Revista Diario

La srta Rottenmeier o cómo caen los poderosos

Por Drajomeini @DoctoraJomeini
La srta Rottenmeier o cómo caen los poderososLa Srta Rottemeier fue profesora mía durante la carrera. En aquel entonces, era una mujer a la vieja usanza, con falda por debajo de la rodilla y camisas, con volantes y fruncidos, pudorosamente abrochadas hasta el último botón del cuello. Era estricta con sus estudiantes y más seca que el esparto. En tiempos de sequía, se decía que la lluvia era como la sonrisa de la Srta Rottenmeier: se hacía de rogar. Pues bien, hace unos días anestesié a la Srta Rottenmeier y me di cuenta de que, en la mesa de quirófano, todos somos iguales.- Soy la Srta Rottenmeier, la catedrática de Pamplinología - me espetó, nada más presentarme.- Ya, ya lo sé, srta. Fui alumna suya- ¿Te aprobé? - Sí - evidentemente. Si no, no estaría aquí haciéndole una preanestesia previa.- ¿Con qué nota? - se lo dije y pareció respirar de alivio.- ¿Toma usted algún tratamiento? - le pregunto.- Algún lexatín de vez en cuando, je,je - me contesta - cuando el estrés me supera.- Bueno, srta, le vamos a dormir de cintura para abajo y, luego, le pondremos algo para sedarla.- Ah, vale, vale, mejor, porque estoy un poco nerviosa.Veinte minutos, 5 cc de midazolam, 100 microgramos de fentanilo y una perfusión de propofol más tarde, aún no he conseguido tumbar a la Srta Rottenmeier, que canta con voz aflautada Están clavadas dos cruceeees para desespero del traumatólogo que está operandola.- ...en el monte del olvidooooo....- Srta Rottenmeier - Dime - me mira, medio bizca - No me acuerdo de tu nombre.- Me llamo Jomeini.-¿Jomeini?¿Jomeini?¿Qué clase de nombre es ese? De él, sí me acuerdo - dice, refiriéndose al traumatólogo, cosa que dudo puesto que no estudió en nuestra facultad - ...por dos amores que han muerto...- Srta Rottenmeier, por favor, ¿puede dejar de cantar?- Sí, por favor, se lo ruego - se oye tras el telón la voz estrangulada del traumatólogo.- Oh, está bien. ¡Qué sosos son en este sitio! - refunfuña con un mohín. Y,acto seguido, se queda frita. Se hace el silencio en quirófano. Sólo se oye el bip de los latidos del corazón, el golpeteo de los instrumentos quirúrgicos y el suave ronquido de la Srta Rottenmeier, que, finalmente, ha decidido dormirse.
La Srta Rottenmeier no existe ( para tranquilidad de mis jefes, si alguna vez leen estas líneas) pero sí muchos profesores altivos como ella, que, más pronto o más tarde, han pasado por mis manos. Como decía mi profesor de Oncología, muy sabiamente :"Yo siempre trato bien a mis alumnos. Porque yo no me acordaré de ellos, pero, si los trato mal, tengo por seguro que ellos lo recordarán. Y no sé en manos de cuál de ellos caeré".
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