Revista Opinión
Para mí, por encima de la personalidad está la esencia del hombre.
Era yo muy joven cuando Santana estaba en el culmen de su esplendor y no sé quién, en una entrevista, me preguntó si yo era uno de sus fans y ya, entonces, hace una pila de años, me ocupé de distinguir claramente entre la figura deportiva y el hombre.
-Para mí, contesté, que este señor tenga una especial habilidad para golpear con una raqueta una pelota de tenis no le exonera de su comportamiento como un hombre más.
O sea que, para mí, es la hombría, ¿o sería mejor decir la hombriedad?, dejo a un lado conscientemente el término humanidad, lo que cualifica decisivamente al ser humano.
“Homo sum et nihil humanum mihi alienum puto”, soy hombre y no considero nada humano ajeno a mí.
Es la profundización en el alma auténtica del hombre lo que lo condena o lo salva. A mí me importa realmente un pijo que Cristiano Ronaldo sea un perfecto atleta y uno de los dos mejores goleadores del mundo, porque todo eso, aunque ustedes no lo crean, es meramente accidental, el mismo tipo sería el mismo hombre, en su esencialidad, como ser humano, si no tuviera tanto músculo ni golpeara tan bien la pelota. O sea que lo del fútbol es un detalle accidental en la personalidad real del tal Ronaldo.
Messi, por ejemplo, y para que se me entienda mejor, no es tan alto, no tiene tanto músculo, pero golpea tan bien o mejor que él la pelota pero no radica en esto último su diferenciación esencial, Messi es mejor como individuo humano porque es mucho más humilde, porque, a lo mejor sólo instintivamente, ha comprendido que el hecho de que él sea, dicen los que saben de esto, el mejor futbolista del mundo sólo es una casualidad y se debe a que de niño no podía ni quería hacer otra cosa que jugar al fútbol, todo el día, en la puñetera calle, el famoso potrero, y le salió así, como pudo muy bien salirle “asao”, gracias a una prodigiosa jugada del destino que le puso delante, creo, de Minguella o Rexach, de modo que, si no se hubiere cruzado con ellos, ahora sería un argentino más sirviendo gasolina, a lo peor, en cualquier estación de servicio.
A lo peor, me equivoco y la timidez esencial de Messi falsea de raíz todo mi razonamiento, y él, en el fondo, tiene una opinión de sí mismo tan desmesurada como la que de sí tiene Ronaldo, pero no lo creo, yo no puedo hacer al respecto más que trasladar mis impresiones pero a mí me parece que Messi, por mucha que sea su timidez, es un tipo que, en el aspecto humano, está más cerca de cumplir con aquel viejo axioma de la humanidad que nos dejara el clásico que un señor que justifica sus desplantes sociales sólo porque es más guapo, más rico y mejor jugando con una puñetera pelota, no por haber alumbrado la teoría de la relatividad o descubierto, siquiera fuera por casualidad, el hongo aquel de la penicilina.
Y, ahora, y, aquí, creo que puedo ya salirme un poco del tiesto, y poner de manifiesto que incluso no ya en la manera de celebrar los goles que marcan, sino, yendo mucho más allá, en la forma de conseguirlos va implícita una gran parte de aquella personalidad humana que es la que realmente cualifica al individuo de la que hablaba al principio: Cristiano vence en el esfuerzo por burlar a los contrarios a base de fuerza bruta, lo hace porque es más fuerte, más alto o más veloz, mientras que Messi lo consigue a base de inteligencia, por pensar lo que el otro cree que él, Messi, va a hacer y entonces realizar todo lo contrario en fracciones de milésimas de segundo.
O sea, la fuerza y el vigor frente a la pura inteligencia. El jodido músculo frente a las sutiles neuronas.
No es, pues, por casualidad que a uno lo aprecien las personas sensatas y al otro los que no lo son.