Quien no sabe gobernar, es siempre un usurpador. Carlo Bini. Manoscritto di un prigioniero.
Lo diré gentilmente. La política es tomar una buena dosis de excrementina sin hacer pucheros. Cuando era yo un mozalbete, mi madre solía colocar 25 gotas de una solución en medio vaso de agua, la famosa “hiel vitaminada del doctor Guilesppy”. Se suponía que con eso daba hambre, se ingería unos veinte minutos a media hora antes de ser convocado a la mesa, y el más incorrecto y socarrón petiso se tragaba lo que hubiera.
Siempre pensé que no era necesario, el menú eran frijoles, arroz, chile y gran cantidad de vegetales preparados de formas diversas. Si acaso a veces había un queso de la “B” o de chiva, de ese que duraba mucho tiempo y conservaba su hedor y sabor penetrante. Uno se comía lo que había, tuviera hambre o no. En aquellos “ayeres” la idea era que para estar sano, había que atascarse de lo que hubiera. La ingesta de pan, era limitada, no por salud, si no por economía. Los embutidos ni siquiera se consideraban comida, era como algo que aún no encontraba su lugar en la dieta mexicana.
Este preámbulo lleno de nostalgia es para justificar porque a pesar de la patética parsimonia que se vive en San Luis Potosí, uno sigue aquí esperando que algo suceda. Mientras de tragar hay lo mismo, se asoma uno a las cazuelas y rebosantes de mal gusto, arengas forzadas, vítores comprados, porras y más porras. El culto a la personalidad es excesivo, los principales actores políticos del estado se obsequian alabanzas y mucho respeto. Quién sabe cuánto tiempo dure enterrada el hacha de guerra.
En la grilla potosina se vive un “impasse”, el gobernador del estado y el alcalde de la capital se encuentran en el previo de una alianza política extraña y antinatural, me retracto, ya no hay nada anormal o imposible en la política potosina. Corrijo, Ricardo Gallardo Cardona y Enrique Galindo Ceballos parecen haber constituido una alianza política de “toi et moi”. Los que tienen que estar, ya están, y los que no, jamás estarán. Los panistas no pintan, divididos y disminuidos no constituyen una amenaza política ni siquiera en el municipio de la capital, donde aún conservan una base social sólida.
La falta de liderazgo de la recién electa Verónica Rodríguez no ayuda, vamos, la mujer no tiene ni la capacidad para atemperar los ánimos cuando las cosas parecen salirse de control y menos goza de la capacidad de ser interlocutora entre las distintas facciones en pugna. Verónica es buena para hacer videos de tik tok en la popular red social y compartir fotos en Facebook. Siempre es la misma imagen, una visita domiciliaria, tres personas en el patio de una casa, con cara de fastidio y ganas de estar en cualquier otra parte.
Nadie toma en serio a la dirigente estatal porque conocen su origen y cómo llegó al poder. Se necesita más que un acta de cómputo para ganarse el respeto de políticos más correteados. El verdadero dueño del Partido Acción Nacional en San Luis Potosí está más preocupado ahora por las elecciones en el estado de Hidalgo que por las vicisitudes de la política aldeana.
Se gastó su resto en ese membrete, perdió amigos, aliados, financiadores y prestigio. Después de darle una vuelta completa a los actores políticos de su partido regresó al primero, Héctor Mendizabal es ahora el chaperón oficial de la dirigente estatal en ausencia de Xavier Azuara Zúñiga. La “nena” Mendizabal se está cotizando caro y piensa sacar provecho del eventual vacío de poder en el PAN. Sus buenos oficios serán recompensados. Ahora puede soñar nuevamente en ser candidato a diputado, alcalde o hasta senador de la república, ¿por qué no?
Desafortunadamente para Héctor Mendizabal hay una historia del pasado proceso electoral que enturbia el agua, un pequeño desliz. Cuando su entrañable amiga Sonia Mendoza Díaz lo convocó a una reunión con el entonces candidato a gobernador del partido verde. En esos días los verdes batallaban para completar la alineación en la capital, tenían la estructura y los recursos económicos para dar pelea pero le hacían falta cuadros competitivos o rostros más amigables al caprichoso elector capitalino. Mendizabal diría que sí y después que no.
El titubeo de Mendizabal obligó al partido verde aceptar la propuesta del impresentable Leonel Serrato Sánchez. No solo era la incongruencia de haber sido un detractor del “gallardismo” en una época muy reciente, sino que además, a lo largo de sus carrera política ha estado aliado de los grupos más deleznables como el neo navismo y el horacismo. No tiene empacho en colgar el disfraz de notario público y sacar el traje de noche para merodear cual casquivana por los callejones del centro histórico de la ciudad. Héctor y Leonel son muy parecidos, si acaso la diferencia es que uno de los dos es más audaz, y por eso tiene empleo.
El problema de Xavier Azuara es precisamente su fortaleza, sus constantes ausencias lo mantienen cerca del dirigente nacional Marko Cortés y no hay que explicar cómo previo a una elección presidencial eso es una gran ventaja. De mínimo repetirá como diputado plurinominal federal y la granja potosina, algo debe dejar, aunque sea para los gastos. Azuara no goza de la simpatía ni del alcalde, ni del gobernador del estado, pero tal vez su virtud sea su apariencia bobalicona. Nadie se cuida de los pendejos.
Enrique Galindo y Ricardo Gallardo anuncian una derrama de tres mil millones de pesos para rehabilitar calles y avenidas principales de la ciudad capital, otra vez se está poniendo de moda el asfalto. Banderazos por aquí, arranques de obra por allá, risas y aplausos, “abrazos, no balazos” -como dijo el poeta. Las licitaciones las hizo el ayuntamiento, así que no sabemos si el gobernador (tan generoso él) le compartió al presidente municipal su presupuesto o si partieron piña a la hora de repartir los contratos.
Incluso puede darse el caso de que Galindo haya conseguido el recurso y al gobernador le haya compartido el crédito, el tipo podrá tener un equipo de gente medianita, pero en las distancias cortas se mueve mejor solo. Para muchos que esperaban más de Enrique Galindo se quedaron chiflando en la loma, no vale la pena exponerse ante un rival que lo supera en casi todo. El alcalde de la capital consigue tiempo valioso mientras piensa cómo se construye una nueva coyuntura. Como buen abogado, si no compra, deja tratado.