No temo a los lascivos y lujuriosos, ni aquellos que ambicionan el poder, le temo a los flacos y pálidos.
El autor y sociólogo alemán Heinz Bude profundiza sobre el concepto del miedo y su carácter definitorio sobre las normas de conducta de las sociedades en el mundo. A través de la historia, los procesos que han llevado a determinar el carácter de la psique colectiva como mecanismo de control, requieren forzosamente inducir terror, es la estrategia más imperiosa. No te respetan si no te temen. Las élites constituyen el arbitrio que rige el libre albedrío de las masas. Nada es casual o se deja al azar. En la actualidad el campo de batalla por la conciencia humana está en las redes sociales.
En su libro “La sociedad del miedo” publicado en 2014 y traducido a nuestro idioma en 2017, Bude pretende hacer un breve ensayo sobre el avance de los populismos de derecha, mucho más efectivos que los discordantes discursos filosóficos de las derivaciones equivocas de la izquierda beligerante del pasado, y ahora, en sus pequeños lapsus de gobiernos pseudo democráticos se muestran incapaces de consolidar el ideario histórico, por lo general mutan en dictaduras falaces poco competentes. El miedo provoca en el individuo la percepción de abandono en un mundo donde ya no se siente representado, seguro.
Sin embargo, el individuo no existe, si ha decidido vivir en sociedad tendrá que aceptar los valores del colectivismo y sus reglas a veces arbitrarias y ridículas. Ahora con el tema de la pandemia quien pretenda evadir las normas de conducta socialmente aceptadas tendrá que ser muy hábil porque ya estamos en la etapa donde los ciudadanos se vigilan entre ellos, auxilian “por su propia seguridad” en la vigilancia y castigo incluso de aquellos que se atreven a desobedecer las recomendaciones de salud, como el uso del cubreboca y guardar la distancia.
Ahora con la variante ómicron del COVID – 19 recuperamos el temor a morir pues, aunque el nivel de letalidad es mucho menor, los contagios se dispararon de una forma que hubo momentos en que el pánico se apoderó de las calles y casi lo veíamos entrar por las rendijas de las puertas y las ventanas entreabiertas. La creencia de que el gobierno sabe algo que aún no se atreve a decir es una constante, uno sabe cómo con la pareja que algo se guardan para el momento que se necesite, por eso es mejor no reclamar nada porque el chingadazo puede venir de donde menos se espera.
Que como decía mi abuelo casi siempre que la vida te da un madrazo no hay que enderezarse enseguida porque por lo general siempre viene otro detrás del primero y “posoye” te va agarrar sin fuerzas. Miren pues, la sociedad nunca estuvo más informada pero también nunca fue más ignorante y manipulable que ahora, su ausencia de rigor intelectual les impide detectar las más elementales mentiras porque responden a estímulos visuales o auditivos, fueron educados por la televisión para “Obey” (orders without question).
El gobernador del estado tiene miedo, es obvio, es un ser humano inseguro, acomplejado e ignorante, nada de otro mundo, así somos todos. Cualquiera que se precie de ser lo contrario caerá en el supuesto que dejó para la posteridad el filósofo regiomontano Hermenegildo L. Torres quien pasó su vida promoviendo su corriente de pensamiento, el pendejismo. En algún momento acuñó de forma magistral esta máxima : el peor pendejo es el que lo niega, porque además de serlo, lo ignora.
Y no es que el gobernador tenga el mismo miedo que ustedes o yo, por lo menos ahora él no teme perder su patrimonio o ser asaltado, vejado, ultrajado y hasta humillado por algún ladronzuelo de poca monta adicto al criko. El gobernador comenzó su gobierno con grandes anuncios, la creación de un cuerpo de élite para combatir al crimen organizado, él puede dedicarse a eso ya que las turbas de ciudadanos se están encargando de los linchamientos a los ladrones comunes.
Las obras en el parque tangamanga van lentas y al jefe del ejecutivo ya se le están acabando las ocurrencias, como la última, esa de ofrecerle una chamba a un hombre rico que no la necesita, ni la quería y que además, no ha trabajado un día en su vida, es rico de profesión. No sabe hacer otra cosa. Juan Carlos Valladares (el joven) es el nuevo secretario de desarrollo económico, difícil reto, el anterior titular estuvo en el cargo un suspiro y nunca pudo dar pie con bola, por eso lo pusieron de patitas en la calle, de mínimo que lo manden a la secretaría de cultura o donde sea que se ponen las cosas que nada más estorban.
En el anuncio del nuevo titular del fomento económico una desafortunada fotografía que fue divulgada sin cuidado deja mal parado al gobernador, de hecho está mal parado, intenta colocarse en pose para saludar a su ahora empleado quien mira a la cámara con displicencia, erguido, con gallardía y porte, a diferencia del jefe que luce una sonrisa fútil, se encorva ligeramente y coge la mano blanca del joven Valladares Eichelmann. El Gallardo de nombre está a la derecha, con chamarra y pantalón deslavado, zapato de choclo con casquillo, por un instante parece el empleado del mes que es llevado a la gerencia para conocer al dueño de la empresa.
Si la intención era contar con un interlocutor para con el sector empresarial las cosas podrían desbordarse, es sabido que al gobernador José Ricardo le gustan los colaboradores chiquitos, obedientes y sumisos, por eso siempre se rodea de perfiles muy grises. En su animalario personal se puede encontrar desde un Sergio Desfasiux hasta un José Guadalupe Torres, gente morena de baja autoestima que viven para servirle y agradecen cada palmada en el lomo y soportan quedarse a dormir en el patio una noche de tormenta sin chistar. Otra cosa es ocupar a un joven ambicioso que la única hambre que ha padecido es el ayuno autoinducido de alguna dieta rara.
O sea, si el joven Valladares Eichelmann va distraer un poco de su tiempo para ayudar al gobernador Cardona hacer de San Luis Potosí un mejor lugar para vivir, es porque primero, su prioridad son sus cuates, los empresarios con los que convive en su círculo social y segundo, tiene alguna aspiración de introducirse en la política y el verde es el partido en boga. Tal vez mañana los vientos cambien y entonces tendrán que poner la vela a sotavento, pero por mientras ya hizo algunos méritos.
Por lo pronto a ver cómo lidia el gobernador con las consecuencias de su decisión, él todavía no se ha dado cuenta pero el narcisismo maligno que lo aqueja está a punto de sufrir un colapso, todo estaba bien porque no existía un punto de comparación, su prestigio social iba en aumento y la oligarquía potosina se había rendido a sus pies. Y aunque todos sabemos que la lealtad de un potosino con apellido de abolengo dura menos que la canción del pávido návido, lo cierto es que todos andaban con novedad de acercarse al gobernador.
En la actualidad el mayor temor de los seres humanos es el del anonimato, hasta en mi colonia pobre la señora de los tamales abre su cuenta de tik tok para lanzarse a la fama meneando los glúteos a ritmo de reggaetón, si la actriz Erika Buenfil lo logró a sus setenta años, que no le pegue a doña toña que para eso ya lleva tres meses haciendo zumba. El prestigio social es la mayor aspiración de la sociedad moderna, no importa si se debe arriesgar la vida practicándose una cirugía estética en alguna clínica de dudosa reputación o saturar el límite de la tarjeta de crédito comprando ropa.
Los hombres y mujeres del poder no son ajenos a esas debilidades de la conciencia humana, la vulnerabilidad depende de su intelecto y la debida preparación emocional. Sobrellevar las vicisitudes de la existencia es algo que puede resultar agobiante, porque tiene que ver con profundos procesos de introspección. Tal vez el gobernador debería leer a Shakespeare, así descubriría que a veces se corre más peligro en los tiempos de paz y dentro de los muros de un castillo.
Sea pues.