Todos saben lo que quieren, aunque lo que quieran sea hacerse pendejos diciendo que no saben lo que quieren. Las cosas pasan por algo, o no. Alan Dávila Farías.
Apenas podíamos creer, las variantes del COVID regresan con mayor agresividad, la pandemia que creíamos superada vuelve por sus fueros. Con un alto porcentaje de población vacunada y esperando una tercera dosis que permita reforzar su capacidad de enfrentar las múltiples “oleadas”, el mundo está nuevamente en el mismo lugar, aunque ahora tenemos más información, y también más dudas.
La versión delta y posteriormente la aparición de la ómicron, dejan claro que el origen de nuestros miedos persiste y por más que intentemos evadirnos de la realidad, cuando despertemos el abismo aún estará ahí. La noticia de hoy habla de 25 casos en Chipre de algo llamado “deltacron”, suma de las últimas dos variantes. ¡Maldita sea!, denme un respiro.
La dispensa del ominoso momento, es que aparentemente el grado de letalidad de las nuevas variables del virus que agobia al mundo humano, es mucho menor que la cepa original. En estos momentos, hasta el aseador de calzado de mi colonia está más preocupado por la economía, que por morir en el intento de sobrevivir. “Que se muera el que se tenga que morir”, suenan los ecos que salen por las ventanas. Las familias no lo dicen a voz en pecho, pero lo piensan, hay muchos que ven a sus familiares cercanos con enfermedades crónico degenerativas como una carga y … hay que eliminar el peso muerto.
Hay sinnúmero de historias de personas que han perdido su patrimonio en días intentando salvar la vida de un ser querido en hospitales privados, los precios pueden variar dependiendo de la afección y los especialistas, pero de mínimo 130 mil del águila diarios es lo que cuesta aferrarse a la vida. Pocos pueden darse ese lujo. Muchos rematan sus propiedades y hasta donde les ajuste, a veces andan consiguiendo traslados a hospitales públicos o del IMSS aunque saben que son las antesalas de la muerte.
Aquí el punto es cómo se modifica el arquetipo de pensamiento, los hombres y mujeres del mundo piensan y juzgan las cosas de una forma distinta que antes de la pandemia. En un estado catártico como lo es una situación de guerra, los seres humanos son presa de sus miedos y solo aquellos que de manera natural han coexistido con elementos atroces que ponen en riesgo la vida, sabrán cómo reaccionar ante situaciones indeterminadas.
Un ejemplo, no tiene la misma visión del mundo un habitante de la zona fronteriza con EEUU o de los estados sureños a los que la violencia se ha vuelto cotidiana que los chilangos. Aunque la capital del país no es precisamente Suiza, también es cierto que no conocen los niveles aterradores de sadismo del resto del país. Testigos que han visto morir frente a sus ojos a hermanos, padres e hijos de las formas más crueles y despiadadas. No significa que los habitantes de la Ciudad de México no podrían sobrevivir, es solo que aún están en proceso de adaptación. Lo peor de la guerra del narcotráfico es que los ciudadanos inocentes sufren el abandono del estado.
No me salgo del tema, el ejemplo es porque los mexicanos que acuden con un enfermo en condiciones críticas a un hospital del IMSS, ISSSTE o del sistema de salud pública prácticamente lo llevan como res al matadero, cuasi condenado al paredón. Tal parece que el estado mexicano ha decidido apostar por el sistema de vacunación y limitar las acciones que afectan a la economía, tendrán que sobrevivir los más fuertes, los que son una carga para el estado y para sus familias, tendrán que sobrevivir por sus propios medios. El que no se cure con paracetamol y licuados de jengibre en su casa, difícilmente lo hará en él área de urgencias de algún hospital del IMSS.
Curiosamente el COVID no es propiamente un virus que ataca las vías respiratorias o el sistema inmune, cuando las personas pierden el gusto y el olfato, es porque el bicho está en el cerebro, no en la garganta y la lengua, inmediatamen el cincuenta por ciento de lo que disfrutan se ve trastocado, su mundo se derrumba y su salud se ve mermada porque mantener el ánimo es difícil, es más sencillo que el pánico se apodere del él o ella y su sistema inmune colapse al paso de algunos días. Sobre las secuelas aún no hay estudios serios y concluyentes pero, el daño mayor es neurológico, falta de agilidad mental y recuerdos que se han borrado y jamás se recuperarán.
Tal vez la especie se encuentra en un proceso de involución que convertirá a los humanos en autómatas sin conciencia, ni remordimientos. Simples masas de carne que obedecerán a cambio de pequeñas recompensas. Satisfactores y privilegios es lo que más aman los humanos de hoy y le temen sólo a dos cosas escencialmente, a la soledad y al dolor en cualquiera de sus modalidades. El dolor físico y el emocional, el dolor de saberse insignificante. El dolor de no poder ser.
San Luis Potosí debe ser el único lugar del mundo donde una autoridad municipal reparte pedazos de pan en la fila de cientos de personas que aguardan su turno para hacerse una prueba rápida de COVID, la rosca de reyes de la muerte le llamaría yo, eso sí, todos con su cubreboca y “moridisqueando de ladito”. El caso es no desperdiciar comida. En el municipio conurbado de Soledad de Graciasnos Sánchez se rompe con todo el orden natural de las cosas.
¡Ay sombra, no te me vengas…¡ ¡déjame rezarte un credo¡, así se titula el jocoso anecdotario del periodista Francisco Martínez García, “el zurdo” como le llaman quienes están en sus aprecios, es un testigo de la historia, un hombre que no se ha cansado de andar, recién festejó setenta y tres años de acucioso conversador y solícito narrador de nota policiaca. Conoce la naturaleza humana, de cómo reaccionan los individuos ante el miedo, la ira o el deseo inaudito de poseer lo que nunca se ha tenido. En su andar por la vida descubrió de lo que son capaces las personas, desde el más insignificante labriego hasta el poderoso político en ciernes.
La codicia es lo que despierta los demonios.
Sea pues ciudad de San Luis Potosí, eres iracunda y barragana, displicente y melindrosa, eres sombría al alba y diligente cual agrofa al caer la noche, eres la sombra de un pecado nefando.