Cuando el 23 de agosto de 1942, los alemanes iniciaron su ataque a la ciudad de Stalingrado, prácticamente nada habían hecho las autoridades soviéticas para proteger a la población. Ante el avance de las tropas alemanes, se movilizaron a todos los hombres y mujeres de 16 a 55 años. Mientras unos debían cavar trincheras y zanjas antitanques, otros eran armados en batallones de trabajadores, a pesar de la gran escasez de armas.
Las chicas de la organización juvenil del PCUS, el Komosomol, colaboraban en la defensa antiaérea en la que tendrían un papel destacado.
Mientras se trabajaba en la defensa de la ciudad de Stalin, se creaban tribunales sumarios para juzgar lo que las autoridades calificaban de "Falta de Patriotismo", como ocurría en toda Rusia. Se decidió que no se evacuaría a la población civil, con la finalidad de no debilitar la moral.
El mismo día de la ofensiva a la ciudad, 600 aviones alemanes dejaron caer sus bombas sin apenas respuesta soviética causando 40.000 muertos, según las cifras soviéticas. Las bombas incendiarias convirtieron la ciudad en una humeante ruina, que más adelante sería muy útiles para su defensa.
Al día siguiente se ordeno la evacuación de los civiles "no necesarios". La gente tenía miedo y todos intentaban huir. Para evitar una huida masiva el general soviético Andréi Yeremenko estableció la ley marcial y ordenó al NKVD controlar todos los embarcaderos del Volga. Nadie podría abandonar Stalingrado sin su autorización.
Debido a que los militares tenían prioridad, la evacuación duró semanas. Por ello y por el retraso al darse las ordenes la evacuación no llegó a todos. Es imposible saber a ciencia cierta cuantos civiles se quedaron en Stalingrado, aunque muchos de los que quedaron en la zona controlada por los soviéticos salieron con cuentagotas. Los que no pudieron salir, en su mayoría mujeres y niños, sufrieron un calvario.
Escondidos en sótanos, cuevas y en las alcantarillas que daban al Volga, pasaron padecimientos inenarrables. Las enfermedades, como la disentería o la sarna, y el hambre hicieron estragos, sin contar las incesantes explosiones de las bombas. Hay quien afirma que hubo casos de canibalismo como en Leningrado.
Algunos civiles realizaron labores de enlace para el ejército y consiguieron buenas raciones. Aunque era habitual que algunas unidades adoptaran algún huérfano, poco más hizo el Ejército Rojo por los civiles.
Los civiles de las zonas controladas por los alemanes realizaron tareas auxiliares. Muchas mujeres tuvieron que prostituirse para poder conseguir una pocas migajas. En varias ocasiones los civiles fueron utilizados como escudos humanos.
El Alto Mando alemán dio la orden de que se expulsara a los civiles de la ciudad. Se realizaron redadas con las que se enviaron a unos 60.000 a Alemania como mano de obra esclava y se ejecutaron a otros 3.000.
El 2 de febrero de 1943, cuando acabo la batalla por la ciudad, en Stalingrado solo había 1.515 civiles con vida en un estado lamentable.
Para saber más:
Stalingrado: la batalla decisiva, de Geoffret Jukes
Historias Segunda Guerra Mundial
El Confidencial
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