La capacidad analítica consiste en prescindir, en el material de la percepción, de todo lo que no pertenece esencialmente a la cosa. Byung-Chul Han.
¿Es el internet un derecho humano?, pareciera que si, en la actualidad es difícil vivir sin estar conectados a la red, los seres humanos se encuentran en una fase evolutiva que representa un salto infinito a la interconexión digital. La inteligencia artificial se ocupa ahora de cosas tan simples como programar actividades domésticas o cotidianas. Desde hacer las compras de comida, hasta recordar nuestra agenda hebdomadaria, e incluso, recordar dónde dejamos estacionado nuestro vehículo y llevar un control de las calorías que perdemos al caminar diez mil pasos en un día. El algoritmo nos vigila y nos da en qué pensar cuando nos enfrentamos a un pequeño espacio de tiempo libre, siempre hay una notificación parpadeando en la pantalla del smartphone.
El ayuntamiento de la capital anunció con bombo y platillo la instalación de 120 kilómetros de fibra óptica y seiscientos puntos de conexión de acceso gratuito a Internet. Seguramente tendrá algún tipo de restricciones que impidan entrar en conflicto con las empresas proveedoras del servicio que operan en la ciudad. La pandemia nos obligó a buscar mecanismos eficientes de comunicación global, las clases a distancia no pudieron constituirse como una opción viable, precisamente por la carencias de ciertos sectores sociales y geográficos donde la cobertura y el costo aproximado de los servicios digitales, no están aún al alcance de todos los ciudadanos. La desigualdad social, también lo es digital.
Los padres de estudiantes precaristas hicieron el esfuerzo por llevar el ritmo y colocaban recargas de 30 pesos promedio y se turnaban el teléfono para por lo menos acceder a las “clases a distancia”. Los grupos de divulgación por medio de los cuales se compartían información y tareas se popularizaron, ahí se subían comprobantes de las tareas para favorecer la educación del estudiante y proveer al maestro de un mecanismo válido para la evaluación del aprovechamiento del alumno. En la mayoría de los casos, la dinámica imperante constituyó un reto mayúsculo que a pesar del esfuerzo de los maestros y padres, dejó magros resultados. San Luis Potosí no estaba preparado para la pandemia y afectó severamente a una generación que de procrastinadora pasó a orgullosos analfabetos funcionales.
La pretensión de las autoridades municipales son ambiciosas, evidentemente buscan ganarse el favor de la sociedad, Enrique Galindo Ceballos está en campaña desde el primer día que pisó el palacio municipal y existe una sana rivalidad con los del palacio de enfrente por ver quién encuentra la acción de gobierno más novedosa. El potosino promedio es comodino y mitotero, fácil de sorprender, no importa si es una botella de agua presuntamente purificada, una despensa o un kilo de tortilla subsidiado. Disputar el agradecimiento de las masas es una competencia absurda, sobre todo porque los gobiernos municipal y estatal no pasan por su mejor momento financiero y pronto se verán obligados a contratar deuda. La vuelta a la realidad será dolorosa.
Al menos en el discurso, suena bien lo que propone el gobierno que encabeza Enrique Galindo, proporcionar medios para que la prestación de servicios y la vinculación con el ciudadano, sería posible construirlo a partir de una serie de elementos digitales y poder crear comunidad, es una apuesta muy arriesgada, porque en la era de la hipercomunicación también se deben tener colaboradores que se encuentren a la altura de las circunstancias.
El habitante del mundo ha cambiado drásticamente el arquetipo de pensamiento y ahora, hasta en las colonias populares se ve un pulular de motociclistas transportando comida rápida. La palabra es inmediatez. Juan pueblo está predeterminado ahora a no perder su tiempo esperando una pizza y se ha especializado en seleccionar y calificar con esmero los productos, el comportamiento, la rapidez y hasta la presentación de quién ha transportado la comida hasta su puerta. Ahora todo el mundo es juez/jueza y es juzgado por todos.
Si el ayuntamiento pretende comunicar a los ciudadanos con el acceso al ciberespacio es porque aceptan el reto de que los servidores públicos atenderán las denuncias ciudadanas con la misma rapidez que un atolondrado adolescente lleva comida rápida a su puerta, quizás por ello en otras ciudades de México no existe la menor intención de colocar tantos nodos de conexión a la red digital. Por otra parte, de consumarse el proyecto, si habrá un cambio en la forma que los ciudadanos más desfavorecidos verán cambiar su entorno. Al menos en la pantalla del teléfono y con la ayuda de algún filtro.
Democratizar el acceso a internet le da voz a los que prefieren gastar en medios de subsistencia antes que integrarse a “la matrix”. En cierta forma, sí es un instrumento de justicia social y elimina una causal de exclusión. Quizás en su afán protagónico y propagandista Enrique Galindo habrá generado algo para lo que no estaba preparado, pero igual de real trascendencia. Que la opinión de un recolector de basura se escuche en foros tan fuerte o más, que la de un diputado, empresario o líder religioso. Hoy en día cualquier paria puede ser un youtuber famoso, solo está en que así lo quiera y le pierda el miedo al ridículo. ¿Qué acaso nada más el Tecmol es capaz de sorprender al mundo con su naqueza disruptiva?
En la antigüedad el anfiteatro tenía una estructura que solo permitía ser testigo del acontecimiento, los actores se imponían al centro y distribuían la palabra, la elocuencia del discurso y la cadencia rítmica del cuerpo que constituía el complemento perfecto para crear una estructura visual y así transmitir la prédica. En la actualidad, ni siquiera son necesarias las palabras, la imagen es el mensaje, las ovaciones son likes y tienen un efecto psicotrópico que convierten a cualquiera en un codependiente. La pobreza no es impedimento para hacerse adicto al reconocimiento social.
El nacimiento de nuevas estructuras sociales se pueden dar a partir del cambio de paradigma, y eso solo se puede lograr a medida de que exista una real igualdad en él acceso a los medios de difusión digital, principalmente redes sociales. Pienso en esos puntos de acceso a internet como hace décadas cuando en las ciudades se instalaron “llaves públicas” de agua potable para satisfacer aunque fuera de forma ínfima el acceso al vital líquido. A partir de ahí se desarrollaba la comunidad, porque era menester organizarse para evitar la anarquía y el desasosiego.
Si el proyecto de convertir a San Luis Potosí en una ciudad digital se consuma es posible que sin quererlo, Enrique Galindo haya elevado el internet a la condición de servicio público, y cualquier cosa podría pasar. Incluso que de los muladares surja un líder o una lideresa capaz de convencer a los suyos de cambiar su entorno y darle voz a los desheredados de la tierra, a los nadies de los que hablaba Eduardo Galeano, a los de cabeza gacha y mirada terrosa. Y entonces, sólo entonces, habrá trascendido de verdad.