
“Siempre conviene tener una estancia, secreta y propia, en la que establezcamos nuestra verdadera soledad y nuestra principal soledad y retiro. Allí es donde debemos ordinariamente platicar con nosotros mismos, haciendo ese lugar tan privado que ningún conocimiento ni amistad extraña penetre” (Michel de Montaigne[1]).
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“El sabio puede vivir contento, e incluso solo, aun si está en la turbamulta de un palacio; mas si ha de elegir huirá, como la doctrina aconseja, hasta de ver palacio alguno” (Michel de Montaigne[2])
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“Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable” (María Zambrano[3]).
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“Escribir es una forma de terapia; a veces me pregunto cómo se las arreglan las personas que no escriben, que no pintan o no componen para huir de la locura, la melancolía y el terrible pánico inherente a la condición humana” (Graham Greene[4]).
[1] Michel de Montaigne: “Ensayos”, 3 Ts., Barcelona, Orbis, 1984, Tº 1º, Cap. XXXVIII, “De la soledad”, p. 180.
[3] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p 31.
