Intento hacer balance del año que termina y lo único que alcanzo a pensar es que la vida estaba hecha para ti. Con toda su ironía, su desnudez, su peligroso magnetismo, su caos, su daño, su silencio. Con todo lo que arrastra en su ilegible caligrafía. Con todas las preguntas sin respuesta que nos va escupiendo. Con todos sus escollos ante la meta que queremos alcanzar. Con los viejos cuchillos de Lorca siempre tiritando bajo el polvo. Con todo a lo que obliga de esa forma tan indiscutible. Con todo su empeño en colocarnos en cualquier lugar menos en el que querríamos. Con todo, la vida era tuya. Porque la vida es maravillosa. Y, aunque a veces significa recibir golpes que nunca dejarán de doler, también es capaz de grandes recompensas.
No tuvimos ocasión de explicártelo. Que la vida era sólo el camino. Un camino durante el que muchas veces olvidamos lo que tenemos cayendo en el error de perdernos por lo que deseamos. Una travesía con parada en cientos de momentos especiales hasta que el calendario se va cuajando de fechas señaladas. Una mirada al infinito con la memoria embaldosada de rostros queridos e instantes vividos. Un continuo amanecer de una luz que pone de relieve a las personas adecuadas, aquellas que acaban sabiendo más de nuestros silencios que de nuestras palabras. Una medida de tiempo a la medida de quien se es y con quién. Un poema hecho de horas y de una emoción con la que se puede conjurar por un instante el dolor del mundo y a aquellos que dentro de él van de magníficos. Un puñado de años sobre el que se asientan una era colectiva y un momento personal con todo lo que nos importa. Una sonrisa al final. Porque la vida siempre acaba por sonreírnos. Y hubiera sido precioso verte caminar por ese maravilloso empedrado de casualidades que resulta la existencia.
Cogerte de la mano y señalar a lo lejos hasta que hubieras visto por ti mismo que es también un horizonte de sueños por cumplir que, andando, se alcanza. Una esperanza constante con una melodía de verdades que insiste hasta calar el alma para que la pensemos siempre. Una promesa cierta de un mañana siempre mejor. Un conjunto de años nuevos. Un espacio para decir lo que queremos decir y callar lo que merece ser guardado. Una estación de gente por conocer y un viaje en el que la felicidad depende casi siempre de la capacidad que tengamos de hacer felices a los demás. Porque lo que se consigue en soledad no lo es, a eso se le llama satisfacción y dura mucho menos de la mitad de lo que cuesta alcanzarla.
No llegaste a saberlo. Que la vida era el suelo sobre el que serlo todo: caminante, observador, vividor, hombre, hijo, amigo, amante... Que la vida era el escenario para protagonizarte. La ocasión de representar lo que hubieras elegido. Un libro en blanco. Una sola oportunidad para ser infinidad cosas sin dejar nunca de ser una buena persona. Nos hubiera gustado enseñarte a verlo así, como nosotros lo aprendimos.
Que, cuando uno se detiene en la orilla y piensa en lo que de verdad importa, da igual lo alto, lo guapo, lo fuerte o lo listo que uno sea. Lo único que siempre resulta suficiente es algo tan difícil y tan sencillo a la vez como ser querido. Y eso es todo cuanto necesitamos decirte entonces... Que te queríamos mucho. Y que el amor lo es todo.
Buenas noches, ángel mío.
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