opción personal y libre de ser mejor persona estuviera además incentivada y estimulada por las reglas de juego con las que se rigen los contextos en los que vivimos.
El insigne médico-humanista Gregorio Marañón gustaba de recordar que en la vida acaba siendo más importante la bondad que la inteligencia. Lo interesante es hacer que ambas realidades se refuercen entre sí de manera positiva y que más personas se propongan crear en su interior ese círculo virtuoso.
Realmente la sociedad necesita cada vez más líderes y ciudadanos que se propongan conseguir en sus vidas una relación simbiótica entre inteligencia y bondad. Para ello hemos de generar contextos y personas cuya influencia nos inspire a seguir pautas de conductas más inteligentes y más cercanas al bien común.
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El bien común
El bien común se sirve mejorando la calidad de las relaciones entre los actores que habitan un ecosistema. Las relaciones han de estar presididas por el respeto a la diversidad y la confianza en la convergencia de intereses.
Hemos de fabricar más ideas y estímulos que hagan posible esa casi utopía, hemos de afilar nuestra capacidad de influencia en el contexto, y sobre todo hemos de aprovechar la travesía de la vida para ser cada día mejores personas, para sacar de nuestro interior la mejor versión de nuestra cabeza, corazón y voluntad.
Si lo conseguimos es muy probable que nos convirtamos en imanes de buenos negocios, que generemos un entorno con valores, y que tengamos la oportunidad de realizar nuestra travesía en la vida con buenos socios.