
Todas las temporadas se publica alguna novela extraordinaria que corre el peligro de pasar desapercibida en las mesas de novedades porque, en fin, las editoriales no pueden invertir en una gran campaña de marketingpara todos sus lanzamientos. Esta vez, esa obra inadvertida viene firmada por Brian Moore (Belfast, Irlanda del Norte, 1921 – Malibú, California, 1999), un novelista criado en una familia católica irlandesa que después de la Segunda Guerra Mundial se estableció en Canadá, donde trabajó como reportero y obtuvo la nacionalidad canadiense; y más tarde se trasladó a Estados Unidos, donde impartió clases de escritura creativa en la universidad. Moore comenzó su carrera literaria publicando thrillersa principios de los años cincuenta, y La solitaria pasión de Judith Hearne (1955) fue su primer libro fuera del género, que tuvo una gran acogida a pesar de haber sido rechazado inicialmente por diez editores norteamericanos, por lo que recurrió a un editor inglés.




Brian Moore
Hay que decirlo alto y claro: La solitaria pasión de Judith Hearne es una obra maestra. Con los mecanismos de una comedia de costumbres, ahonda en el lado más débil del ser humano y dedica críticas afiladas a los valores tradicionales de la sociedad irlandesa y muy en particular a la religión católica. Caracteriza los personajes con brillantez, desde la protagonista hasta el secundario más nimio, todos enfocados con una mirada ingeniosa pero también empática, que enfatiza la doble moral en la que todos están inmersos. Demuestra plasticidad literaria en su construcción, que en ningún momento deja de sorprender por sus múltiples recursos. Y, por último, da protagonismo a la solterona, la solitaria, la amargada, y logra que el lector vea en ella todo lo que los de su alrededor no ven: la verdadera Judith Hearne.La novela se adaptó al cine en 1987 en una película homónima dirigida por Jack Clayton y protagonizada por Maggie Smith y Bob Hoskins. Los fotogramas que ilustran la reseña pertenecen a este filme.