Siempre he sido mentalmente muy inquieto. Quiero decir que siempre he disfrutado pensando, pensando y pensando… Pensar sobre cualquier cosa, desde los temas más banales hasta los más trascendentes, pasando por aquellos más técnicos y profesionales. Me ha gustado siempre ser auto-suficiente, intentar no depender de nadie y aprovechar al máximo cada segundo de mi vida. Me he llegado a obsesionar en buscar los métodos y procedimientos más efectivos y eficientes en todo: En mi vida cotidiana, profesional, personal… pero también en mi vida más íntima, emocional, sentimental, espiritual, «interna», en definitiva. Y eso pasa primero por tratar de entenderlo todo.
En esa búsqueda incansable de la sabiduría, además de pensar mucho, de meditar y reflexionar mucho sobre todo mi entorno más cercano y sobre la experiencia ajena, o el entorno más lejano, también he necesitado expresarme y comunicarme mucho, obviamente. Por eso, siempre he sido muy transparente, muy directo y muy honesto con todo mi entorno más cercano: Mi familia y mis amigos. Y incluso en mi entorno más lejano, para muestra este escrito.
En mi juventud, recuerdo tener acalorados debates sobre cualquier tema. Lo cierto es que, en ese sentido, siempre encontraba más apoyo en las chicas que en los chicos. Es absolutamente cierto que, a esas edades los hombres sólo pensamos en una cosa (o en dos o tres!) y que el resto, sobre todo el tema emocional/espiritual es casi como hablar de física cuántica con un niño de 4 años… Sí, hay que aceptar que, sin ser «tontos», los hombres, por regla general, somos muchísimos más «básicos» que las mujeres, y en la adolescencia y «alrededores» eso se nota mucho. Cierto.
Pero mi gran decepción ha venido al comprobar que, ya en la edad adulta, mis posibilidades de tener una buena comunicación con mi entorno se han reducido exageradamente…. Sí, yo, en mi «tierna juventud», veía a lo lejos un futuro intelectual muy prometedor. Pensaba que con la madurez vendrían tiempos de debates profundos, especialmente en los planos más personales, que me permitirían evolucionar mucho y también colaborar en la evolución de esas personas más cercanas. Pues no.
Vivimos una época de auto-cancelación bestial. Seguro que aquellos que están más alineados con la «corriente social» actual no lo ven así. ¿Pero quién les dice a ellos que realmente piensan así o que, sin embargo, esa «corriente social» les ha «inundado» el cerebro? Lo que es cierto, es que los discrepantes, no tenemos cabida en esta sociedad. No podemos ni hablar para nosotros mismos. Temas tan interesantes de tratar como el aborto, por poner un simple ejemplo, quedan casi totalmente excluidos de cualquier conversación entre un grupo de amigos adultos. Simplemente porque planea sobre ellos la sombra de la «cancelación social», la humillación del que no piensa como indica «El Sistema».
Cualquier tema social, filosófico, humano se ha politizado y eso implica, «extrañamente» que las soluciones se han dogmatizado y ya no son discutibles. Impresionante la estrategia de los políticos/gobernantes para implantar un régimen dictatorial como el actual. Ya ni tu pareja o amigos te permitirán expresarte libremente sin pedir perdón antes por ello…
A priori, puede parecer que es un mal menor, a tenor de los problemas globales que nos acechan actualmente. Pero no lo creo. La sociedad, la política, la filosofía, la ética, la moral… son temas fundamentales en el Ser Humano, son lo que más nos diferencia de cualquier otro ser vivo. Son, o deberían ser, las herramientas esenciales en la formación de las nuevas generaciones. Pero lejos de serlo, son temas que, o bien ya están supuestamente consensuados, o bien directamente menospreciados por una sociedad cada vez más materialista y superficial que acepta «ovejunamente» cualquier norma, imposición y restricción de quién tenga ese poder, normalmente el Estado, definido por los gobernantes de turno.
Ante este panorama intelectual tan dantesco, uno intenta refugiarse en su «caverna», es decir en su familia, su pareja, sus hijos y sus amigos más íntimos, verdad? No somos «supermanes», pero necesitamos tener nuestro espacio de libertad, en este caso, libertad «intelectual», donde poder expresarnos a nuestro antojo y donde nos sintamos mínimamente honestos con nosotros mismos, es decir, donde sentirnos realmente PERSONAS y no simples borregos que siguen todas las normas impuestas y que se llegan a auto-censurar por miedo al «qué dirán»…
¿Pero qué pasa cuándo tu propia «caverna» se derrumba o, por lo menos, está llena de «humedades» y otras incomodidades muy presentes? Es decir, ¿qué pasa cuando ni siquiera en tu entorno puedes ya expresar tus pensamientos libremente?… ¿qué pasa cuando tu propia pareja o amigos se han «aborregado» también o, ni siquiera, entendieron jamás cuando eran adolescentes que el único camino es tener PRINCIPIOS en la vida? ¿qué pasa cuando los profesores de tus hijos les imponen estupideces y tu pareja, lejos de formar un «frente común» ante ese grave problema, se une a ellos? Pues pasa que se te cae el mundo encima, obviamente.
Y sí, nuestra «caverna» se nos puede caer encima sólo por los problemas políticos que existan en nuestra sociedad. Muchos se creen, ingenuamente, que la política no nos afecta en el día a día. Incluso son incapaces de ver la intromisión del Estado/Gobierno en la propia educación de NUESTROS hijos. Y si lo ven, intentan engañarse para seguir sin comprometerse en la educación de sus propios hijos. Claro, nunca «han pensado» y si lo han hecho es de forma muy manipulada y, por lo tanto, no están seguros de NADA… Son todo dudas y relativismo, donde todo vale o no, si así nos lo indican los poderosos… Son reales borregos que deambulan por el pasto, esperando que un bondadoso pastor los guíe… Incluso algunos, se rebajan a ser guiados por el perro del pastor!, que seguro tiene mucho menos potencial intelectual que ellos. Son los ateos que, de todas formas, tienen ese Dios especial: El Sistema, el gran y único dios del Universo! Pobres idiotas…
Lo peor de esta sociedad aborregada, no es la triste realidad de que vivimos en un mundo de zombis, únicamente interesados en sus placeres más mundanos y poco más. Lo peor es que, los pocos con más inquietudes estamos aislados, arrinconados, incluso en nuestras propias «cavernas» en el sentido más extenso, llegando incluso a no tener la «sagrada» legitimidad de educarnos a nosotros mismos en el futuro, es decir, educar a nuestros propios hijos… Es realmente frustrante…
¿Qué hacer ante esta situación?… Focalizarse en tu profesión y dar lo mejor de ti, al menos en esta faceta, donde parece que aún tenemos libertad? Y vivir superficialmente el resto de tu vida, incluida la formación «profunda» de tus propios hijos? Es realmente una opción esta basura?! Otra opción es vivir como un monje de clausura, intentado «aislar» a tus hijos de toda esta «mierda social», incluso de su otro progenitor alienado, en la medida que el cacique gobernante de turno te lo permita…
Y llegamos en este recorrido «interior» a un punto importante: La Soledad. La soledad del que se atrevió un día empezar a pensar por si mismo, más allá de lo que sus padres le habían indicado hasta ese momento. La soledad del que, lejos de «plantar cátedra» con su inquietud intelectual, ha visto como incluso aquella persona a la que ama, no la ha podido «rescatar» de su realidad superficial. La soledad de quien ve alejarse a sus amigos de la adolescencia por sus, ahora ya, problemas «de adultos», igual de vacíos y superficiales que los que tenían cuando eran adolescentes… En fin, esa soledad que impulsa a muchos a querer abandonar este mundo de borreguitos, zombis y otros «parásitos vitales», más que de personas íntegras y profundas.
Claro, obviamente, siempre tuve problemas para tener relaciones sentimentales… Lo raro hubiera sido lo contrario. «Finalmente», me lancé de cabeza a una relación que quise creer que era realmente especial. Supongo que «se me pasaba el arroz» y la «soledad del soltero» hizo el resto… Tengo un niño, fruto de esa relación, al que quiero más que nada en este mundo. Sólo por eso, esa decisión fue totalmente correcta. Eso sí, creo que ahora estoy más solo que en mi «soledad de soltero». La madre de mi hijo parece que nunca saldrá del «redil» y tendré que encontrar la manera de poder convivir con mi soledad «eterna» mientras intento convertir a mi hijo en un hombre íntegro sin tener que «abandonarlo» semana sí semana no…