Revista Cine
Director: Ciro Guerra
Una de las dos nominadas a mejor oscar por película de habla no inglesa es la colombiana "El abrazo de la serpiente", que por más tiempo del prudente pensé que trataba sobre un padre que luego de muchos, muchos años, volvía a la casa familiar para encontrarse con las típicas dificultades surgidas de la ausencia. Recién cuando vi el trailer de la película de Ciro Guerra me di cuenta de que confundí su argumento con el de "La tierra y la sombra", otra cinta colombiana que cosechó elogios en el Festival de Cannes del año pasado. Como la nominada todavía no está en mi poder, me dije que sería interesante buscar las dos películas previas de Guerra, "La sombra del caminante" y "Los viajes del tiempo", sorprendentemente fáciles de encontrar. Hoy comentaremos ambas, y mañana volveremos con John Ford, esperando que tanto la de Guerra como "Saul fia" toquen el timbre.
Mañe es un lisiado y desempleado que vive agobiado por las deudas y la soledad, rodeado de personas que lo menosprecian. Un día es ayudado por un misterioso hombre que trabaja transportando personas en su espalda de un lugar a otro. Entre ambos surge una genuina pero complicada amistad.
A juzgar por ésta, la segunda película y lo que sugiere el trailer de la tercera, Ciro Guerra es un cineasta especialmente preocupado de la identidad más insondable de su país y todo lo que se ramifica a partir de tan problemático núcleo, ya sea adentrándose en el paisaje urbano, que es el presente caso, ya sea en paisajes rurales, que es lo que veremos en "Los viajes del viento". La ciudad que nos muestra Guerra, en un sucio y desamparado pero modesto y humilde blanco y negro, es el hogar de una sociedad en crisis moral, económica y podríamos decir histórica, con la irrevocable presencia de la memoria de un país marcado por la violencia y la muerte quebrantando la cotidianidad de la gente, enfrentándolos sin cansancio a aquello que tanto temen, y causando heridas tanto en los variados recovecos de la ciudad como en el cuerpo y alma de la gente, herida en forma de bala alojada en la cabeza o de una pierna perdida. Así, las caminatas que nuestros dos personajes principales emprenden constituyen un directo paseo por las culpas y dolores de una sociedad en la que se cruzan victimarios y víctimas, pasado y presente, generalmente dispuestos al conflicto y no la reconciliación, algo que por lo demás parece inviable dado que ni uno quiere perdonar ni el otro pretende obtener un perdón imposible. La amistad entre el hombre de la silla y Mañe se ve afectada por la herida país toda vez que mientras más sabemos de uno y de otro, más absurda parece su relación, aunque resulte desolador que la genuina y honesta camaradería entre dos sujetos que simpatizan por problemas similares (la pobreza, el desprecio ajeno, la cualidad de parias) vaya quebrándose con cada golpe que el pasado les propina. Guerra parece decir que, lo quieran o no, nunca podrán enterrar su pasado, aunque tristemente tal sea la situación desde quién sabe cuándo, pues siempre se encontrarán de frente con aquella memoria aparentemente olvidada, lo que explica que en el fondo todos se tengan miedo entre sí. Ciertamente una trágica existencia...
El cine de Guerra destaca por ser más conceptual que otra cosa: una exploración de tiempos, lugares, personas y temas más que un cine de argumentos, acción o de autor propiamente tal: Guerra se abstrae de la realización en el sentido de que no impone su punto de vista ni gustos estéticos, sino que se amolda a lo que la realidad le provee, examinando con su cámara todo aquello a su alcance. No es lo que él ve, es lo que se ve. Está claro que la realización de Guerra es cuidada y no dejada al azar (aunque no se nota un afán ultracontrolador), pero ello no contraviene lo anteriormente apuntado. Eso sí, admito que algunas revelaciones, si bien son elocuentes y ofrecen complejidad en tanto discurso, lucen muy rebuscadas y hasta poco convincentes cuando uno lo piensa demasiado, pero es que la vida tiene un cruel sentido del humor y a veces te pone en el lugar equivocado frente a la persona equivocada. Eso no le quita validez ni poesía a su discurso, pero no es que lo potencie demasiado, pues una historia funciona más cuando menos se presta para el escrutinio de verosimilitud.
Ya no vale la pena señalar que "La sombra del caminante" no es una película convencional ni mucho menos fácil de ver (para un espectador poco exigente y atento), pues aunque no es especialmente densa (a pesar de lo conceptual, el vehículo para el discurso radica en sencillas caminatas y conversaciones, no sobre filosofía o dios sino sobre gustos y algunos secretos), la propuesta de Ciro Guerra demanda una reflexión propia y un constante diálogo con sus imágenes, no una relación pasiva. Todo esto se depura en "Los viajes del viento", y espero que lo haga todavía más con "El abrazo de la serpiente", que de verdad creo que será una experiencia inolvidable y contundente. Paciencia, paciencia...