La episteme aparece como el marco de saber acorde a determinada verdad impuesta desde un poder. Michel Foucault. Las palabras y las cosas. 1966.
El presidente no se equivoca. Así se decía antes y ahí se dice ahora nuevamente. Lo más parecido a los años por venir, es el anquilosado PRI de las décadas setentas y ochentas del siglo pasado. La tradición cortesana de la época exigía a los vasallos completa (y abyecta) fidelidad. La naturaleza de los actos políticos nunca podrán ser morales, porque llevan implícito la solicitud expresa de corresponder en las urnas la dádiva o el beneficio de una concesión, privilegio o la impunidad que se concede a los amigos de un régimen político.
El presidente Andrés se divierte con sus juegos maniqueístas, a ratos hace berrinches, enseguida se vuelve gentil y condescendiente, más tarde, (en un ciclo bipolar infinito) volverá a su estatus beligerante como mecanismo de autodefensa a la compulsa entre sus palabras y los hechos tangibles de su gobierno. Es como estar atrapado en un sueño y querer despertar de un coma. Las vicisitudes por las que pasa el país se han vuelto tan cotidianas que nada es perturbador, nos hemos acostumbrado a no sorprendernos.
Y es que después del rechazo a su fallida reforma energética el presidente ha dictado nuevas leyes, nuevos decálogos de comportamiento, ahora pretende cambiar el paradigma, arengar a las masas para que insulten, señalen y juzguen a los traidores a la patria por oponerse a los “intereses superiores” del país. o sea, cualquier diputado enemigo que osare profanar con su planta el suelo sagrado del recinto legislativo para votar en contra de los designios del patriarca, deberá saber que en los sucesivo, las cosas serán muy diferentes.
Casi sin pensarlo, Andrés Manuel López Obrador hizo llegar su propuesta de reforma electoral al congreso de la unión, la iniciativa de marras contempla algunos artículos constitucionales y otros transitorios que habrían de modificarse para tranquilidad del venerable. Hasta le dio tiempo para organizar un destape previo a la sucesión presidencial, obviamente con toda la malicia del mundo se aprovechó de una circunstancia, el mexicano es mamporrero por naturaleza. Los hay desde quitapelusas y tiralevitas hasta zascandiles.
Aprovechando que tenía casa llena en su conferencia matutina de prensa, el presidente se apresuró a preguntarle a los diputados como veían al secretario de gobernación Adán Augusto López Hernández, ante la confusa insinuación los legisladores anticiparon la respuesta, la ovación fue inmediata y grotesca, “el caballo negro” -dijeron algunos. La verdad es que si el presidente ya desechó la idea insulsa de reelegirse, al menos piensa dejar como sucesor un personaje idéntico a él. No se le conocen dotes de estadista al don Adán, incluso, casi no se le conoce la voz. Pero ya conocemos a su “alteza serenísima”, para él no hay imposibles.
Cuál Zenón tratando de explicar a Parménides, Andrés Manuel se anticipa, advierte que posiblemente los malditos traidores a la patria lo volverán hacer, votarán sin razonar movidos por una mezquina obligación de intentar agotar a la cuarta transformación. Como en aquella famosa carrera que nunca existió, el presidente emula al héroe Aquiles persiguiendo una tortuga a la que le dio ventaja, siempre que cree alcanzarla ya se ha movido. Solo él y sus fanáticos creen que la oposición en México representa una amenaza a su proyecto político.
Si al presidente Andrés no le alcanza para desaparecer el Instituto Nacional Electoral para sustituirlo por la agencia de noticias, encuestas, consultas y ocurrencias presidenciales, no significa que no tenga la capacidad para impedir una elección presidencial. Ya quedó claro en la elección para la revocación del mandato que cuenta con casi quince millones de feligreses dispuestos a obedecer la palabra del señor, sin importar cuales sean sus designios, ni la congruencia de los mismos.
El mayor riesgo que se cierne sobre el proyecto de la cuarta transformación, no es la oposición política que se ha unido en una rudimentaria y circunstancial alianza político electoral de partidos de izquierda, derecha, centro y ultra conservadores, eso solo es una falacia que el jefe del ejecutivo construyó como némesis para justificar algunos traspiés. Vamos, quizás si nos hubiéramos olvidado de ellos, tal vez ya habrían desaparecido. Cada que están a punto de ahogarse en la inconmensurable incongruencia de su arrogante discurso, aparece el presidente Andrés y les da respiración artificial, y los convence de aguantar un poco más.
Si la oposición en México se hubiera ocultado de la escena pública, los mexicanos ya estarían juzgando por la ineptitud de sus actos a los funcionarios que llevan tres años caminando en círculos. Existen (la oposición) porque al presidente Andrés le conviene tener un pedestal con la efigie ignominiosa de aquellos a quienes debemos odiar por la corrupción endémica que nos heredaron. No se puede entender a López Obrador sin sus enemigos inventados, tigres de papel, tótems que se derrumban de un soplido.
La innegable nostalgia de Andrés por los años aciagos de cuando su maestro Enrique Gonzalez Pedrero le trataba como su pequeño saltamontes, es evidente. Ignacio Ovalle Fernández le dio su primera chamba en la conasupo y quiso el destino que algún día le devolviera la cortesía. Le creó ex profeso SEGALMEX, una copia idéntica de aquella institución que tantos fraudes y sonrisas nos dejó a los mexicanos. Ahora con un modelo franquiciatario, es la pifia del sexenio. El antiguo jefe del presidente ya ha sido llamado a operar desde la secretaría de gobernación. El grupo Tabasco está en la posición correcta, sólo falta que no se les enrede la maraña de intrigas entre el Senado y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
La verdad es que el único enemigo real del presidente es él, su doppelgänger. Me atrevo a predecir que pronto iniciarán los trinos primero pidiendo y después exigiendo la reelección del presidente Andrés, obvio el se negará, y aunque hordas de ancianos belicosos tomen las calles y estudiantes agradecidos hagan hastag de simpatía, y campesinos que sembraron vida lo interpelen, él tendrá que negarse, y lo hará porque será la mejor campaña presidencial sin candidato en la historia de México y podrá elegir un sucesor con solo señalar el/la elegido/a. Y su reino no tendrá fin.