En este pueblo nunca pasa nada, y cuando pasa, ya pasó. Dicho popular.
Edgardo Hernández Contreras tiene fama de incorruptible, algo increíble para los días aciagos que nos toca vivir. Quienes lo conocieron y saben de su pasado turbulento como joven arrebatado y rebelde apenas si pueden creer de verlo enfundado en su tacuche y hablando civilizadamente. Las historias urbanas eran muchas, el galo era un tipo de pocas palabras y mecha muy corta. En cierta forma, conserva ese ímpetu, solo que en la política hubo de aprender nuevas formas de maldad humana que lo llevaron al límite de su capacidad de resiliencia.
En su paso por la legislatura recién concluida se quejaba amargamente del nivel de abyección y cinismo que abunda en todos los partidos políticos. Incluido en el que lo postuló, que a la postre fue adquirido por el actual gobernador para desde ahí catapultarse a jefe del ejecutivo, en eso sí, Edgardo fue cauteloso, tal vez su olfato de sabueso le permite advertir para donde sopla el viento.
Cuando fue postulado como diputado plurinominal por el partido verde aún no existía la gallardía como gerentes de la franquicia, sucedería casi inmediatamente. En aquellos funestos lares gobernaba un matrimonio que había hecho de su empresa familiar un negocio exitoso, no tenía grandes alcances pero sí para sacar los gastos. Manuel Barrera Guillén y su esposa estaban en el mejor momento de su carrera política y en el peor de su matrimonio. Suele pasar.
Solo bajo ciertas condiciones un lobo sale del bosque, puede que sea capaz de batirse con un oso, pero en la ciudad es muy vulnerable, corre el riesgo de ser atropellado por un camión de las botanas sabritas. Para que Edgardo abandonase el uniforme (y la actitud) de policía estaba muy canijo, esas cosas no se dejan en un cajón. En su paso por las áreas de seguridad hubo de enfrentar (como todos los que se involucran en el medio) situaciones muy complicadas, que ponen en riesgo la vida y la estabilidad emocional. Levantarse de esas condiciones de estrés y aprender administrar el temperamento requiere profundos procesos de introspección.
En su paso por la política potosina seguramente quedo hastiado, aprendió lo que es la verdadera delincuencia organizada, la que sale impune, los dueños del congal. Y si bien es cierto que los legisladores, en su carácter de representantes populares no representan a nadie, no significa que no sirvan a intereses oscuros que protegen grandes inversiones económicas. Desarrolladores inmobiliarios, mafias del transporte público y privado, depredadores del medio ambiente, huachicoleros, clanes de abogados que controlan la administración de justicia en el estado, hermandades de policías enquistados en las distintas corporaciones policiacas que amedrentan y definen presupuestos y directrices. Todos los grupos delincuenciales de San Luis Potosí tienen un diputado o una bancada para proteger sus “bisnes”.
Solo por obra de la casualidad es que alguien sin compromisos pueda llegar al poder legislativo, algunos consideran un desperdicio enviar un samurai con un machete a enfrentar sirenas y sirenos, con lenguas afiladas y diestros en el arte del engaño. El galo alzó la voz desde la tribuna, encaró a personajes funestos que comparecían ante los diputados en la glosa del informe. Ese ritual vergonzoso de cada año.
Edgardo llegó incluso acusar al jefe policiaco Jaime Pineda Arteaga de participar activamente en la protección a los grupos criminales que operan en el estado, señaló al gobernador Juan Manuel Carreras López como un pelele y protector de los delincuentes. Habló hasta que se cansó y después, siguió hablando. Ya para el final todos lo ignoraban, unos por vergüenza, otros por fastidio. Pero todavía le alcanzó el tiempo para confabularse con algunas viejas rivales y bloquear algunas decisiones como el nombramiento de magistrados y aunque hubo de hacer algunas rabietas, creo que ya le estaba agarrando el gusto al maniqueísmo legislativo.
Si se confirma el arribo del ex diputado Edgardo Hernández Contreras a la delegación San Luis de la fiscalía general de la república sería una buena señal para el estado, quien ahora ostenta el cargo se ha pasado ocho años haciendo girar su silla en la oficina y el moho se ha instalado en los expedientes que abarrotan los estantes. Puede ser que Edgardo parezca una boca floja pero para eso hay tinta, para hacerle recordar sus palabras.
La delegación no le es ajena, y las calles ensangrentadas menos. Le tocó vivir los años de la violencia más radical que había sufrido el estado hasta entonces, como subdelegado de PGR en la entidad y después en el vecino estado de Zacatecas enfrentó a grupos criminales que tenían una liga en común, una letra.
San Luis Potosí pasa por un momento muy peliagudo, además de los cárteles que son marca registrada, se ha expandido sorprendentemente un grupo local y a últimos días la aparición de un grupo llamado “operativa bélica” (no me pregunten, yo no les puse el nombre) viene a configurar el de por sí ya convulso escenario. Los secuestros y “levantones” se han multiplicado y se sabe lo mismo de cuerpos desmembrados en el municipio de Tamasopo que de grupos de encapuchados que revientan calles privadas clase media en el barrio de tequis o desaparecen diez campiranos en la delegación La Pila en cualquier noche infernal. Ya no hay para donde correr, porque a dónde vas, ahí hay más.
El gobernador del estado Ricardo Gallardo Cardona habló de la conformación de un grupo de reacción muy especializado, incluso lo anunció jactancioso como un simil del grupo táctico SWAT (Special Weapons And Tactics) o suach como él le llama. Debe saber el jefe del ejecutivo que no se trata de armar y equipar a un grupo de personas, constituir una policía científica capaz no solo de investigar, aprehender y presentar ante la autoridad judicial a los delincuentes es algo que lleva tiempo, años o décadas. Pero está bien comenzar en algún momento sin crear expectativas de resultados inmediatos. Bastará con que se note la voluntad de combatir esas prácticas para comenzar a resarcir el daño que cada día hace metástasis en el tejido social.
La coordinación entre las corporaciones de distintos niveles es fundamental, primero debe combatirse la corrupción al interior de las entidades y después sentar precedente llevando ante la justicia a los jefes de las mafias enquistadas por décadas y que se creen intocables. Entiéndase que lo primero es recuperar la confianza del ciudadano común, el que ya se asume como potencial víctima y que si se salva de sufrir algún atentado, solo es por obra y gracia de la suerte o la divina providencia.
En ese mundo nadie es tan santo como su madre lo cree, ni tampoco tan malo como sus vecinos lo piensan, para vivir en comunidad, hay que sacrificar libertad, el deseo de hacer lo que uno quiere cuando se le antoja. Para mantener el orden, hay que elegir, y si uno o dos se equivocan, no hay que tener miedo a corregir. Concediendo el beneficio de la duda, veremos si el gobernador da su beneplácito a la propuesta del zar antidrogas potosino. Si no pasa nada, no pasa de que volvamos a empezar… a rezar.