Por andar de disoluta
Ya otra vez andas de puerca;
Regresaste a tu borlote
Y hasta tienes tu pareja
Si por tres, cuatro pesetas
Te bajas las pantuflitas
Cuando ves buenas propinas
Tú solita hasta te invitas.
La puerca. Salvador Flores.
Si existe un albacea de eso que el gobernador Ricardo Gallardo Cardona llama “la herencia maldita”, ese es Alejandro Leal Tovías. Oriundo de Matamoros, Tamaulipas, y avecindado en San Luis Potosí desde el siglo pasado cuando llegó para estudiar la carrera de derecho. Su familia no era rica, pero tampoco padeció hambre, su padre administraba la gerencia de la agencia cervecera en su ciudad natal. Como sea, en poco tiempo logró incrustarse en los círculos sociales de la rancia socialité potosina.
Al igual que su admirado amigo, socio y cómplice Teófilo Torres Corzo, siempre se les denigra diciendo que tuvieron que aplicar lo que en el argot de los falsarios se le llama: “braguetazo”. Porque podrás ser un tipo gentil, poco elocuente y desagradable a la vista, pero si se cuenta con las relaciones adecuadas, se abrirán las puertas del cielo. En San Luis Potosí la “alta sociedad” es muy cerrada, sectaria y clasista, difícilmente aceptaban un plebeyo a menos que venga muy bien recomendado o tenga el suficiente dinero para comprar un apellido de abolengo, o ya de plano convencer una “quedada”. Aunque eso último se escuche feo y ya no corresponda a la época que vivimos.
Lo que sí es que incrustarse en los círculos sociales por la vía del parentesco abre un abanico de relaciones, estás en el lugar adecuado, en las mesas donde se hacen los negocios y se tejen las trácalas finas. Un tipo displicente, comedido y de pocos escrúpulos siempre será bien visto. Y es que igual será utilizados como testaferro que como mercenario para alguna causa inútil. Pero en esta meritocracia en que vivimos, es un requisito imprescindible pasar por ese proceso antes de ganarse la confianza. Ya después hasta les encargan a las hijas, pero al principio tendrán que arrastrarse como perrito con lombrices.
Pero Alejandro el “caco” Leal es un buen cortesano, siempre guarecido a la sombra de alguien más, cuando no era Juan Ramiro Robledo Ruíz, Teofilo Torres Corzo y hasta doña Rosita García de Valladares, ella siempre fue generosa con él, procurando algún empleo de relevancia dentro de las empresas de la familia. Incluso llegó a dirigir el incipiente periódico San Luis Hoy sin saber siquiera cómo se escribía un encabezado, todo por el favor de la señora García y gracias al apellido de su esposa. Suerte te dé Dios, que el saber nada te importe.
No se sabe de cierto de dónde le viene el apodo, solo que cuando llegó a San Luis allá por la década de los setentas en el siglo pasado ya era un caco consumado. Según se ha maliciado, allá en Tamaulipas todo el clan familiar así era conocido, “los cacos”. Nadie podría desmentirlo, y es que aunque el exsecretario de gobierno de Juan Manuel Carreras sería el truhán más destacado de su familia, todos tienen aptitudes sobresalientes a la hora de quedarse con la feria y hacer mal las cuentas. El sexenio de Carreras ha sido el más productivo en la historia de esa gavilla, tanto que todavía tienen morralla sin lavar.
En días pasados, con motivo del 93 aniversario de la fundación del partido revolucionario institucional se realizó un festejo en las instalaciones del otrora poderoso instituto político, es una cosa deprimente, ya sin base social, los concurrentes fueron los pocos burócratas que aún pudieron obtener un espacio en el ayuntamiento de la capital o en el congreso del estado. Otros extraviados que andan en la puja por lograr lo mismo, entrar con calzador en alguna nómina, no importa si ahora tienen que ir a trabajar. El caso es no vivir en el error, o sea, fuera del presupuesto.
Ahí llegó el “caco” Leal, provisto de una extraña sinceridad, arrojó un cuete que se cebó, sus declaraciones a la prensa hace mucho que dejaron de ser de interés. Pero su cinismo y el inoportuno momento caen como carcajada después de que una anciana cae en un charco. Y es que el PRI agoniza, ya está en los estertores de la muerte, pero podría considerarse de mal gusto hablar de eso, más si en un arranque de franqueza es precisamente uno de sus verdugos quién se mea sobre la tumba del homenajeado.
Hábrase visto semejante gañán. Afortunadamente para él, ya no existe en el PRI quien pudiera ofenderse, la militancia ausente y los concurrentes al evento gozan de la misma abyección que el próximo candidato a la Pila. En la próxima crisis política del gobernador Gallardo volverá a estar en riesgo su tranquilidad, Gallardo ya dejó claro que tiene un fiscal y no dudará en usarlo. De eso puede dar cuenta el exsecretario de seguridad pública Jaime Pineda quien se encuentra recluido y vinculado a proceso por delitos en contra de la hacienda pública.
“El PRI está débil y podría perder el registro” -afirmó el diputado Leal. Como que lo veo muy desnutrido dijo el otro. Allá por los años ochentas creíamos que el PRI era invencible, cada elección, el carro completo, la risa fútil de los triunfantes que embebidos en su soberbia solían recitar tres frases: “la forma es fondo”, “el que se mueve no sale en la foto” y “el presidente nunca se equivoca”. Los panistas de antes, estoicos y la patética izquierda doméstica, se redimían lanzando arengas en las plazas públicas. Ahora todos están en el mismo costal y no asustan a nadie.
“El mayor problema del fallo del partido revolucionario institucional es, haberse alejado de los verdaderos intereses de los ciudadanos, se alejaron y se olvidaron, y vinieron otros partidos que abanderaron el humor social, (lo que sea que eso signifique) y son los que lograron llegar al poder” -aseguró el diputado local. También aseguró el “caco” que el PRI está muy lejos de recuperar la presidencia de la república en el 2024, (no me digas) pero puede escalar posiciones para recuperar el poder en algunos espacios y avanzar.
“Para alcanzar una reconstrucción, primero se requiere aceptar que somos un partido pequeño, muy debilitado, tenemos que aceptar eso”, así lo dijo quien en su calidad de secretario de gobierno en el pasado proceso electoral operó en contra de la coalición que encabezaba Octavio Pedroza Gaitán por instrucciones del gobernador Juan Manuel Carreras para conseguirle sesenta mil votos (era la meta) a Mónica Liliana Rangel, ex secretaria de Salud y a la sazón candidata de Morena. Votos que al final fueron desviados para apoyar al candidato del partido verde.
La operación estuvo a cargo de un funesto personaje de nombre Fernando Castro Trenti, el “diablo” como se le conoce al operador estrella del dirigente nacional de Morena, Mario Delgado. Meses antes, cuando aún se pensaba que la candidata de Morena estaba en situación de competencia se diseñaron algunos escenarios probables y así llegaron a la cifra de sesenta mil votos adicionales. Por ello, al desbarrancarse la opción de Mónica Liliana Rangel la única opción de que la oposición no se hiciera de una gubernatura, era favorecer al candidato del verde, aliado del sistema y que además ya iba encarrerado para cerrar fuerte la elección.
Existen numerosos testimonios que constatan que tanto Alejandro Leal y el presidente del PRI Elias Pesina participaron en reuniones con candidatos y operadores políticos ligados al PRI para organizar un juego maquiavélico de votos cruzados entre los candidatos priistas de la coalición y un candidato a gobernador distinto del que promocionaban. Eso, más el desasosiego de las policías estatales que por orden del “caco”, dejaron operar impunemente en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez a los mapaches verdes, garantizaron el triunfo electoral.
El nivel de abyección de Elías Pesina y Alejandro Leal es demasiado, incluso para el PRI, pero al menos el regidor de la capital y dirigente estatal priista tiene la atingencia de quedarse callado, y en su penoso andar por la vida trata de pasar desapercibido. Al menos nadie lo cree capaz de consumar la traición más vulgar en la historia política moderna de San Luis Potosí.
El caco por su parte, pareciera que se regodea, es casi como Bruto asistiendo al funeral de Julio César. Quizás tenga el mismo final.