El destino no suele sonreírnos a menudo. Y menos ha de hacerlo bajo imperativo de nadie. Cuando nos sonríe es porque nos lo merecemos o así lo entiendo yo. Un golpe de suerte. Y yo, no sé usted, si quiere un presidente del Gobierno gracias a un golpe de suerte o por la ocurrencia del líder de la tercera fuerza más votada en las últimas elecciones generales.
Después está otra cuestión. Tampoco quiero como presidente al líder, al secretario general de una formación política que tendrá el honor (o la deshonra) en la historia de España de ser el primer partido imputado en la historia penal de nuestro país. Esta vez, por una carcajada del destino, porque fue un ministro del Partido Popular quien reformó el Código Penal y dio cabida a esta nueva figura para la imputación.
Sin duda, el panorama político es desolador. No sé dónde está el cambio en el hipotético gobierno que propone la formación de Podemos. Les veo más preocupados por que se respete la idiosincrasia catalana que por dar respuesta a las demandas ciudadanas que se forjaron en torno al 15-M. (El resto de autonomías tendríamos que pedir la “discriminación positiva”).
Yo entendí de aquel movimiento que se luchaba por la conservación del estado del bienestar, por la calidad del trabajo y de la educación, de la sanidad, por la recuperación económica y evitar que tantos jóvenes, no ya tan jóvenes, tuviéramos la oportunidad de ser independientes económicamente. Pero, no porque nuestros padres hayan podido ayudarnos a crear esa emancipación, sino porque gracias a nuestra formación hemos podido encontrar un empleo de calidad.
Yo entendí que esa era la prioridad. Y no el respetar por encima de todas las cosas la idiosincrasia catalana. Yo no quiero en el Gobierno central a un ministro de ¿pluralidad nacional? Porque considero que esa no es la prioridad de este país. Tal vez, usted piense que nuestra Constitución está anticuada, que nuestro país está conformado por personas muy diferentes con culturas propias e idiomas propios. Pero, ¿por qué la primera potencia mundial se rige por una constitución adoptada en 1787 y la nuestra ya no vale? ¿Es prioritario solucionar el problema catalán de inmediato?
¿Es que no hay diversidad en Estados Unidos? Donde el castellano se ha convertido en una lengua que hablan 41 millones a los que hay que sumar los 11,6 millones de personas que en USA son bilingües, según un estudio publicado por el Instituto Cervantes.
Aquí tenemos diversidad, pero en mediocridad. La mediocridad es el patrimonio de los que ansían el poder para hacernos ver el mundo desde el prisma del bien particular y no del general.