Revista Economía

La soledad y los robots

Publicado el 02 junio 2021 por Ignacio G.r. Gavilán @igrgavilan

La soledad y los robots

Continuamos en este post comentando alguna derivada adicional del fenómeno de la antropomorfización de objetos, es decir, la atribución a estos objetos, y muy en concreto a los robots, de características humanas como voluntad, intenciones o sentimientos. Un tema al que en los últimos meses hemos aludido con cierta frecuencia en este blog.

Si en el post anterior veíamos alguna implicación negativa en el ámbito legal, ahora nos centramos en un aspecto mucho más personal: el de la soledad.

La tendencia a la antropomorficación es, realmente, absolutamente general. Todas las personas lo hacemos y en relación a todo tipo de objetos y, claro, también animales. Parece una característica común y diría que casi positiva en general e incluso enternecedora en algunos casos (pensemos, por ejemplo, en la relación de cualquier niño o niña con sus peluches).

Sin embargo, también hay consideraciones delicadas al respecto. Según nos cuenta la roboticista Kate Darling, en su último libro, 'The new breed', esta tendencia a la antropomorfización se acentúa en la personas que sufren la soledad. Nos dice así: 

People who are lonely appear to have a much stronger tendency to antropomorphize nonhumans, even bonding with objects to the point of developing deep personal relationships.

Más allá de posibles resultados experimentales, parece algo lógico e intuitivo: si vives en soledad parece normal tener una mayor necesidad de socialización, afecto y compañía y, por tanto, parece normal también el ser más proclive a buscar esa compañía y afecto en fuentes no humanas: objetos y animales.

Diría que eso, y pensando específicamente en el campo que me interesa de los robots sociales y la Human-Robot Interaction, genera una doble perspectiva. 

Por un lado, existe una oportunidad de brindar cierto tipo de apoyo y ayuda a esas personas en soledad mediante medios artificiales, digamos robots sociales. 

Pero también alerta de un riesgo. Nos avisa de que estamos tratando un tema delicado y de que esas personas necesitan realmente calor humano. El apoyo artificial, pues, parece que debería ser de ámbito limitado, siendo más un alivio que una solución, fijando unas expectativas claras en esa 'relación' y sobre todo, no sirviendo de excusa para obviar la necesidad de un verdadero contacto y calor humanos que alivien el profundo problema de la soledad.

Por eso, creo, hay una oportunidad para los robots sociales pero se necesita conocimiento, prudencia y ética.

No parece un reto menor.


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