Juan Salvador Gaviota. Óleo de Carmen Buendía
Juan Salvador Gaviota es una historia de superación personal. Un cuento que nos enseña lo importante que es luchar para expandir nuestros límites, para crecer, para compartir ese crecimiento. Los seres humanos necesitamos crecer. Y no solo cuando somos niños, el crecimiento del adulto discurre por otros derroteros no materiales pero igualmente importantes. Si no nos lo permitimos el sufrimiento inundará nuestra conciencia para avisarnos de que algo va mal. El problema suele radicar en que nos hemos confundido, creemos que podemos seguir creciendo en lo material acumulando kilos de peso, propiedades, dinero, objetos, conocimiento, estímulos, vivencias, fotos, libros y una lista interminable de cosas que llenan nuestras casas pero no nuestras almas. Muchos trastornos del estado de ánimo o del espectro de la ansiedad están anidados en rutinas o redes que nos impiden crecer estancándonos en juegos de comportamiento que se repiten sin cesar como en la maldición de Sísifo.
El silencio puede ser la puerta que nos ayude a entrar en un camino de crecimiento personal. Necesitamos calma para entender qué es lo que verdaderamente necesitamos. Necesitamos tranquilidad para encontrar el coraje de salir a buscarlo.
La enfermedad suele ser una ocasión para detenernos, una ocasión forzada, no querida. Lo cierto es que termina deteniéndonos, sea en forma de gripe, diarrea o enfermedad grave. Algunos consiguen aprovechar la situación para mirarse por dentro y tratar de vislumbrar qué está pasando, qué están sintiendo, qué necesitan. Este camino interior debería ser cotidiano, constante, sencillo y repetido. No lo suele ser. Por eso es tan frecuente padecer atascos emocionales, cognitivos, vitales o espirituales. Atascos que terminan haciéndonos sentir pesar, dolor o desazón a nivel psicológico o físico. Perdemos la conexión con nosotros mismos. La enfermedad en ocasiones viene a ser como una "subida de plomos", el diferencial de nuestra instalación existencial salta por una subida de tensión eléctrica. En la consulta médica nos toca a menudo ajustar esta delicada instalación pero a lo máximo que llegamos es a sugerir al paciente el modo de que él mismo vuelva a bajar los plomos y siga caminando.
Juan Salvador Gaviota nos recuerda que hay otras formas de volar, otros cielos y otros compañeros y compañeras de camino. La vida es mucho más bella cuando encontramos su sentido.
Revista Salud y Bienestar
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