Dar consejos a pendejos, es como querer tapar el sol con un dedo, o apagar la lumbre a pedos.
Ya quedan pocas personas congruentes en la política mexicana, quizás mundial. Ya no es rentable eso de hacer que las acciones coincidan con el discurso más elemental. Estamos viviendo días aciagos. Se derrumban los tótem. Aparecen las verdades intempestivamente como un manantial de porquería y hieden las palabras. Es muy común escuchar a la gente común justificar las más deleznables actitudes de un político con expresiones estúpidas, quizás la más común sea -una de mis favoritas- todos roban. En este país llamado México los ladrones tienen permiso siempre y cuando ganen una elección. Debería estar regulado en la constitución el derecho de todo mexicano a participar del botín. “Viéramos” de meterle mano ahora que todos andan con ánimo reformista. Seguramente el licenciado Juan Ramiro Robledo Ruiz podría asistirnos para promover una iniciativa perrona ahora que se ha convertido en el gran legislador.
Culero, -le han llamado- arrastrado y abyecto, y aunque estoy convencido que no se necesita tanto esmero en la presentación, como quiera se aprecia el esfuerzo, más si viene de parte de amigos cercanos, aquí en este rancho pulguiento y bicicletero todos ya nos conocemos. La noticia de la semana en el jet set potosino fue la ruptura del club de Tobi más antiguo de San Luis Potosí, -al menos es el único que seguía vigente. El grupo fue creado -parecería- para enaltecer el ego de una persona que durante mucho tiempo -décadas- pensamos que algún día sería gobernador del estado, no fue así, varios habrán de coincidir en que Juan Ramiro Robledo le puso demasiados obstáculos al destino para evitar consumar el generoso acto de gobernar su estado por míseros seis años. Se hacían llamar “los macabeos” y aunque nunca -reconozco- tuve la atingencia de indagar el origen y motivo de tan peculiar nombre, entiendo que nada tiene que ver con la liberación del pueblo judío de otro periodo histórico de esclavitud o con alguna revuelta que salió mal.
Hasta donde yo recuerdo los macabeos se reunían en diciembre a presumir de relojes caros, esposas ostentosas, chambas lucrativas en el gobierno, y algunos, -muy pocos- de libros o alguna diatriba filosófica estéril y redundante que seguramente nos sumergía en una vorágine de hipérboles y determinados ejercicios de hermenéutica donde habríamos de sacar los pasos prohibidos con la pretenciosa intención de demostrar que, en en eso de la mayéutica uno no es ningún petiso iluso y conciso badulaque. O sea, como mi amigo Fabián Espinoso Díaz de León que para eso de la “discutidera” se pinta solo y además, no suele enturbiar la conversa con excéntricos aforismos, es -quizás por su formación personal y creativa- un gratuito cronista de la vida cotidiana de San Luis Potosí, desde las invenciones chocantes de políticos -gobernadores de ocasión- con aspiraciones caciquiles, hasta el patético remedo de “alazán tostado” que apareció recientemente desde Tanquián de Escobedo tratando de hacerse notar, de ese último hablaremos en otra ocasión. En la política -potosina sobretodo- hay pocos que reconozcan cuando alguna vez ”la cagaron” de forma monumental, todos le atribuyen a las circunstancias las derrotas, y a su habilidosa perspicacia los triunfos. Como decía mi abuelo: “yo no me junto con pendejos, porque eso se pega”.
La razón de mi mención con el personaje en cuestión, no es innecesaria, por el contrario, en el reciente y elegante intercambio epistolar de marras fue precisamente Fabián Espinosa quien hubo de dar el golpe de mano para sostener la armonía que debe prevalecer en cualquier discusión de cantina, eso de que Juan Ramiro Robledo perdiendo el estilo se comportase como macuarro en pulquería queriendo corregir a uno de sus principales panegiristas por discrepar sobre su penosa actuación en el congreso de la unión, tampoco es de gente bien nacida. Digo, y es que haciendo una pausa en la narrativa locuaz y sugerente, la verdad es que lo que hizo el licenciado Juan Ramiro Robledo en la comisión que le correspondió fungir como maestro de ceremonias -y donde por cierto se aprobó la desaparición de algunos entes públicos autónomos e inútiles que mantenían la simulación de que en este país hay transparencia, democracia, justicia y derechos humanos- no tiene nombre, o bueno sí, pero hasta eso de ser un mamador hay que hacerlo con cierta prestancia y no con jactancia, no hacía falta ese falso histrionismo, nomás le faltó hacer la famosa “roqueseñal” para festejar la aprobación del pinchurriento dictamen. Ojalá eso le valga para que le den una chambita que le mantenga viva la ilusión de algún día ser gobernador de San Luis Potosí, aunque ya no lo será de la mano de sus viejos amigos.
En aquellos años de finales del siglo XX, todavía se mantenían los viejos rituales, y la figura presidencial mantenía cierto misticismo, le llamaban misteriosamente “el sistema” a todo aquello que engloba el poder político en el país, esa omnipresencia lo hacía sentir casi -o peor- como un Dios que todo lo ve y todo lo sabe, se decía en voz baja y tan cerca del oído que a ratos algunos se excitaban y queriendo repetir la experiencia se enamoraban y se perdieron en la vaguedad de sus pasiones, -pero esa es otra historia. El caso es que la iglesia, la prensa, el ejército, el sector empresarial, evidentemente los sindicatos y los partidos políticos todos, formábamos parte del sistema. Incluso los grupos guerrilleros que habían tenido su auge en la década de los setentas cuando la llamada “guerra sucia” no podían vivir sin el financiamiento público y los privilegios que el sistema les concedió, siempre estuvieron infiltrados y una década después ya formaban parte del mecanismo de partidos políticos y habían sido fagocitados por el sistema. les obsequiaron curules para que dieran la batalla citando a Marx y a Engels en la máxima tribuna de la nación. Les pasó como a los perritos callejeros cuando les dan de comer en un platito en la banqueta, se vuelven domésticos.
El sistema de ahora es una simulación de que algo que no existe, si acaso mantienen intacta su estructura anquilosada la iglesia y la milicia, son grupos muy cerrados pero mantienen su vigencia precisamente gracias a los rituales. Por su parte el sistema de partidos se ha visto avasallado por la predominancia del muy particular estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador y en gran medida, por la crisis de talento que hay en las otras facciones políticas, la verdad es que son patéticos, lo que queda del pernicioso PRI y la falta de identidad de la derecha que es representada por un grupo de imberbes y privilegiados pragmáticos e indolentes practicantes de la doctrina panista. Estoy seguro que la cara de decepción del presidente es porque realmente no siente mérito en haber derrotado a una oposición inexistente, la verdadera lucha del presidente Andrés fue (y es) con sus propios demonios. Se nos viene la noche y aún no sé resuelven las dudas sobre la capacidad y entereza de la presidenta electa, quizás nos sorprenda y rompa los paradigmas, aunque me parece que si eso se da, será hasta después de la “revocación del mandato” dentro de tres años. Mientras tanto hay que buscar alguna ocupación y sobrevivir en este mundo cada vez más hostil.
Ah sí, Juan Ramiro Robledo Ruin no debería olvidar que ese grupo de amigos de socialité, era precisamente donde se refugiaba en los fracasos, eran sus amigos, ojalá en la nueva trinchera que está construyendo sea más consecuente con los que discrepan de sus ideas. Olvida Juan Ramiro Robledo que el partido a donde ahora milita no son de apreciar esos exabruptos intelectuales, ahí lo que se privilegia es la porra, la alabanza y los vítores. Si de verdad quiere trascender en la política mexicana tendrá que sacar del baúl de los recuerdos una mejor actitud cortesana y comportarse con la mansedumbre de un mayordomo. Sea pues, petimetre y camandulero, no es que seas culero, simplemente te gusta pasar primero.