Revista En Femenino

La suerte de tener mellizos

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
Desde que nacieron los pequeños padawanes, hace ya casi dos años y medio, una de las frases recurrentes que de vez en cuando suele soltarnos algún desconocido o vecino del barrio cuando paseamos con ellos, es esa de "¡Qué suerte!". O alguna de sus múltiples variantes, como "¡Qué puntería, niño y niña!", o versiones más entrometidas como "¡Ya tenéis el 'mandao' hecho!", o incluso impertinentes, como "Ya podéis dejar de buscar, que ya tenéis la parejita". Siempre sin ánimo de molestar, claro, sin malos modos. Al contrario, siempre con una sonrisa, porque son todos muy simpáticos, y ocurrentes.
La suerte de tener mellizos
También están los desconocidos preocupados, que te ponen cara entre la empatía y el consuelo: "No debéis dar abasto". O los comprensivos: "¿Cómo os manejáis para llevarlos 'pa'lante'?", o "¿Y no tenéis nadie que os ayude?". En fin, que de tanto preguntar sobre cómo es criar a dos mellizos a la vez, siempre tengo la respuesta preparada: "Yo es que no sé lo que es criar a uno solo". Y la verdad es que es así. Supongo que todo sería un poco más fácil menos difícil. No es cuestión de repartir el tiempo entre los dos padawanes, o que todo te cueste el doble de trabajo o tiempo. Por supuesto que faltan horas en el día para atenderlos como necesitan, pero imagino que lo mismo ocurriría si fuera uno solo. Y digo imagino porque no lo sé, ya no puedo concebir mi vida sin ellos.
Más que una suerte es una oportunidad única, un privilegio. O un regalo. No quiero decir que sea mejor o peor, entre otras cosas porque –insisto– no lo sé. Lo que sí sé es que yo no lo cambiaría por nada del mundo, como cualquier madre o padre ya sea de uno, de dos o de cinco hijos. Es una oportunidad única porque podemos vivir sensaciones y emociones por partida doble, abrazar a los dos, jugar con los dos y verlos crecer juntos, asombrarnos con el descubrimiento de uno, los progresos del otro... Y es un regalo porque tener un hermano o hermana es tener un tesoro, y en el caso de mis pequeños van a vivir y disfrutar las mismas experiencias juntos y a crecer a la par, se van a tener el uno al otro, para compartir buena parte de su vida. El vínculo entre múltiples es algo que nunca comprenderé del todo, sólo lo que nos dejan entrever, pero es especial.
Y por otro lado también es una responsabilidad, y conlleva un estrés y una especie de sentimiento de culpabilidad. Porque no puedes dedicarles la atención completa a ninguno de los dos, salvo en momentos puntuales. Criar a los dos a la vez no supone el doble de trabajo, aunque sí más tareas, o el doble de tiempo, las horas del día son las que son. Y yo soy de los que piensa que si el día tuviera 25 horas dormiríamos una hora más. El tiempo dedicado se reparte en momentos y tareas, ya sea para atender a alguno individualmente, o a los dos a la vez. Y ahí es donde entra la culpabilidad. No puedes hablar o jugar específicamente con cada uno de ellos lo suficiente como para que su aprendizaje sea pleno. O contarle el cuento concreto que quiere escuchar uno de los dos, porque el hermano quiere jugar al caballito. O dejar a uno sin diversión, o sin parque, por el berrinche del otro. Pero por otro lado, el tiempo y los juegos que tienen entre ellos es algo que ni yo ni nadie más podría proporcionales.
Alguna vez hemos llegado a comentar entre nosotros lo fácil que parece –y digo parece– cuando estamos sólo con uno de ellos. Todo se antoja más fácil, más manejable, sin tantas interferencias entre ellos. Realmente es como si se portaran mejor, más tranquilos sin la presencia del hermano. Y en el extremo contrario está el efecto mellizogeddon, cuando están juntos pero es imposible que estén tranquilos, sin pelearse por cualquier juguete, gritando cada uno a su bola, o haciendo alguna trastada, en equipo o por separado. Hay ocasiones en las que manejar a los dos a la vez es humanamente imposible. Lidiar con todos estos vaivenes y altibajos, por turnos o todo a la vez, dejar uno a medias para atender al otro, y volver a empezar de nuevo, puede ser muy estresante, absorbente, agotador, pero es apasionante.
Tener mellizos puede ser una cuestión de suerte, entendida como casualidad, pero para mí esa casualidad es la mayor suerte que he tenido en la vida. Y una vez que te ha tocado, te sientes el hombre más afortunado de la galaxia.
¡Que la Fuerza os acompañe!

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