Los periodistas Daniel Arcucci y Alejo Vetere, del diario La Nación y el sitio web deportivo Cancha Llena, cuentan su inolvidable experiencia de viajar en el mismo avión al Mundial de Sudáfrica 2010, junto con una fracción de la barrabrava de Boca.
"Esto es para los periodistas", dispara Gabriel al tiempo que dispara, también, su cámara digital. Parado en uno de los pasillos del Airbus de South African Airways hace foco en el otro pasillo, justo enfrente de él, cuatro asientos de por medio, donde posan un muchacho con camiseta paraguaya, otro con camiseta chilena y uno más con gorrito y campera de Boca, todos envueltos en una bandera argentina.
Hace casi ocho horas que el vuelo 227 partió desde Buenos Aires y sobrevuela territorio sudafricano, donde ya son las siete y media de la mañana. Empieza a amanecer, el aterrizaje está cercano y la idea de pegar un ojo para los pasajeros vecinos a las filas 57 y 58 hace rato que dejó de ser una intención. Los ocho asientos centrales, más un par hacia delante y otros hacia atrás, fueron ocupados por un grupo de hinchas entre los que estaba Gabriel y una decena más que, ya en la mañana, cuando el clima festivo había invadido irremediablemente todo el avión, se autodenominó "la verdadera banda de la selección, la única".
La frase de quien viste el atuendo de Boca de pies a cabeza es coronada rápidamente por los cantos de los demás. Empezaron con "…que esta barra y todos los jugadores / todos juntos la vuelta vamos a dar" para terminar la serie de hits con "…volveremo’ a ser campeones / como en el ‘86".
La música reapareció unos minutos después, apenas el aparato tocó la pista del O.R.Tambo, el aeropuerto de Johannesburgo, con su carga de pasajeros completa, incluidos por supuesto los muchachos de la Banda de Lomas, el grupo de la hinchada de Boca que hace ya un tiempo está al margen de La 12 y que 10 días antes del Mundial ya aterrizó en Sudáfrica "para alentar a los muchachos".
A la mayoría de ellos les habían tocado los asientos en las filas 57 y 58, pero no a todos.
"Me dejaron solo como a Kung Fu", gritaba uno, el Paraguayo, desde más adelante. "¡Eh, Carroña, vení sentate acá!", le gritaban a otro desde más atrás.
No fue un problema: no necesitaron ni una palabra en inglés para hacerles entender a los asistentes de abordo que preferían ir todos juntos. Así, casi todos se sentaron alrededor de Diego y de Marcelo, que parecían ser los líderes del grupo, cada uno a su manera. Como no necesitaron ni una palabra en inglés, tampoco, para pedir lo mismo, medio en broma, medio en serio, cada vez que se acercaba el servicio con alguna opción: ante el "¿Water or juice?", era "Fernet, vieja". Y después, directamente, "Whisky".
Si no fuera por las edades, desde veintipico largos hasta cincuenta y más, parecían un grupo de escolares revoltosos, excitados por la idea de un programa distinto. Eso, y que cada tanto, se filtraba en las conversaciones algo sobre el Sindicato de la Carne, el de camioneros…
No molestaron a nadie, salvo por las charlas y las risotadas ininterrumpidas a lo largo de toda la noche y por un episodio que pudo terminar peor. Como ellos, había también una barra de chilenos: lo que empezó como confraternidad, un par de botellas después, casi termina a los golpes.
"Ey, periodista, ¿cómo se dice cena?", fue una de las preguntas que salió del círculo íntimo del grupo, para apurar la comida que, deben suponer, será escasa en los próximos días: "Aprovechá a comer carne ahora, que andá a saber cuándo la ves de nuevo…".
"Ey, Huracán, ¿dónde te sentás vos?", fue la pregunta a otro hincha viajero, con distintos colores pero conocido de ellos y con experiencias similares, por lo que les contó, parado en el pasillo y acodado sobre el respaldo de uno de los asientos: "¿Sabés lo que tengo en mi casa? La pelota de la final del 98. Me colé, pasé con una entrada cortada de un partido anterior de la selección argentina. Y me cayó un pelotazo de Zidane en la tribuna… Me la guardé. Pensé que los marroquíes me la iban a afanar, pero no".
Al verlos todos juntos, se puede llegar a pensar en las Hinchadas Unidas Argentinas. Pero no, ellos dicen que no: "Vinimos por las nuestras, somos de Lomas, de Ballester… Hace un par de días llegaron otros compañeros, con la selección. Hicimos peñas, juntamos la plata y acá estamos. Vinimos antes porque los pasajes son más baratos. Dicen que nos van a conseguir una escuela para vivir y un galpón… Vamos a ver".
Ya conocen la experiencia, la cuenta Marcelo, casi al bajarse: "En el 90 estuvimos 40 días en Nápoles. La pasamos bárbaro. Fue el último Mundial al que fuimos".
del sitio web canchallena.com