Revista Cultura y Ocio

La suavidad en la oración teresiana

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

                            suav                             
       Fray Oswaldo Escobar, ocd
Obispo electo de Chalatenango (El Salvador)

Con cierta frecuencia, el orante teresiano se siente invadido por una extraña pero sabrosa experiencia de suavidad en su interior. Esto suele ocurrir cuando Dios asiste al alma con el don del consuelo. Dicha suavidad se ubica más allá de cualquier tensión. En muchos casos es otorgada en momentos de mucha angustia psíquica. De repente, sin estarlo pensando ni haberlo procurado, el orante se siente invadido de esa misteriosa pero gratificante suavidad. Podemos utilizar de texto de fondo el mismo que utilizamos cuando hablamos de la ternura, es decir, el famoso texto de Ezequiel: “les daré un corazón nuevo, infundiré en sus corazones un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36,26). La Santa vivió esta misma experiencia, dice de un episodio orante: “¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran oscuridad en un momento y hace blando un corazón que parecía de piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad” (V 25,19).

Teresa hablará con profusión de esta suavidad, de manera particular tratará en su libro Meditación sobre los Cantares,  el epígrafe del capítulo cuarto Gracián lo tituló así: “habla de la oración de quietud y unión y de la suavidad y gustos que causan al espíritu, en comparación de los cuales no son nada los deleites de la tierra”.  Según Teresa, la suavidad aunque se encuentra en todo el itinerario de la vida oracional, pero su presencia se comienza a sentir con intensidad, especialmente en la oración de quietud. Pero antes de adentrarnos hablemos de la suavidad como punto de partida para el itinerario orante teresiano.

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