Revista Cultura y Ocio

La soledad en tiempos de crisis

Publicado el 05 enero 2016 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

Hace unos días un amigo parisino compartió esta foto en sus redes sociales adjunta a un comentario alegre que me entristeció profundamente: “el lado positivo de los atentados: una sala de cine para mí solo”.

Esto me entristeció porque de inmediato me invadió una sensación de pequeñez, de finitud, de abrumadora soledad entre la gente. Creo que eso es lo peor que dejan las crisis, lejos de agruparnos, de hermanarnos de volvernos uno ante la adversidad, cada cual se encierra en sus cuatro paredes e intenta ponerse a salvo. Es diferente cuando sucede una catástrofe de índole natural (terremoto, aluvión, etc), pues eso nos une, nos vuelve colaborativos, empáticos, solidarios, bonachones. En cambio, cuando la catástrofe la generan nuestros pares, nos inmoviliza el miedo y ya no somos capaces de mirarnos a los ojos. Nos morimos de miedo. Esa es la mejor estrategia para controlarnos, dividirnos, excluirnos.

En este sentido, la guerra, los atentados, la delincuencia, nos empujan a creer que el ser humano es malo por naturaleza y por eso no debemos confiar en el vecino, en el que practica cierta religión, en el que se viste de tal cual forma. Esta es mi reflexión, muy personal, por cierto: me asusta un mundo en el que cada cual se las tiene que arreglar solo, me sobrecoge pensar que entre la gente siempre cabe la posibilidad de estar en absoluta soledad.

No imagino París vacía de su gente tomando café y fumando cigarros, de las hordas de turistas fuera del Louvre, de los puestos de venta de libros y arte a orillas del Sena. Mi amigo me dice que las calles están algo vacías, pero que se respira aire de normalidad. Pero por algún motivo la fotografía del cine vacío sigue inquietándome. Entonces, cierro los ojos, paseo por París tranquila, como la conozco, como la imagino, como la relata Cortázar o como se la ve en las películas. Pienso en la Maga y Oliveira que andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse y me angustia saber que quizás luego de estos acontecimientos no les habría resultado ningún encuentro casual, quizás ellos también se habrían encerrado en sus depas para ponerse a salvo mientras esperan lo peor. La historia de amor no habría funcionado en un mundo tan hostil como el nuestro. Por eso existe en la literatura, porque la vida real es mucho más cruel, más difícil. Quizás sea por esto último que la foto de la sala de cine vacía me inquieta tanto: temo que de tanta bomba y sangre derramada terminen matando al amor. Eso es lo que realmente me asusta: al final del día, para qué sirve la esperanza sin amor.

De todos modos, creo que estoy exagerando. En realidad la situación no es para tanto, es muchísimo peor lo que viven en Medio Oriente donde hace muchos años los bombardeos son pan de cada día y no solo ha muerto el amor, sino también han muerto las personas y hasta Dios. El problema es que le pongo mucha atención a los medios de comunicación tradicionales y ellos me contagian su propaganda, porque de información ahí hay poco. Y lo peor es que aunque soy consciente de esta manipulación no apago la tele ni dejo de prestar atención a las publicaciones en las redes. Algo anda mal. No solo en el mundo, sino también en mí, pues soy como la ciudadana del vulgo de la que habla Sócrates, esa que no es capaz de elevarse y ver el mundo desde otra perspectiva, tal como lo haría el verdadero filósofo. Algo anda mal y no es solo mi prójimo, es mucho peor: el mal empieza en mí. Esto último me angustia tanto como la foto, el mundo vacío no solo de personas sino también de reflexión, eso es lo que finalmente desató toda esta cháchara.

Por Cristal

llavedecristal.wordpress.com


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