El tema de la pitada de la final de la Copa del Rey viene a demostrar que España no solo es diferente, además estamos histéricos perdidos.
Por supuesto que los himnos o cualquier tipo de signo nunca deberían ser silbados, insultados o maltratados, entre otras razones porque probablemente se esté ofendiendo a muchas personas, pero la reacción virulenta, agresiva y absurda contra quien hace un mal uso, aunque legal, del derecho de expresión, está en el mismo nivel de idiotez que los silbidos.
En la pitada de la final de Copa, la histeria se desató antes del partido con profusión de insultos y amenazas que solo consiguieron aumentar considerablemente el número de los que iban a silbar y el volumen de la pitada, y después continuó la histeria acompañada de un inmenso ridículo con importantes investigaciones policiales para determinar quien tenía los labios en O porque estaba silbando, altos comités antiviolencia malgastando sus recursos y su poca materia gris en intentar pergeñar una versión que justificase sanciones a quien fuese, y los de Manos Limpias, cerebro sucio, denunciando hasta a los palos de las banderas del Camp Nou.
Pero el premio gordo al ridículo y la histeria descerebrada se lo llevan ex ecuo por un lado los periodistas que se inventaron lo de la sonrisa maliciosa de Artur Mas junto con los muchos, periodistas o no, que les dieron la razón. Me gustaría que alguien me explicase como se puede estar sonriendo con la boca totalmente cerrada y los extremos de los labios hacia abajo. Artur Mas no sonreía, pero como eran muchos los que les hubiese encantado que lo hubiese hecho, como que él no les dio satisfacción, se lo inventaron. Los otros que se llevan el premio al súmmum de la histeria y la estupidez es el gobierno y el PP que proponen una Ley que sancione nada menos que por vía penal una pitada similar o cualquier tipo de vejación a los signos nacionales. Es decir, pretenden limitar la libertad de expresión mediante una Ley inconstitucional. Esto es España, ¡Si señor!, y después se extrañan de que muchos quieran largarse o mover las fronteras.
Lo curioso del caso es que en las dos finales que el Barça perdió contra el Real Madrid en Mestalla en 2011 y 2014, en la zona ocupada por la afición madridista aparecieron varias banderas con la esvástica nazi, en número considerable en especial en la final del 2014, que en mi opinión se trata de un hecho mucho más grave que pitar cualquier himno y mucho más significativo de actitudes violentas que supongo que son las que trata el comité antiviolencia, y sin embargo no merecieron ni tan solo comentarios ni del gobierno central o cualquier comité antiloquesea, ni de Manos Limpias ni, por supuesto, de la caverna mediática.
Curiosamente, estos días he vuelto a oír a varios sabelotodo decir que en el Reino Unido nunca se silban los himnos, y por segunda vez le he pedido a Tom, mi amigo galés que me lo confirmase, pero resulta que cuando en País de Gales se interpreta el “God save the Queen” con frecuencia se oyen silbidos, y según él en Escocia ocurre lo mismo. En vez de decir chorradas falsas sobre los británicos deberíamos aprender de ellos. Hace un montón de años, en Punch, una revista satírica por desgracia ya desaparecida y de la que era seguidor entusiasta, vi una caricatura donde se mostraba a la Reina haciendo la calle, apoyada en una farola buscando clientes. Como era una de mis primeras estancias en las islas británicas pensé que se iba a armar un descomunal follón, pero para mi sorpresa por parte de la familia real no hubo ni comentarios y fuera de ella los comentarios fueron muy pocos y muy comedidos, pero lo entendí cuando un amigo me aclaró que por más bestia que fuese el escrito o el comentario tradicionalmente nunca se reaccionaba por dos razones, primera por respeto extremo y quizás exagerado al derecho de expresión, pero también porque si no hay reacción la audiencia es limitada y la animalada no se populariza. En los años previos al accidente y muerte de Lady Dy hubo profusión de comentarios y caricaturas extremadamente duras con la familia real, y se pudo comprobar que el método funciona y es muy eficaz. En pocos años se cumplirá medio siglo desde que oí esa inteligente razón, y en todo este tiempo solo la he visto poner en práctica en España en contadísimas ocasiones, porque, como en el caso de la pitada, en este país la reacción es más bien al contrario, las barbaridades se popularizan más por la reacción de los ofendidos que por el calibre de la animalada.