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La sopa de los goliardos de Caledonia

Publicado el 28 diciembre 2021 por Hugonote @Casagrande_Jose

¿Y así es como en Caledonia se recibe al extranjero?

La pregunta era bastante importante dado que quien la hacía estaba parado en un patíbulo con una gran soga rodeándole el pescuezo. Otros dos bribones estaban en exactamente la misma situación que el parlanchín, del cual parecía que aquel que más hablaba era el líder de la banda y se dirigía a un furioso comité de caballeros muy severos que no estaban dispuestos a escuchar bufonadas.

El anciano Alcalde de Caledonia, Don Abraxas, que para más señas era uno de los cuatro hijos bastardos de la Gran Duquesa de Caledonia, la misma que cuando descubrió riquezas inmensas en sus dominios se declaró independiente del Reino de los Santillana (como en aquellos días se le decía a la Aragca del Norte), movimiento que fue apoyado de buen agrado por la Corona Inglesa y con todo gusto despacho de Londres 3 naves bucaneras para 'vigilar la paz' de los hermanos Aragquenses. Sentianse pues muy cómodos los gobernantes de Caledonia pensando en como amasarían grandes fortunas, tierras y títulos sonoros, cuando por el Sur, llegaron sin ser invitados los ejércitos del Principe Valier con el fin de preservar la Unidad del Reino.

De todos pues es conocida la historia, Caledonia cayó en fiera y desigual batalla, los bucaneros se perdieron en alguna isla del caribe en donde había bastante ron, indias y mulatas. Las tierras de la Gran Duquesa se repartieron entre los ejercitos triunfantes de los Santillana por el Norte y sus Aliados los Valier por el Sur, dejando pues una minúscula provincia, ahora pobre y sin riquezas.

Y allí pues sin decir palabra alguna el Alcalde, levanto la mano derecha, gesto que el Verdugo de la ciudad miro fijamente, alistando a su vez la mano que haría funcionar la misión de aquel patíbulo.

Ya iba a bajar el brazo el sabio anciano, cuando su consejero de nombre Arimanius, le dijo algo inaudible al oído.

Los que iban a ser ahorcados no alcanzaron a escuchar muy bien que deliberaban las autoridades que los estaban condenando, pero sintieron cierto alivio cuando el Alcalde indico con un pequeño gesto al Verdugo que no activara el mecanismo que habría de lanzarlos al otro mundo.

- Lo que ustedes han hecho es una falta muy grave, pues abusando de nuestra hospitalidad han cometido grandes abominaciones ante los ojos del Creador. Más, sin embargo, piedad aún queda en nuestros corazones y solo dos de ustedes sufrirán purificación - asevero con voz de mando el viejo Alcalde y con otro gesto imperceptible ordeno al Verdugo liberar al principal de los bribones, el cual de modo rápido y preciso, quito la soga al desdichado parlanchín y de un buen empujón lo hizo aterrizar ante los pies del comité de notables.

No termino de caer bribón, cuando comenzó a arrastrarse hacia el Alcalde mientras iba lanzando expresiones de agradecimiento ora a la Providencia, ora al Alcalde. Como fuera acercándose mucho al noble Anciano, Arimanius le dio un puntapié como para que recordara quien era el que estaba al mando y quien el que iba a ser ejecutado.

El Alcalde entonces se dirigió a la multitud que se había reunido ese día para ver el espectáculo de justicia

- Que no se diga que en Caledonia se obran injusticias, pues no es de mortales condenar a muerte de bribones y asesinos a un Noble que ha jurado alianza con el Rey de Santillana.

Al escuchar nombrar el título más sagrado de Aragca todos en la muchedumbre comenzaron a hacer rápidos gestos religiosos y se preguntan exactamente que quería decir el sabio Alcalde.

Porque si bien Caledonia en ese momento era una provincia menor y derrotada, en la mente de la gente sentían que su suerte era muy merecida por haberse declarado rebeldes contra el mismísimo Ungido de los dioses. Total fue la Gran Duquesa la que había cometido la traición con los Ingleses y no el pueblo de Caledonia que siempre vio al Rey como un padre bueno y bondadoso por el cual todos aún estaban vivos.

Para acallar los murmullos crecientes que se suscitaban entre el populacho el Alcalde hizo algunos gestos teatrales para contener el chismorreo y continuo su discurso de este modo:

- El Hombre que esta aquí a nuestros pies, no es cualquier goliardo buscando sopa gratis entre la bondad de nuestras posadas.

Si bien es cierto que el creador en su bondad lo ha dotado de grandes dotes para el canto y la música, igualmente el enemigo ha puesto palabras abominables en sus poemas.

De todos es conocido que una vez que este miserable y sus amígotes llenaron la panza comenzaron a cantar versos que no son del agrado de los oidos de los hijos de Caledonia. Quizás al sur en donde viven los Valier o en el norte en donde viven los Santillana, canciones manchando el precioso nombre del Doctor Lutero sea cosa piadosa, pero aquí en Caledonia guardamos respeto a tan iluminado hombre de Dios.

Sin embargo, nos hemos enterado de que el hombre aquí postrado ante nuestros pies no es un sacerdote, ni clérigo, ni monje vagabundo, sino que se trata del segundo Hijo del Marqués Segismundo Miura.

De nuevo al escuchar el nombre la gente comenzó a murmurar porque no sabían exactamente de quien se trataba, porque en realidad los paisanos apenas si conocían a sus propios Nobles y Gobernantes locales.

El viejo Alcalde sonrió pues había conducido hábilmente con su discurso aquel complicado lance, volvió a hacer sus gestos teatrales y continuo:

- Desde hace siglos la casa de Los Miura juraron alianza con Vil Valier, y desde entonces han mantenido el pacto de fidelidad acudiendo en ayuda del Reino del Sur cuando estos lo han solicitado.

(La muchedumbre comenzó a lanzar abucheos y algunos tomates a los condenados)

-Caledonia no es tierra de asesinos, sino tierra de clemencia, es por esto que se ha decidido perdonarle la vida a este hijo de Dios. - volvió a anunciar el Alcalde

- Sin embargo, los cargos a los cuales responden estos tres pícaros son graves, pues cantar blasfemias conlleva a la más estricta justicia. De modo pues que sus dos acompañantes deberán acudir al tribunal de Dios hoy mismo -pronuncio esas palabras mientras hacia un gesto claro y comprensible para el verdugo que se aprestó a justificar su presencia en aquella fatídica jornada.

Fue allí cuando el Parlanchín (ahora convertido en hijo del Marqués de Miura ) volviendo a tomar la palabra imploro la atención del Anciano

- Perdone Noble Alcalde a este miserable siervo, pero estoy en la obligación de comunicar que el más flaco y pequeño de mis acompañantes no es otro mendigo, ni un bribón cualquiera, pues no es otra sino la misma Aoede, Hija menor del Visir de la Nueva Andalucía.

Dichas esas palabras ahora no solo la muchedumbre comenzó a bramar sino también el comité que presidían Don Abraxas y Arimanius, se interrogaban llenos de asombro ante aquello último que acababan de escuchar.

Tanto así que el viejo alcalde se desmontó de su caballo y se tiró al piso, rasgo sus vestiduras y se echo tierra en los cabellos mientras sollozaba y se quejaba con las siguientes lamentaciones:

- Mis pecados han despertado la furia del creador, pues que mayor castigo que hacer enemistad con los aliados del mismísimo Rey de Aragca.

Arimanius que ante la situación aún mantenía sangre fría hizo gesto al Verdugo para que liberara con todo cuidado a la recién descubierta dama y se dispuso a confortar a su señor con el siguiente discurso:

- Guarde su señoría de sentirse en tristeza, pues sabia es la providencia que ha traído a estos mendigos hacia nuestro país. Pues estos miserables pordioseros no son otros que los hijos más nobles de nuestros soberanos a los cuales Caledonia ha ofendido en el pasado. Sirva pues una ocasión de piedad para perdonar la vida de unos blasfemos y restablecer sagrada alianza con nuestros Hermanos del Norte y del Sur. He aquí pues una ocasión de bendición para lo que alguna vez fueron los prósperos dominios de los Grandes Duques de Caledonia y de ese modo restaurar el nombre y territorios que nos fueron otorgados por el que murió en la cruz.

El discurso fue efectivo pues la muchedumbre asustada ante tanta palabra se arrodillaron y también bendijeron aquel día.

- Sin embargo, aún queda un tercer bribón, que por lo que sabemos de su aspecto exterior no es hijo de Sangre Azul. Que su muerte apaciente a los cielos pues graves han sido las palabras sacrílegas que han salido por boca de este apóstata.

A lo que Aoede intervino también en súplica diciendo:

- Que sus majestades y señorías no castiguen a nuestro hermano en desgracia, Dagan de Marcel, pues este no es otro sino mi ayudante, que por costumbre es un eunuco dedicado y consagrado al estudio de los textos sagrados de la antigüedad, siendo pues por tradición un Alquimista y Astrólogo en formación. Y desde tiempos antiguos ni siquiera los reyes de Babilonia se atrevían a tocar a los de su clase so pena de grandes maldiciones y castigos por parte del Gran Arquitecto que nos vigila desde el Tercer Cielo.

Y ante esas palabras ahora no solo el alcalde se había rasgado las vestiduras sino la misma muchedumbre e incluso el hábil Arimanius.

Comprendiendo el Alcalde que más locura no podía ocurrir aquel día, volvió a tomar la palabra indicando lo siguiente.

-Grandes desgracias han traído este trío de monjes errantes a nuestra casa que en inocencia quiso brindar lo mejor de nuestras hospitalidades, sin embargo más grande ha sido la sabiduría de la Divina Providencia en rebelarnos las identidades de los tres vagabundos ahora convertidos en hijos de las cunas más altas del Reino junto con un hombre dedicado a estudiar la santa palabra.

-No queda otra que hoy, aquí mismo acepten pues ustedes nobles visitantes la hospitalidad de mi propio palacio en donde se les dará alimento, podrán asearse y tendrán las vestiduras propias de sus linajes y dignidad - sin embargo, puntualizo - según la Ley divina son reos de sacrilegio y blasfemia, por tanto, aun así están sometidos al dictamen de las altas autoridad de estas Tierras, que por ventura soy yo Mismo, el Hijo de la Gran Duquesa de Caledonia y decreto que sea el Hermano Dagan quien oficie la Boda y Alianza de las casas Miura y la Nueva Andalucía, de modo que en el futuro a su vez sus hijos recuerden este acto de humildad y justicia y del mismo modo levanten todo falso cargo en contra de las tierras que vieron nacer a mi Santa y Noble Madre: Inanna Orleans de Braganza, La mas adorada Gran Duquesa de Caledonia.

Y esa fue la leyenda que se ha contado acerca de uno de los reinos más pequeños que conformaron tiempo después a la Aragca, saliendo de entre esos territorios misteriosos varios héroes y príncipes de renombre.

Ver Mapas y Escudos de Aragca


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