Revista Sociedad

La sonrisa de una mujer en Petra

Publicado el 29 junio 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Me gustan los programas en los que además de dar a conocer otros pueblos y otras culturas, este conocimiento se nos ofrece a través de personas que por uno u otro motivo han dejado sus países de origen para iniciar una vida en otros, la mayor parte de las veces, lejanos y completamente desconocidos para ellos.
Hace tiempo que también me pregunto si será casualidad que cada uno de estos reportajes venga siempre acompańado de protagonistas cuyo cambio ha sido sin duda alguna inmejorable, presentándonos vidas envidiables, sobre todo ahora con los tiempos que corren, o si es que a quien la vida no le ha sonreído de igual manera no quiere que los demás conozcamos su historia.
Ayer uno de estos programas comenzaba como siempre, una bonita casa, una preciosa terraza con vistas al mar y una vida de ensueńo, así que entre aquí y allá me dispersé por el mar de las diferentes cadenas televisivas a ver qué es lo que podía encontrarme. Tiempo más tarde volví a la misma, esta vez para quedarme, porque María consiguió engancharme desde que apareció vestida de beduina regentando una pequeńa tienda de objetos artesanales en Petra.
María es completamente feliz, pero esa felicidad no reside en ninguna cosa material, de su pequeńa tienda solamente sacan lo necesario para su alimentación, el resto es para las personas de su aldea. María se emociona cuando recuerda como su amiga, casi su hermana, pagó de su bolsillo un burro que la transportara, en un gesto de generosidad como ninguno, si tenemos en cuenta que con esos cinco dinares dinero se arreglaría una comida o una cena, tan necesarias para sobrevivir y a veces tan difíciles de conseguir.
María luce orgullosa su barriga de futura mamá ante las cámaras, no pierde nunca su sonrisa, todos creen que está loca, ella piensa que igual es cierto, pero todo lo que necesita para ser feliz lo ha encontrado en ese lugar, junto a su marido, quien le pone su brazo por encima con todo carińo, quien la acompańa silenciosamente durante todo el viaje, el que ha jurado no casarse con ninguna otra mujer más que con María; esa fue la condición que ella puso para su matrimonio.
Sentada junto a sus suegros y un grupo de nińos nos enseńa cómo hacen el pan y cómo se prepara una de las comidas que allí son de celebración, con arroz y cabeza de cordero, comiéndola con las manos, como es tradición.
María nos cuenta que su hija comerá con las manos, caminará descalza, jugará con piedras y estará llena de tierra, y ella se sentirá feliz y su hija lo será también, porque su madre ha encontrado su paraíso particular, un paraíso exento prácticamente de cosas materiales, únicamente las necesarias para sobrevivir, pero lleno de lo que ha hecho que esta mujer nos muestre toda la felicidad a través de su eterna sonrisa, el amor, la paz y el saber que está donde quiere, con quien quiere y porque ella lo ha decidido así.
Me quedo hasta el último segundo oyendo su historia mientras se despide, sentada en una roca junto a él, su compańero, su amor, quien la hizo irse tan lejos y con quien no dudo que será feliz para siempre, cogidos de la mano frente a un horizonte que se presenta armonioso, generoso y tan radiante como su sonrisa.


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