Revista Cultura y Ocio

La suerte de la ciencia la cultura la desea

Publicado el 24 junio 2013 por Desequilibros
¿Suerte de la ciencia, dice? Pues sí; a pesar de los recortes, de la imposibilidad de retener a los investigadores, de la precariedad en las condiciones de investigación… a pesar de todo ello, existe un consenso social en que sin ciencia no hay futuro.
Sin embargo la Cultura provoca asociaciones perniciosas que le han hecho perder prestigio social. 
Y así se expresa, con mayor o menor conocimiento de causa, en los más diversos foros, tanto digitales como analógicos. Desde redes sociales a prensa tradicional; desde los medios convencionales -radio, tv…- a las iniciativas digitales de divulgación científica… hay un clamor popular en defensa de la ciencia y de sus bondades para el desarrollo de la sociedad.
Ciencia se asocia siempre a valores positivos: a progreso, a inteligencia, a mejoras tecnológicas, a avances cuya aplicación práctica podemos apreciar y disfrutar… a pesar de que también la ciencia busca rentabilidad.
Aunque no siempre es/ha sido así: basten como ejemplos que la Biblioteca de Alejandría fue quemada por una turbamulta que opinaba que el saber estaba en manos de una élite y que su trabajo se quedaba en el terreno especulativo, sin aplicación directa en la mejora de las condiciones de vida de la gente; o que la Iglesia fue depositaria y celosa guardiana de la ortodoxia científica durante siglos, como Galileo, por ejemplo, podría explicar….
La suerte de la ciencia la cultura la desea Pero la Cultura… la cultura es otra cosa.
La Cultura provoca asociaciones perniciosas: desde gafapastas elitistas, a la SGAE, a la Academia del Cine, la RAE, a los del clan de la "ceja", a la piratería, al Ministro del ramo correspondiente… y todas estas asociaciones llevan inevitablemente a cuestionar su importancia como vehículo de transmisión de conocimiento, en el más amplio sentido del término.
Hay un claro distanciamiento entre sociedad e industria cultural, instituciones incluídas: no se puede subvencionar porque se corre el riesgo de que sea utilizada con fines políticos interesados; no se puede dejar en manos de la iniciativa privada porque prevalecen los intereses de rentabilidad económica; no se puede legislar al respecto porque suele ser siempre en sentido restrictivo…
También la Cultura, con mayúsculas, sufre recortes, fugas y precariedad: bibliotecas que pierden ayudas, educación adelgazada hasta límites de asfixia, castración permanente de la cultura de la creatividad, imposibilidad de profesionalización de los creadores…
La Cultura lo es todo: es ciencia, es investigación, es creación literaria o artística, es genio y farsa, es enseñanza, es divulgación, es lectura, es deporte, es conocimiento en general, sin restricciones… (Decía diógenes que "La cultura es un saber del que no tiene uno que acordarse... fluye espontáneamente"), pero sobre ella recae la losa de la universalización y la gratuidad de forma tan virulenta que cualquier opinión o actitud que se aleje de la corriente mayoritaria está abocada a la condena social instanténea. Y esa condena sumarísima no solo no beneficia sino que perjudica, al cerrarse de forma sistemática cualquier intento de cambio de hábitos por todas las partes.
La Cultura está condenada a desaparecer tal y como la conocemos porque las nuevas herramientas permiten un acceso distinto y nuevas formas de creación, muchas de ellas todavía por explorar y explotar.
Pero entre los inmovilistas que ven peligrar su posición dominante en el mercado y los apocalípticos que claman por el todo gratis hay puntos intermedios de los que unos y otros reniegan.
También fue Diógenes Laercio el que dijo que "La cultura es un adorno en la prosperidad…"; pero terminó la frase con "…y un refugio en la adversidad".
Más de 2000 años depués de esa frase, conviene redefinir "adorno", "prosperidad", "refugio" y "adversidad"; que creo que estamos un poco confundidos.

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