Inicio de la república francesa
El río baja revuelto, la situación en España no es buena y el conflicto abierto entre Madrid y Barcelona está enquistado. Ambas partes no tienen intención de entablar ningún diálogo, cosa que a mi juicio no es buena y tiene mala resolución.
La falta de diálogo aumenta la incertidumbre, pues los posibles finales tienen muy mal color. Hace semanas Julian Assange vaticinaba una guerra civil en España como resultado final del intento de independencia de Cataluña. Afortundamente tal salvajada no se ha producido, aunque viendo que parece que en este país se prefieren utilizar los puños al cerebro como herramienta de resolución de conflictos, la posibilidad no es descartable.
Quizás acaben todos los dirigente políticos de Cataluña en la cárcel y el conflicto se cierre en falso. Volverá a resurgir con más fuerza en unos años.
Yo no creo que España, ni ningún otro país, deba ser indisoluble. Me parece perfecto que cada cual pueda decidir sobre su futuro, sobre si quiere estar en España o no. A pesar de ello creo que es un error que Cataluña salga de España y temporalemente de la Unión Europea, pero que cada uno aguante su vela.
Además soy de la opinión de que España fue un invento de Felipe V, hace unos 300 años, antes había Corona de Castilla y Corona de Aragón. Y aunque tuviera quinientos años, tampoco me parece un argumento que pueda sostener nada. El tiempo avanza, las sociedades evolucionan, y anclarse en el pasado y en nacionalismos casposos es altamente dañino para la salud. El siglo XX ya estuvo plagado de guerras por culpa de estos mismos nacionalismos (no queremos más guerras mundiales), es hora de aprender de los errores y pasar página.
Y esa evolución también es aplicable a la Constitución Española, esa ley que es ignorada completamente cuando se trata de los derechos de los ciudadanos y que se enarbola como bandera de la democracia para justificar el marco político-económico que favorece a los que detentan el poder económico y político. Las leyes hay que cambiarlas cuando se hacen viejas, o en su defecto ignorarlas. Algo que tampoco es deseable porque el saltarse las leyes a la torera abre la puerta a la represión violenta y ello continuaría con una escalada de mal color: disturbios, atentados, guerra…Algo que hay que evitar. Pero la Constitución de 1978 está gastada, ya no es útil a la sociedad. Su misión de continuismo de las instituciones franquistas, pero de buen rollito, ha finalizado y hay que enterrarla.
De modo que toda solución pasa por el diálogo, pasa por el consenso, pasa por un cambio rotundo. La solución de Cataluña es la solución de España. Todo ello pasa por ir a un modelo de estado diferente: una república federal.
En una república federal, Cataluña tendría cabida. Aún así podría decidir libremente votar para adherirse a España libremente o no. Al igual que las otros 18 miembros restantes de la república. Y esta solución es extensible a Galicia, País Vasco, Andalcía, o a Castilla León, a todos.
De modo que los dirigente de Madrid y de Barcelona deben reconocer su ineptitud y su egoísmo. Retirarse del tablero, dimitir y dejar que otros negocien la forma en la que España debe evolucionar hacia otro modelo de estado diferente en el que haya igualdad y previsiones de futuro.
Pero llegar a ello desde dentro del marco legal es complicado, harían falta tres quintas partes de ambas cámaras, es decir, 210 diputados y 162 senadores. Y no hay que olvidar que los partidos políticos pagan sus campañas electorales con dinero prestado por el poder económico, ese que continuó detentando el poder a pesar de caer la dictadura y que no van a consentir que su sacro santo cortijo se desestabilice. Son los dueños de las empresas, de los bancos, del ejército, de los partidos políticos y de los medios de comunicación: luchar contra ello con sus armas es prácticamente imposible.
Aún así abogo por intentar, de forma dialogada, plantear un escenario en el que España pase a ser una monarquía caciquil y anticuada, a una república moderna y abierta al progreso.