Revista Opinión

La subversión de la razón

Publicado el 06 noviembre 2010 por Hugo
La subversión de la razónCuando en una cultura un libro determinado se considera como la escritura sagrada, uno no se puede extrañar de que se tome en serio (...) Allí donde la Biblia sea oficialmente una escritura sagrada debemos contar con que la gente tratará de cumplir al pie de la letra esa escritura. No hay argumentos contra semejante consecuencia en el pensar y el actuar, ningún ilustrado puede refutar nada aquí. [Así que] Es necesario actuar de forma indirecta y cauta si se quiere conseguir algo en contra de las ideologías. Es necesario poner de manifiesto ante la opinión pública de forma detallada y clara el contenido de la ideología para que perciba su peligrosidad mientras todavía hay tiempo. Ese es todo el secreto de la subversividad de la razón: se basa sencillamente en exponer la doctrina a socavar para que esta se destruya a sí misma. La subversividad de la razón se basa en que se toma en serio al adversario, extremadamente en serio, más en serio que la masa de sus simpatizantes y partidarios de buena fe. Tomar en serio al adversario quiere decir ante todo tomar en serio sus lemas y programas más intolerantes, malvados y extremistas y no decir nunca: «las cosas nunca llegarán a ponerse así de mal». El hecho de que en su época no se leyera con la debida atención el Mein Kampf de Hitler se tomó cumplida venganza. Aquí se nos objetará que el ilustrado tiende a ver fantasmas y a considerar gente decente e inofensiva como demonios en potencia. En lo tocante a las sagradas escrituras, se nos dirá, todo depende de la interpretación adecuada. Es preciso leer estos escritos con el espíritu adecuado, gracias a lo cual demostrarán ser los escritos más cabalmente defensores de la tolerancia y de la paz. Pero ya hemos visto cuán poco concluyente es la controversia interna, inmanente a los textos, que se ocupa de un texto sagrado. Aquí se interpreta pacífica y allí sanguinariamente, según las necesidades (...) [Por tanto] No puede confiarse en ninguna ideología, sea cristiana, judía, islámica, marxista, atea, racista, nacionalista o del tipo que sea, por pacíficamente que se comporte de momento, mientras consienta elementos intolerantes o inhumanos, siquiera sea en su rincón teórico más oculto. Es preciso contar siempre con la irrupción de un fundamentalismo (...) Una ideología intolerante puede ser más soportable por su aplicación laxa e inconsecuente en la praxis, pero llegado el momento de la verdad, no puede oponer nada a sus fundamentalistas. ¿No está escrito en los libros sagrados que...?

Hubert Schleichert, Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón, Siglo XXI, Madrid, 2004, pp. 127 y 134.


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