Revista Opinión

La subida del agua y de la energía

Publicado el 21 abril 2015 por Hugo
Del 2012 al 2015
¿Es cierto que los recibos de la luz y del agua son cada vez más altos? Sí, especialmente el de la luz, por no hablar del gas butano, que ha visto cómo se duplicaba su precio en tan solo diez años.
Un vistazo a nuestras facturas de 2012 o anteriores -en mi caso, con Iberdrola y Aguas de Alicante- es suficiente para comprobarlo.
En el caso del agua, si tenemos en cuenta que a) la cuota fija de servicio ha pasado de 20,64 € a 22,41 €, b) el consumo de 10 a 30 m3 ha pasado de 0,49 € a 0,54 €, c) la parte fija del alcantarillado de 4,56 € a 5,10 €, d) el IVA del 8% al 10%, e) la parte fija del canon de saneamiento de 8,86 € a 11,10 € y f) la parte variable de 0,34 € a 0,43 €, la misma cantidad de agua consumida hoy cuesta unos 3 € más al mes que hace tres años (al menos en Alicante).
En el caso de la electricidad, si tenemos en cuenta que a) la potencia contratada ha pasado de 0,0563 €/kW a 0,1242 €/kW, b) la energía consumida de 0,1423 €/kWh a 0,1620 €/kWh, c) el alquiler de los equipos de medida de 0,0177 €/día a 0,0266 €/día y d) el IVA del 18% al 21%, la misma cantidad de energía consumida hoy cuesta unos 12 € más al mes que hace tres años.
En total, pagamos unos 180 euros más al año (cifra orientativa), aproximadamente el equivalente a todo el aceite de oliva y las patatas que come una familia de pocos miembros al año.
Ante una situación de subida continuada e inevitable a largo plazo, a la mayoría no nos va a quedar otra que aprender a reducir el consumo. Lo ideal sería hacerlo sin necesidad de que nos lo impongan las circunstancias, pero como se suele decir, del dicho al hecho hay un gran trecho. En los hogares urbanos donde las temperaturas no son muy frías y donde no habitan personas muy mayores o muy jóvenes y por ende más vulnerables y dependientes, prescindir de la calefacción y del aire acondicionado es factible sin menoscabo de la calidad de vida. Contra el frío, más ropa. Contra el calor, menos ropa o ninguna. La nevera, especialmente si tienes algún supermercado con neveras a pocos metros o kilómetros, tampoco es tan necesaria. Si tu nevera tiene una baja eficiencia energética, alrededor de 50 kWh de tu factura de la luz se podrían estar yendo solamente en ella (en mi caso, con una eficiencia tipo C, la nevera consume 42 kWh al mes, es decir, una cuarta parte de una factura típica de primavera). Contra la putrefacción de los alimentos, en lugar de guardar el pescado unos días en la nevera o en el congelador, se puede comprar y comer el mismo día. Con el resto de alimentos la conservación es más fácil. En cuanto al lavavajillas, si a lo largo del día reutilizas algunos platos y vasos poco manchados, usas agua fría, abres el grifo con poco caudal y lavas las cosas enseguida o las pones a remojo para evitar que los restos se incrusten más de la cuenta, entonces el lavado a mano te sale más económico (en consumo de agua pero sobre todo de electricidad) y el esfuerzo invertido es relativamente bajo.
El horno tampoco es imprescindible (y menos el microondas), pero si te gusta hacerte tu propio pan o no lo usas mucho, no está de más tener uno. Lo mismo se puede decir de la lavadora. Si usas el programa de lavado en frío y la pones un par de veces al mes por persona, el consumo energético y de agua no debería de ser alto, y en cualquier caso compensaría el ahorro de trabajo físico (también puedes ponerla a pocas revoluciones para gastar menos energía, lo malo es que te saldrá más mojada y tardará más en secarse). La secadora, por el contrario, es completamente prescindible. Y el calentador de agua para las frías duchas invernales es una bendición, pero en lugares no muy fríos y con previo ejercicio físico para entrar en calor no es imprescindible. El resto de electrodomésticos no consumen mucho en comparación con los anteriores. No obstante, cuanto menos se usen, mejor. Un ordenador viene bien para ciertas cosas, pero si lo usas mucho -¡como yo!- puede gastar tanto como una nevera. Si lo utilizas sobre todo para leer, un libro de la biblioteca y una bombilla para acompañar te saldrán mucho más baratos, entre otras ventajas. Además, cuantos menos electrodomésticos se tienen, menos dinero se nos va en repararlos o sustituirlos.
Conclusión:
En resumidas cuentas, en la mayoría de los casos la subida del agua y de la luz se puede compensar fácilmente cambiando de hábitos. Incluso con precios cada vez más altos (hasta cierto punto), las facturas no solo no tienen por qué subir, sino que con una buena planificación podemos llegar a pagar facturas más baratas que antes. 

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