CAP. 7 LA SOLEDAD, BUSCADA O ENCONTRADA
“Ya estoy aquí”, “ya he llegado”, eso era lo que le decía nada más llegar a casa y antes de siquiera quitarme el abrigo o dejar las bolsas en la cocina para que ella estuviera tranquila de que yo había llegado y no se preocupara por mí, pero también por ella ya que la había tenido que dejar sola un ratito mientras había ido a comprar.
Así fue durante unos cuantos meses, estos últimos, de una manera muy estricta pues yo sufría por ella al pensar que estaba indefensa, inmovilizada en cama. Años atrás, si me necesitaba, cogía el teléfono y me llamaba, pero últimamente ya no sabía ni marcar, ni hablar por teléfono, ni siquiera oía lo que se le decía por él, así que como he dicho estaba indefensa de todas las maneras.
Con estas circunstancias yo no tenía tiempo de tener amistades, ni tiempo ni ganas, pues entre ocupada por encontrar un trabajo, y cuidarla a ella, no tenía tiempo para nada más.
Durante muchos años atrás, a medida que nos alejamos en el tiempo no era tan malo el asunto. Ella se movía por la casa y aunque era un poco dependiente, no me absorbía tanto de mi tiempo. Pero por una razón u otra, no he tenido amistades, (ni aun cuando estaba vivo mi padre), como mucha gente sí tiene y donde, salen a tomar algo, conversan o disfrutan de otras cosas juntos. Hoy en día esto se ha convertido en usar constantemente las App’s del móvil y comunicarse constantemente con esas amistades que se tienen, que quizás yo diría no son tan verdaderas o tan fuertes, pero valen para intercambiar pensamientos. O también está la iniciativa de ir al cine. Yo decía, “para qué voy a ir a ver una película cuando en casa y con la televisión puedo ver todas las que quiera”, (que por cierto, no es que me gusten, casi ninguna, sólo que sirvan para entretener), así me pasé mucho tiempo, años, encerrada entre las ocho paredes de la casa y el huerto.
Así, como se puede ver o percibir, la soledad me ha acompañado durante mucho tiempo, de hecho, cuando hay mucha gente en algún lugar, no me encuentro cómoda, prefiero ir a lugares donde no haya mucha gente. Pero es que en casa con mis padres estaba feliz, tenía mis plantas, flores, las cuidaba y disfrutaba de sacarles las hojas muertas, regarlas, etc.
También, hace ya muuuuucho tiempo hicimos una piscina en el huerto. ¡Qué feliz era construyendo junto a mi padre! y también otros familiares que ayudaban.
Después vino la hora del baño en la piscina, estando un tiempo junto al jardín tomando el sol y sacándonos el calor de esos días de verano.
También estaban esos días en que mi madre invitaba a conocidos, amigos, tanto de ellos como alguno mío. Hacíamos una fiestecilla, hablábamos, comíamos y disfrutábamos. Todo en casa.
Desde que era muy pequeña no he tenido amigos, he tenido sí, conocidos pero es muy diferente, hay que diferenciar entre las dos palabras, pero la vida mía consistió en vida familiar junto a mis padres.
Después que murió mi padre, me quedo mi madre y como estaba tan ocupada en cuidarla y en buscar trabajo, nunca pude aumentar las amistades. Así que ahora me veo, (después de haber perdido a mi madre), sola, sin amistades profundas, viviendo lejos de la poca familia que tengo, (por el esfuerzo de encontrar un trabajo aceptable que me permita subsistir), y que se puede contar con una mano y creo que todavía sobran dedos. Sin el roce de estos pocos familiares, como se suele decir, “el roce hace el cariño”, incluso, con los que han nacido en estos último años, aunque me hayan visto, ni siquiera se acuerdan de quien soy, estoy sola.
Supongo que en todas las familias hay siempre contrariedades y no todas las familias están bien avenidas. Quizás ha sido por mi carácter, por mis gustos, preferencias, aptitudes o incomodidades, no lo sé, pero no tengo el contacto que se requiere con esos familiares o amigos, pocos como he dicho, así que me veo en la necesidad de explicar a extraños lectores cómo me siento, teniendo la esperanza de que alguno me comprenda y quizás vea en mí su reflejo.
Cuando he dicho que no tengo amistades, tampoco me refería a cero amistades, en realidad he tenido el apoyo de una persona, una amiga, que, entiendo que tenga sus cosas que hacer, pero siempre está allí para escucharme e intercambiar pensamientos, inquietudes y dilemas, aunque sea a larga distancia, por las ondas de la comunicación moderna.
Hay anuncios en diversos medios de comunicación que muestran a personas ancianas con su soledad por compañía. Se sienten solas, quizás en una casa antigua e inmensa, con un fuego para calentarse, pequeño para no gastar. O quizás en un banco de algún parque cercano a su casa, esperando a que pase el tiempo y puedan volver a su casa con algo que hacer, por ejemplo la cena, y acostarse para, a la mañana siguiente, volver a hacer lo mismo por no tener nada que hacer ni con quien compartir.
Con lo que describo de personas mayores no hace falta ser de una edad muy avanzada, no, cualquier persona puede encontrarse vacía, sola sin discriminación de la edad.
Es difícil de entender cuando uno es joven o lo ha sido, tiene que ir a la escuela, al trabajo, le esperan los compañeros para hacer alguna cosa en conjunto o muchas cosas más. Falta el tiempo por todas partes y nunca se llega a realizar todo lo que se necesita. Uno no se da cuenta de que realmente está solo o sola. Llega el día siguiente, la lucha por poder realizar todas las tareas hace que a uno se le olvide si está acompañada o sola, pero siempre hay alguien extraño con quien hablar unos momentos y expresar los pensamientos o necesidades de ese momento, pero realmente sin la importancia de esa conversación, pues de otro modo, no se lo dirías a gente extraña.
Cuando llega el tiempo de la soledad, por circunstancias de la vida, y uno no tiene con quien compartir los pequeños momentos que puedan hacernos feliz, ¿de qué vale la vida?