Revista Opinión

La Sombra De La Revolución

Publicado el 07 septiembre 2018 por Carlosgu82

Crónica sobre la novela “La sombra del caudillo” de Martín Luis Guzmán.

La sombra de la revolución
La mañana del 3 de octubre de 1927, cambiaría por completo la historia de México. Pero antes de ello, recibiría, el joven ministro de la Guerra, el General Ignacio Aguirre, mucho apoyo por parte de jóvenes políticos para tomar la candidatura a la presidencia de México, oponiéndose, al General Hilario Jiménez, quien estaba muy apegado al Caudillo. El joven ministro no estaba muy seguro de aceptar la propuesta, recorría de principio a fin el mismo plan, convencer a todos de que no podía aceptar la candidatura, aunque eso le hiciera verse algo presuntuoso frente a otras figuras políticas. Pero de aceptar la candidatura, chocaría con el Caudillo, y él no quería eso. Su fiel compañero, Axkána González, se encargaría de convencer al gran político, Olivier Fernández, de la respuesta negativa de Aguirre hacía la candidatura.

Pero entonces, el encuentro llegó, en Chapultepec, Ignacio Aguirre y el Presidente conversaban. El joven ministro se dirigía al Caudillo con aires de franqueza; expresándole que había recibido visitas de algunas figuras importantes, las cuales, le daban todo su apoyo; pero él, les había dicho que mejor fueran a apoyar a Hilario Jiménez. Tras un momento de incomodidad; ambos partieron.

A su encuentro con su fiel amigo, el joven ministro le dio todos los detalles de su conversación con el Presidente. Buscaba Aguirre un consejo, pero estalló, se exaltó porque el Caudillo no le había creído ni una sola palabra. Su compañero, Axkána, quedó con ganas de decirle que pronto sería una amenaza para Hilario Jiménez.

Al poco tiempo, Aguirre y Jiménez celebraron su última entrevista, sabían que el momento llegaría, que habrían de enfrentarse el uno al otro gracias a sus ambiciones. En aquella plática, sus verdaderos rostros salieron a la luz, ambas personalidades chocaron; Aguirre se ahogaba en su propia cólera, Hilario Jiménez le había pedido ordenar que Encarnación -otra figura política- entregara el mando, y no sólo eso, también que lo nombraran candidato del Partido Radical Progresista y así poder proceder a su modo con Olivier, Axkána y demás figuras. ¿Le pedía acaso que entregara a sus amigos? Aguirre optó por anunciar que quizás renunciaría a su puesto de ministro de Guerra, a Hilario no le basto, y hasta ese punto, ambos dejaron en claro que no eran amigos.

La Cámara de Diputados sabía que el joven ministro de la Guerra rechazaba su candidatura, aunque creían que tal actitud solo era para crecerse y tomar ventaja ante la situación. Sería Olivier Fernández quien contactaría al gobernador de Jalisco, Agustín J. Domínguez, invitándole a visitar México; horas después, Oliver, Agustín y Eduardo Correa -presidente municipal de la ciudad- se encontraban en una junta secreta, donde Olivier expondría su plan a los directores principales del Partido Nacional Radical Progresista; anunciar que tal partido apoyaría a Hilario Jiménez en su candidatura. Pero a Hilario Jiménez no le convencía, pedía pruebas. La prueba sería que la convención del partido radical progresista, lo proclamará candidato a la Presidencia de la República; la convención se llevaría a cabo en Toluca, y como todo había salido bien, Olivier y sus dos acompañantes, se pusieron en marcha. Se contactaron con el gobernador del Estado de México, Catarino Ibáñez, y le dieron instrucciones sobre el plan.

Hubo una reunión de políticos en Toluca, en un restaurante, donde gracias a las acusaciones y exaltaciones de algunas figuras, todo termino en una horrible riña, sonaban balazos por allí y por allá. Todo el mundo corría para protegerse de los disparos; en aquella escena, sólo resonaba la voz del gobernador.

Tiempo después, Axkána era capturado por el enemigo y mientras eso ocurría, Ignacio Aguirre se encontraba en la Secretaría de Guerra recibiendo a Remigio Tarabana. El joven ministro se uniría al fraude aceptando un papelito amarillo que ofrecía una compañía petrolera norteamericana, may-be. Más tarde, en aquel momento, aparecería La Mora, Beatriz Delorme. Había llegado muy agitada y tenía que anunciarle algo urgentemente a Aguirre. La Mora le contó lo sucedido con Axkána. El responsable había sido el coronel Zaldívar. Aguirre hizo que Zaldívar confesara por medio de un papel que contenía su firma; El ministro fue a dar al castillo de Chapultepec al día siguiente de la confesión, se dirigió al Caudillo y le entrego el papel, donde se decía, con palabras de Zaldívar, que el responsable del secuestro de Axkána había sido Hilario Jiménez. El Caudillo por supuesto, lo negaría. Al joven ministro no le quedo de otra más que aceptar su candidatura y renunciar a su puesto como ministro de Guerra. Poco después de todos aquellos sucesos, Protasio Leyva, Jefe de las Operaciones en el Valle y comandante militar de la plaza, se reuniría con Ricalde y López Nieto, líderes del movimiento “hilarista”. Querían destruir a los “aguirristas” de la Cámara de Diputados. Manuel Segura, sobrino de Leyva, recibió la lista con los nombres de quienes debían desaparecer, todos, aguirristas.

En todo ese proceso, hubo una organización, un complot, para cazar a Olivier Fernández, murieron otros, pero no el objetivo. Había fracasado el plan de eliminar a la tropa aguirrista de la Cámara de Diputados. Pero eso no acabaría ahí, las ansias de destrucción y de poder se anunciarían pronto, con un nuevo plan, con un nuevo atentado, con la ambición de eliminar a los aguirristas. Entonces pasó tiempo, y, el Presidente había hecho una falsa declaración ante el periódico El Gran Diario, donde exponía fuertes acusaciones contra Ignacio Aguirre. Este último, se encontraba leyendo tales acusaciones, se preguntaba cómo era posible tanta falsedad; y en un instante, se encontraba el ex ministro siendo trasladado hacía ciudad de México. Acompañado del coronel y unos cuántos más. En el transcurso del viaje, se detuvieron por unas montañas. Hubo un reencuentro entre el coronel, Leyva, Segura y miembros de la Jefatura de Operaciones en el Valle de México. El coronel hizo que aparecieran algunas figuras, Axkána, Olivier, Tarabana, el redactor de El Gran Diario…

Después todo se desmoronó ¿recuerdan el inicio? el 3 de octubre de 1927, la historia de México cambiaría. El ex ministro de Guerra, Ignacio Aguirre, sería asesinado, y junto con él, todos los demás aguirristas, ante las manos de Manuel Segura. Los presos corrían, algunos gritaban “¡Viva México!” y se desplomaban a los pocos pasos, atravesados por los disparos incesantes. Axkána, víctima también de aquellos disparos, miraba el cadáver de su fiel amigo que yacía en el piso, por unos momentos estuvo a lado de ese cadáver “porque era sentir consuelo recibir la muerte de la misma mano” pero después se levantó, y como merecedor digno, de la suerte, sobrevivió a aquella escena trágica.

Aquella fue la historia de un México corrompido por la ambición del poder y la soberbia, un México hundido ante el mando de un Caudillo.  La sombra de la revolución mexicana permanece ante nosotros.


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