“Si siempre dices la verdad, tarde o temprano terminarán descubriéndote”
La mujer apareció de repente en el escenario político de San Luis Potosí, y desde que se decidió a incursionar en la farándula no ha dejado de ser protagonista, siendo honestos el interés es mórbido y pernicioso, todos querían ser amigos de la hermana de la jefa de la policía federal y ahora, de la poderosa titular de la secretaría de gobernación. Nunca como hoy San Luis Potosí fue importante en la vida pública nacional, quizás fue una broma del destino o una serie de eventos desafortunados los que pusieron a la aldea en el mapa, pero de una cosa podemos estar seguros, los potosinos somos autodestructivos. No importa si usted amable lector gana un concurso de matemáticas o si compró el boleto premiado de la lotería nacional, lo más probable es que recibirá muchas felicitaciones, pero todos lo odiarán -no hay nada más potosino que la hipocresía. Muy probablemente la lideresa morenista no estaba preparada para el intempestivo ascenso de su hermana en la escala de poder del proyecto político de la cuarta transformación. Casi inmediatamente descubrió que tenía demasiados amigos, y que muchos ambiciosos políticos la veían como un perfil digno para encabezar a Morena en el estado. Como dice el refranero popular: suerte te dé Dios, que el saber poco te importe.
La forma en que Rita llegó a la dirigencia local de Morena pasó casi desapercibida, de por sí los procesos internos del partido siempre son confusos y desorganizados, se supone que se elegirían 70 delegados en la entidad, diez por cada distrito federal y ellos a su vez votarían para elegir a el/la presidente del comité directivo estatal. Por aquellos días el único temor era que las huestes gallardistas se metieran y quisieran influir en el resultado, al final no fue así, y no porque no hubieran querido, sino porque aquello fue desorden y la boleta era tan confusa que los acarreados del partido verde llegaban a la mesa de votación y les entregaban un hoja con cincuenta nombres y ya por último votaban por “AMLO”. Mejor las huestes de la secretaría del bienestar al mando de Gabino Morales ya tenían bien adiestrados a sus electores y pudieron concretar la votación mínima para constituir una mayoría sólida que le garantizó a Rita Ozalia asumir el cargo sin ver forzada una negociación con los metiches de siempre. A pesar de las circunstancias favorables del arranque, la alianza entre Gabino Morales y la nobel dirigente se desgastó rápidamente, primordialmente por la soberbia de los equipos que rodearon a los personajes y alentaron la división que terminaría por confrontarlos en sus ambiciones políticas personales. Gabino Morales siempre pretendió ser prudente en las rencillas políticas, pero le encanta quitar el bozal a su mascota, el notable notario leguleyo Leonel Serrato Sánchez que para despotricar en contra de quien se atraviese, se pinta solo.
Rita Ozalia se lanzó a la fama en el pasado proceso electoral constitucional, se le hizo fácil la negociación con el partido verde y entre que estuvo mal asesorada y que confió a ciegas en cuanta promesa le hicieron le pasó de noche la campaña, cuando menos se dió cuenta la derrota era inevitable. Se supone que la razón para ir sueltos en la elección al senado era ganar las tres que le corresponden a cada estado, y se supone también que los negociadores del partido verde habrían prometido suministros y apoyo técnico para la candidata al senado por Morena, y como muestra del compromiso, exigieron que uno de los más destacados cuadros políticos del partido verde acompañase a Rita Ozalia Rodríguez en la aventura. Ignacio Segura Morquecho no repartió un volante por la fórmula de la que formaba parte, y tampoco hizo algún tipo de reunión, mítin o recorrido para promover la opción morenista al senado. Muchos pensaron que ese aparente error de cálculo que dejó a Rita fuera de la cámara alta significaría la ruptura entre Morena y Verde pero no fue así, una desafortunada declaración “banquetera” apresuró una intervención forzada para postergar las inevitables hostilidades y por el contrario, terminaron dándose de besos y abrazos en un evento donde anunciaron una alianza legislativa que le daría tranquilidad al gobernador Ricardo Gallardo Cardona. Ya muchos lo daban por muerto y ahora, ahí lo tienen, “vivito y perreando” -el vivito y coleando ya no está vigente.
Uno pensaría que hay genios allá en Morena nacional dirigiendo el país como si fuera un juego de “monopoly”, pero me imagino que tampoco se enteran de los conflictos existentes en los estados hasta que ya es una crisis, porque seguramente -ilusos- suponen que para eso tienen dirigencias locales. La verdad es que necesitan capacitar a sus políticos provincianos en el arte de la negociación, ponerlos a leer, hacer algún concurso de debate político y de vez en cuando, revisarles el teléfono para ver quienes son sus juntas. El problema de Morena es que más que un partido político es un movimiento, un agrupamiento de “groupies” que repiten hasta el cansancio el estribillo y los corifeos que alaban a nuestro gran tlatoani incomprendido -y jamás imitado- Andrés Manuel López Obrador. Ahora se le viene la noche a Rita Ozalia Rodríguez, la responsabilidad puesta en ella para sugerir perfiles en las representaciones oficiales de un buen “guato” de dependencias oficiales -las mentadas delegaciones federales. Y ahí es donde -como decía la gente de antes- torció el rabo la puerca. Los morenos tienen mucha gente para aplaudir, pero no para dirigir orquestas, los vivales seguramente ya aparecieron como moscas en el pastel de la lideresa, no dudaría que hasta perdone y le de una chamba al “nacho” Segura -con eso de que luego de un rato se le olvidan los agravios.
Ahora si que parafraseando a William, “confiar o no confiar, ese es el dilema”.
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