Somos muchas las personas que compartimos, desde posiciones y sentimientos de izquierda, un compromiso político común, en defensa del socialismo, la república, la justicia social y la ecología. Todas y todos coincidimos, además, en la necesidad de cohesionar un discurso propio, alternativo y más radical, que represente estos principios y articule un movimiento político y social, basado en la pluralidad, la participación y la convivencia entre sensibilidades de progreso.
Izquierda Unida puede y debe liderar este reto, no sé si con este nombre o con otro, pero sólo podrá hacerlo si profundiza en su propia historia, busca en sus raíces, reconoce el valor de su militancia y, al mismo tiempo, abre sus puertas a nuevas ideas y voluntades, que buscan, sin encontrarlo, un referente en el que confiar. Vivimos tiempos difíciles, marcados por el deterioro grave de las condiciones de vida de una ciudadanía impotente ante una crisis económica, que han provocado la avaricia de la banca y la patronal.
La política del Gobierno Zapatero sólo ha empeorado la situación, primero por su pasividad y después por su actuación; las personas de izquierda nos sentimos profundamente decepcionadas por el PSOE, cuando no engañadas, por su complicidad con el mercado neoliberal y su sumisión a las directrices del Fondo Monetario Internacional. En este contexto, miramos con esperanza hacia Izquierda Unida y queremos que tenga más fuerza y esté más presente en la vida pública con sus reflexiones y propuestas.
En la izquierda no sobra nadie; al contrario, faltan muchas personas. Sobre todo aquellas que han trabajado junto a nosotras y nosotros desde la coherencia y la integridad. Veo, en este sentido, con preocupación, aunque también con respeto, los movimientos de reflexión y debate que están surgiendo sobre el futuro de la izquierda en el Estado, que pasa necesarisamente por garantizar su presente. Creo, sinceramente, que la ciudadanía todavía desconfía de nuestros desencuentros y espera que estemos a la altura de sus aspiraciones.
Tengo la convicción de que hay un gran futuro para la izquierda; nunca como en este momento hemos necesitado un espacio político y social en el que poder reafirmarnos y buscar refugio y cobertura ideológica ante el desmantelamiento de un incipiente estado del bienestar y el recorte de derechos sociales y laborales. Sabemos que en situaciones críticas como las que ahora padecemos muchas voces miran hacia la derecha, e incluso la extrema derecha, y en todos los casos encuentran una fuerza que les represente.
En la izquierda, sin embargo, no ocurre igual. Debemos evitar que las diferencias nos impidan crecer e impulsar nuestro proyecto político. La Dirección de Izquierda Unida tiene la responsabilidad de generar confianza en sus filas y recuperar personas y sensibilidades próximas, pero también alejadas, por heridas abiertas en su día y aún no cicatrizadas. En este camino, sin duda alguna, nos juntaremos con hombres y mujeres, que estando cerca de Izquierda Unida recelan de nuestras siglas porque las asocian a enfrentamiento y división.
Hemos perdido mucho capital humano y político, es cierto; pero podemos y debemos recuperarlo. Sólo así ganaremos credibilidad y volveremos a enamorar a la izquierda de verdad. El proceso de refundación impulsado por Izquierda Unida debe ser un primer paso en esta dirección, pero para ser plenamente creíble necesita atraer a quienes hoy no están, pero deberían ser parte activa de un proyecto sin tutelas, en el que todas y todos sientan que su voz está reconocida y representada. No es fácil, pero no hay otro camino.
Cayo Lara habló ayer alto y claro en Fuenlabrada, y sus palabras fueron especialmente certeras cuando se dirigió a las personas desencantadas del PSOE, pidiéndoles que giren a su izquierda y vean en nuestra organización a una fuerza amiga. La refundación es imprescindible y en ella ha de tomar parte toda la militancia y todas las federaciones, junto al conjunto de la izquierda sindical, social, intelectual, feminista, ecologista,… Y el primer paso, sin duda alguna, pasa por respetarnos más dentro para ser respetados fuera.