Estamos acostumbrados a que los que vemos, oímos diariamente en los plasmas y radios que a veces ponemos en marcha, cada vez que sale un político, diga lo que diga, declame lo que quiera, la realidad es que suelen tener mucha soltura.
Esa facilidad que tienen muchos de ellos, es verdaderamente encomiable para decir sin sonrojarse todas las cosas que le vengan en gana y quedarnos con ganas de saber de verdad lo que han dicho.
He pensado muchas veces que no es que tengan soltura en sus discursos y actuaciones, es que lo que creo que sí tienen es mucha cara dura, pero mucha.
Tengo esa sensación que se me antoja un poco de tomadura de pelo, así en general, y me infunde en mi ser, no ya un cabreo patológico, sino algo que se ha convertido en una mochila pesada que se nos planta nada más tener derecho al voto.
La soltura, así demostrada por estos individuos se va transformando poco a poco con lentitud que exaspera como cuando estamos en una cola en alguna institución para solicitar, por ejemplo un certificado de que somos buenas personas. Al final cuando conseguimos ese papelito de marras, nos damos cuenta de que esa soltura se ha convertido en una tortura diaria cada vez que escuchamos o vemos como nos toman el pelo que algunos ya no tenemos, pero nos lo toman.
Sepamos llevarnos bien con lo que nos ha tocado vivir, pero ya no quiero ver más esa soltura, pues esa soltura se ha transformado en amargura y eso ya no es la soltura.