Angola prepara una orden de arresto contra Isabel dos Santos, hija del expresidente y la mujer más rica del continente
José Eduardo dos Santos creía que lo había dejado todo atado y bien atado. En 2017 abandonaba voluntariamente la presidencia de Angola, después de 38 años en el poder, pero elegía a su relevo, João Lourenço —refrendado luego en las urnas—, y se reservaba la prerrogativa de seguir nombrando a los jefes del Ejército, de la Policía Nacional y del Servicio de Inteligencia.
Pero a las pocas semanas de ser elegido, en unas elecciones celebradas en agosto de 2017, el delfín Lourenço declara la guerra a la corrupción y a los oligopolios de telecomunicaciones y cemento. Sin mencionarlos, apunta directamente a los negocios de la familia Dos Santos y, principalmente, a los de Isabel, de 46 años, la primogénita e hija predilecta del exmandatario. Nadie lo creía entonces, pero tres años después el Gobierno ha embargado a Isabel dos Santos todos sus bienes por un desfalco de 1.100 millones de euros a las arcas del Estado y prepara una orden de detención contra ella si no se presenta a declarar.
Miss mujer más rica de África 2016, “una de las mujeres más influyentes del mundo por su papel en el desarrollo del continente africano (sic)”, según la BBC en 2015, la ejecutiva que era presentada como ejemplo de emprendimiento internacional se refugia hoy en Rusia y en los Emiratos Árabes, salvo una visita relámpago a Lisboa este jueves para dar poderes a sus abogados. Las plazas financieras de Londres y Nueva York intentan marcar distancia de cualquier incómoda colaboración con su imperio. Isabel lo niega todo. “No podemos utilizar una supuesta lucha contra la corrupción para neutralizar de forma selectiva a potenciales candidatos a la presidencia del país [Angola]”, ha declarado esta semana a la televisión pública portuguesa.
Sin embargo, la publicación de unos 7.000 documentos sobre su oscura trama financiera —el conocido como Luanda Leaks, la investigación de un consorcio internacional de periodistas— ha acabado con la bula internacional de que gozaba.“Es guapa, es lista, es educada”, la retrata la exeuroparlamentaria socialista portuguesa Ana Gomes, “pero también una tremenda ladrona a su pueblo”.
Madre rusa
Isabel dos Santos llegó a Angola con 24 años, en 1997. Había estudiado ingeniería, como su padre, en Bakú (Azerbaiyán), como su padre, que conoció allí a la madre de la ejecutiva, la rusa Tatiana Kukanova cuando ambos coincidieron en la universidad. Isabel se licenció también en Londres en gestión de empresas. Su primer negocio no fue muy original, una discoteca en la bahía de Luanda para la élite de una ciudad en la que la mitad de sus ocho millones de habitantes no tiene agua corriente.A partir de ahí, sus grandes pelotazos estuvieron ligados a concesiones de servicios públicos por parte de su padre y presidente del país.
Con su padre el “compañero” José Eduardo dos Santos, expresidente de Angola y tan ladrón como ella.En su obsesión por labrarse un prestigio empresarial internacional, Isabel frecuenta durante años las redacciones de los más importantes periódicos anglosajones, del Financial Times al Wall Street Journal, a cuyos periodistas asegura que todo lo ha conseguido gracias a su esfuerzo. “Tuve sentido para los negocios desde muy pequeña. Vendía huevos a los seis años”, confesaba al periódico británico. “Hay muchas personas con lazos familiares que hoy no son nada. Si eres trabajador y persistente, tendrás éxito. No creo en caminos fáciles”. Si alguien le recordaba que su padre fue quien la nombró presidenta de Sonangol, la petrolera estatal angoleña, ella puntualizaba: “No fue mi padre, fue el presidente del Gobierno”.
Sin embargo, el imperio forjado por Isabel dos Santos empieza a decaer con la retirada por cuestiones de salud de su padre-presidente, en 2017. En solo 20 años, el mandatario había desarrollado todos los lazos económicos que se puedan imaginar con sus hermanos, primos, tíos, madrastras y padrastros, formando una gigantesca telaraña de intereses, pero sobre todo con Isabel, la más capaz de la familia. “Trabajo siete días a la semana, siempre estoy trabajando”, repite.
Con su esposo el “empresario” de origen congolés Sindika Dokolo.La fortuna personal de Isabel dos Santos la estimó en 2016 la revista Forbes en 3.200 millones de dólares (unos 2.900 millones de euros). Hoy esa cifra podría quedarse corta. Solo en Angola, admite poseer activos que superan los 2.000 millones de euros. Allí tenía un 25% de Unitel, la primera telefónica del país, la mayoría del Banco de Fomento, las principales cementeras, la empresa de energía Niara Power, los hipermercados Candado, la cervecera Luandina, la televisión Zap, contratos con el Estado por 6.700 millones de euros, licencias para la comercialización de diamantes y la presidencia de Sonangol, causa de la primera denuncia del Gobierno. Y aún le sobraba tiempo para presidir la Cruz Roja. El cambio de Gobierno ha acabado con todas sus prebendas o las ha embargado.
El mayor número de empresas y sociedades de Isabel fuera de Angola se concentra en Portugal. Allí, el banco Eurobic (42,5% de Isabel) servía para despistar dinero hacia paraísos fiscales, a través de sociedades en Holanda, Chipre o Malta. Mientras estuvo en la cumbre, Isabel era alabada por ministros y gobiernos de todo signo. En plena crisis económica portuguesa, se presentó en los bancos BPI y BCP y compró por un euro el Eurobic, una pequeña entidad que había sido reflotada por el Gobierno por mil millones. A través de sus compañías angoleñas entró en Galp, la primera empresa portuguesa de energía, y compró la mitad de Nos, la primera operadora.
Su boda en 2003 con el rico congoleño Sindika Dokolo, con quien tiene cuatro hijos, sirvió para ampliar negocios y territorios. Dokolo se encargaba de controlar el comercio estatal de diamantes. Además de adquirir para la familia un firma de alta joyería suiza con dinero público de Angola —una operación que algunas fuentes sospechan vinculada al blanqueo de diamantes de procedencia ilegal—, se llevó cinco millones de euros por hacer de intermediario.
El penúltimo día del año, el imperio de Isabel dos Santos se desmorona. Angola embarga sus cuentas, la masiva filtración del Luanda leaks desvela sus tejemanejes, los auditores no quieren trabajar con ella, sus asesores financieros renuncian o se suicidan —como Nuno Ribeira da Cunha, su gestor en Portugal—, y la fiscalía angoleña prepara una orden internacional de detención si no se presenta a declarar. Isabel Dos Santos ha pasado de reina a rea.