En este artículo del activista James LaVeck se expone cómo las organizaciones animalistas se han convertido en cómplices y aliados de la industria de explotación animal.
Esta afirmación no es una acusación ni una interpretación sino que es la referencia a una evidencia. Con la excusa de "reducir el sufrimiento" los grupos animalistas promueven el consumo de productos de origen animal etiquetados como "humanitarios" o "compasivos".
Lo que LaVeck exponía hace diez años acerca de este problema en el ámbito anglosajón se está extendiendo ahora en el ámbito hispano y el resto del mundo occidental.
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«La Supuesta Verdad Es Más Extraña Que La Ficción: El coste oculto de vender huevos de "gallinas libres"»
"Verdad aparente: algo que si es dicho como si fuese verdad, que uno quiere que otros crean que es verdad, que dicho suficientes veces con suficientes voces orquestadas detrás de ello, puede incluso sonar como verdad, pero no es verdad." - Ken Dryden, parlamentario canadiense.
El coste oculto de vender al público "huevos camperos"
Muchos líderes del actual movimiento animalista están apoyando e incluso ayudando a desarrollar sellos y etiquetas de productos animales y estándares de ganadería "compasivos con los animales". Algunos están incluso promocionando productos animales tales como huevos que llevan una etiqueta "campera". Esta tendencia que crece rápidamente está siendo celebrada por algunos como "un nuevo nivel de compromiso" con la industria, y criticado por otros como nada menos que la apropiación al por mayor de la causa de los animales por parte de la industria.
Los activistas implicados han descartado la sugerencia de que tienen un conflicto de intereses. "La afirmación de que estamos en la misma cama con la industria", dijo un empleado senior de una gran organización bienestarista "ignora el hecho de que todos los grandes grupos de la industria nos identifican como una enorme amenaza."
¿Pero hay algo más en esta historia?
Acerca de este mismo empleado se informó que era participante en un encuentro el 28 de abril de 2005 entre su organización y los productores de huevos "camperos" industrializados. Como se informa en el blog del asesor de la industria Joel Salatin, este encuentro "inaugural e histórico" se centró en la "lluvia de ideas" de una campaña nacional contra los huevos de batería que promocionaría los huevos "camperos" como la alternativa. Salatin observó cómo "el entrar en los Wal-Marts del mundo consumió el tiempo de discusión" y cómo "todos los productores estaban salivando por más mercado: uno admitió que se estaba sentando sobre 700 cajas —eso son 21.000 docenas— por semana ahora mismo para las que no tenía mercado". Salatin añadió que el productor más grande del encuentro, a quien se refirió como el "jefe", aseguró a los animalistas que todos los "jugadores" adecuados de la industria estaban allí. La intención del "jefe", de acuerdo con Salatin, era que la "campaña promocionaría sólo a aquellos que estaban en la mesa. Se espera un tiempo de bonanza para el negocio".
¿Reforma o Refuerzo?
En 2001, Bill Moyer, un activista con 40 años de experiencia en los movimientos de derechos civiles, contra la guerra y anti-nuclear, publicó «Doing Democracy». Este libro que marcó un hito, y que muestra cómo los altibajos de los movimientos sociales generalmente siguen un patrón predecible, proporciona a los activistas un modelo para aumentar drásticamente su efectividad.
Moyer señala que los movimientos exitosos requieren activistas que cumplan cuatro funciones diferentes. Una de estas funciones es la de los "reformistas", individuos y grandes organizaciones que se centran en que las metas del movimiento, los valores y las alternativas sean adoptadas en leyes, políticas institucionales y prácticas de la industria. Los reformistas se dice que son especialmente útiles en las últimas etapas del proceso del cambio social.
Pero Moyer señala que puede haber un lado oscuro de las organizaciones centradas en las reformas que se muestra, trágicamente, justo cuando un movimiento está aumentando su impacto. La oposición al movimiento —en este caso, la industria de explotación animal— al percibir una mayor simpatía pública por la causa, intenta "dividir o socavar el movimiento ofreciendo reformas menores" y "los reformistas inefectivos empiezan a hacer acuerdos en el nombre de 'políticas realistas' generalmente por encima de las objeciones de los grupos de base".
¿Por qué? Moyer sugiere que colaborar con la oposición puede ofrecer beneficios sustanciales económicos y de relaciones públicas a los miembros de las organizaciones, a pesar de que el movimiento como totalidad puede sufrir graves daños.
Los integrantes de las grandes organizaciones pueden a veces olvidar su papel como administradores del poder de base de un movimiento, señala Moyer, y en vez de fomentar la democracia en sus organizaciones, y en el movimiento como conjunto, empiezan a actuar como autodenominados líderes. Ellos "se comportan como si representaran al movimiento, decidiendo sobre estrategias y programas para todo el movimiento y enviando entonces directivas a los niveles locales". Moyer deja claro cómo este "comportamiento jerárquico, opresivo, combinado con políticas conservadoras" divide al movimiento, separando a las grandes organizaciones de los activistas de base. Este es un serio problema, enfatiza, porque "el poder de los movimientos sociales está basado en las raíces".
En el escenario de Moyer en el que los reformistas cometen este error, los profesionales que dirgien las grandes organizaciones pueden incluso llegar a identificarse más con sus contrapartidas en la oposición que con la gente de base cuyas donaciones pagan sus salarios, y cuyo duro trabajo hace que sus programas lleguen a estar vivos. Como resultado, un movimiento puede perder su rumbo, "ya sea a través de la colisión o el compromiso por activistas reformistas que socaven la consecución de las metas críticas del movimiento."
Esto nos devuelve a la proliferación de los sistemas de etiquetas de productos animales aprobados por activistas, y el resultante robo de identidad que padece el movimiento vegano y de derechos animales. En un artículo reciente del New York Times titulado "Meat Labels Hope to Lure the Sensitive Carnivore" ["Los Sellos de la Carne Esperan Atraer a los Carnívoros Sensibles"], John Mackey, fundador y gerente de WholeFoods, uno de los vendedores de carne más grandes de Estados Unidos, es descrito como "un vegano que se vuelve cada vez más elocuente sobre cuestiones de derechos animales". En el mismo artículo, la American Humane Association y la Humane Farm Animal Care, ambas con un claro interés en las reformas de confinamiento de los animales, y no en el boicot a los productos animales ni en la abolición de la explotación animal, son consideradas como "organizaciones de derechos animales".
Pero cuál es el daño, dicen los proponentes, sólo son palabras, ¿no es verdad? Como se dice en el mismo artículo del New York Times, una cadena de alimentación aumentó el 25 por ciento sus ventas de carne desde que añadieron el logo "Certified Humane" [Certificado Humanitario], incluso aunque estos productos cuestan, de media, entre un 30 y un 40% más.
Parece que la industria tiene más que unas pocas razones para estar salivando por su nueva colaboración con el movimiento de defensa animal.
Un Momento de Verdad Aparente
¿Pero cómo podrían los activistas líderes inteligentes y experimentados caer en una trampa de la industria tan predecible? Puede que hayan fallado en entender que los valores que dirigen un movimiento de justicia social son inherentemente incompatibles con los de un negocio basado en explotar a los mismos seres a los que el movimiento se ha comprometido proteger.
Cuando el marco moral de una causa de justicia social está siendo deliberadamente mezclada con la lógica utilitarista de maximizar los beneficios de una industria explotadora, lo que una vez fue una relación natural de adversarios se convierte en un matrimonio disfuncional de conveniencia. Para conseguir que tal alianza antinatural funcione, el pensamiento crítico, el mismo catalizador de la conciencia, debe ser neutralizado a través de las manipulaciones de relaciones públicas.
Como una estrategia para terminar con el uso de jaulas de batería, por ejemplo, varias organizaciones animalistas están animando a sus miembros y simpatizantes a persuadir a individuos e instituciones para cambiar a huevos etiquetados "camperos". Uno de los arquitectos de esta campaña ha afirmado que el término "campero" no es confuso del todo, dado que aunque las gallinas están confinadas en entornos interiores artificiales, técnicamente hablando, ellas no están dentro de jaulas.
Pero ser objetivo técnicamente y decir la verdad no son necesariamente lo mismo. Simplemente pregunte a miembros de la sociedad en general que se imaginen las vidas de las gallinas que producen huevos "camperos". La mayoría probablemente visionará algo parecido a la mítico cuento infantial "La Granja del Viejo MacDonald", con animales contentos deambulando libremente por un corral bucólico.
¿La realidad? Millones de jóvenes gallinas permaneciendo hombro con hombro en grandes naves encerradas, forzadas a anidar día y noche sobre sus propios excrementos, respirando un aire tan fétido que los trabajadores llevan máscaras de gas para prevenir daños permanentes en sus pulmones. Así como sus hermanas en las jaulas de batería, a las gallinas "camperas" les cortan brutalmente el pico, les provocan una muda forzada —sin comer durante días para reiniciar el ciclo de de puesta de huevos— y, por supuesto, matadas cuando ya no son de utilidad. O, como un investigador descubrió, si no se puede encontrar a ningún comprador para sus cuerpos destrozados, pueden ser metidas en urnas de acero y gaseadas, y las pilas de sus restos ya sin vida enviadas a rellenar campos o para ser utilizados como abono. Por no mencionar los millones de pollitos macho que, incapaces de poner huevos, son asfixiados sin ceremonia en bolsas de plástico o triturados vivos para hacer fertilizantes o alimento, sus vidas se apagan antes de que siquiera llegaran a empezar.
¿Abuso "nuevo y mejorado"?
Si buscamos justicia colaborando con la industria, ayudando a desarrollar y promover lo que nos decimos a nosotros mismos que es una forma de explotación un poco menos horrible, ¿no estamos intentando reemplazar una forma de abuso por otra?
Mientras que es cuestionable si tal estrategia podría eventualmente llevar al fin de la explotación, una cosa es cierta: cuando los animalistas animan a la sociedad a aceptar "nuevas y mejoradas" formas de abuso, estamos reforzando poderosamente el estatus de los animales no humanos como propiedades —para ser adquiridos, utilizados y dispuestos a voluntad. Estamos también reforzando significativamente la credibilidad y la imagen pública positiva de una industria con una larga historia de traicionar la confianza de la sociedad.
Incluso aún más problemático, nosotros, los defensores de los animales, no podemos tener éxito al seguir esa estrategia, sin que nosotros mismos tomemos parte directamente en confundir a la sociedad. Considera, por ejemplo, lo que requiere vender con éxito la idea de que comprar y consumir huevos etiquetados como camperos es socialmente responsable, e incluso compasivo. Si toda la realidad de la producción de huevos "camperos" —o cualquier otro sistema sistematizado de expltoación de animales— llega a ser revelado, ¿no sería imposible convencer a grandes cantidades de gente a que lo apoyaran?
Por tanto, para promover los huevos "camperos", tenemos que atravesar la línea invisible, pero crítica, que separa un activista de un apologista.
De "Sin Jaula" a "Libre de Crueldad": Cómo La Verdad Aparente Se Convierte en Ficción
Vamos a examinar algunas de las afirmaciones que han aparecido en los medios locales donde la campaña de huevos "sin jaula" ha tenido lugar. Fíjate como la presión por cerrar la venta lleva a la inevitable confusión entre hecho y ficción:
Un estudiante de un grupo de derechos animales caracteriza su campaña de "sin jaula" como un intento por conseguir que el servicio de comidas de su colegio no compre más huevos de "grandes granjas industriales con condiciones crueles". El líder del grupo afirma que: "las granjas industriales y las gallinas enjauladas son dañinas para el medio ambiente" y que "los huevos ´sin jaula´ son buenos para los animales y los granjeros locales".
En otro instituto, los animalistas afirman que si la universidad cambiara a huevos etiquetados "sin jaula", "podríamos estar orgullosos de nosotros mismos de saber que estas aves tuvieron una vida decente" y que ya no estarían apoyando "prácticas medioambientalmente insostenibles que explotan la tierra, los trabajadores y los animales".
La verdad es que la mayoría de huevos "no provenientes de jaulas" son producidos en granjas industrializadas, y que hay poca evidencia para sugerir que las técnicas de producción "sin jaula" sean menos dañinas para el medio ambiente. Ciertamente no son "buenas para los animales".
Dijo un candidato a doctor: "si las naciones enteras a lo largo de Europa pueden prohibir las jaulas de batería y volverse libres de crueldad, !entonces soy optimista de que nuestra universidad también podrá!"
¿Pero una industria que mutila y mata a los animales jóvenes a los que explota puede ser realmente llamada "libre de crueldad"?
En otro instituto, un estudiante promotor de una exitosa campaña "sin jaulas" dice: "es bueno que esta universidad pueda mostrar que somos compasivos hacia los derechos animales". ¿Así que cambiar a huevos etiquetados como "sin jaula" es ahora una expresión de derechos animales, una filosofía que rechaza toda la explotación y boicotea el consumo de productos animales?
"Estamos felices de hacerlo" dice el gerente alimenticio de una compañía de las 500 de Fortune. "Hay un efecto en onda que creo que sucederá. Otras compañías también quieren asegurar el trato humanitario de los animales".
Como un astuto activista señaló, los términos que pueden ser utilizados en un sentido relativo cuando te comunicas con activistas animalistas, son ahora aplicados en un sentido absoluto en lo que se refiere a vender a los consumidores estas "nuevos y mejorados" productos animales. Así que mientras uno pueda elegir afirmar que algunas formas de explotación y matanza son menos inhumanas, o menos crueles que otras, un activista informado no puede honestamente caracterizar cualquier forma de explotación y matanza como compasiva o libre de crueldad. Eso es justamente lo que se hace creer el público.
Imagina lo que significa hacer todo el trabajo necesario para tirar abajo el velo que cubre la horrible injusticia de la producción de huevos en batería, y entonces, darte la vuelta y metódicamente cubrirlo de nuevo con una fachada nueva y mejorada: huevos "camperos", la alternativa libre de crueldad, socialmente responsable y medioambientalmente sostenible. Bueno para los animales, bueno para los ganaderos, bueno para los trabajadores, bueno para ti.
Todo esto sucede en un momento en el que más y más gente alrededor del mundo está adictos a una dieta centrada en las proteínas de origen animal, la causa probada de más enfermedades crónicas. En un momento en que nos encontramos con una epidemia de obesidad, y amenazas sobre la gripe aviar como la próxima pandemia. En un momento en que los investigadores de las Naciones Unidas han determinado que la ganadería produce mayor impacto de calentamiento global que todos los automóviles, camiones, autobuses, aviones, trenes y barcos del mundo juntos.
Y No Lo Olvidemos, Ellos También Son Más Sabrosos
Un tema repetido en las noticias sobre las campañas de huevos "camperos", de hecho muy común en la mayoría de la cobertura de los sistemas de etiquetas aprobados por los activistas, es cuán deliciosos son estos productos animales "nuevos y mejorados".
Un servicio de menús de un campus realizó una prueba de sabor y fueron incapaces de encontrar ni un sólo estudiante que no pensara que los huevos "camperos" sabían mejor. Otro gerente de comedor fue citado haciendo cumplidos por su frescura. Ella habló de cómo uno de sus chefs "hizo pan de plátano con los huevos y dijo que hace que el pan sea más ligero y esponjoso" y cómo "los estudiantes parecían interesados en probar los huevos", concluyendo que "la gente parece estar comiendo más huevos por probarlos".
¿Hay alguna duda de que nuestra causa esté siendo apropiada?
¿Pero cómo puede alguien echar la culpa a activistas bien-intencionados por contribuir a la creciente abundancia de desinformación y tergiversación? Después de todo, ellos han sido convencidos por gente a la que admiran, de modo que si dicen la verdad, ellos no reducirán tanto el sufrimiento como ofreciendo estas falsas noticias tranquilizadoras de verdad aparente. Han sido convencidos de que reemplazar una forma forma de abuso por otra es un camino viable para terminar con la explotación.
Mientras que los valores y principios básicos del movimiento están siendo perversamente puestos al servicio de vender los mismos productos de sufrimiento y explotación que querían abolir, la integridad y buena voluntad de la gente se han vuelto cada vez más desorientada. Pierden su capacidad para reconocer que están siendo llevados a un destructivo conflicto de intereses, confundiéndolo con "pragmatismo" y "sentido común".
Una Media Verdad es una Completa Mentira
¿Es el momento de mirarnos al espejo? ¿En verdad queremos convencer a los jóvenes e idealistas que la manipulación es un camino seguro para un mundo mejor? ¿Las relaciones públicas, y no la educación, es la respuesta? ¿Queremos perpetuar la destructiva fantasía de que un movimiento social de justicia puede ser organizado como una corporación multinacional?
La ignorancia, la negación y la deshonestidad están en la propia raíz, no sólo de la explotación en sí misma, sino también de las fuerzas sociales y psicológicas que permiten su tolerancia. Cuando estamos dispuestos a sacrificar la verdad, para diluir su poder de modo que aumentemos las ganancias a corto plazo, independientemente de cuán noble pueda parecer, rompemos nuestros amarres éticos y empezamos a ir a la deriva y sin rumbo, inevitablemente siendo llevados por la misma corriente que lleva a quienes están atrapados en la explotación.
En el fondo de nuestro corazón, sabemos que hay un camino mejor. Si nos tomamos tiempo para escuchar, nuestra consciencia nos mostrará el camino.
Artículo original: «Truthiness is Stranger than Fiction»
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Para que el veganismo no salga adelante como movimiento es necesario seguir la estrategia que ya ha funcionado en los países anglosajones durante dos siglos: que los animalistas se alíen con los políticos y los explotadores institucionales para conseguir que la esclavitud de los animales no humanos se perpetúe adaptándola a la evolución social mediante regulaciones legales que hagan pensar a la gente que tratamos "humanitariamente" a los animales y que el "maltrato" se castiga.
De ese modo, el mensaje abolicionista se hace quedar como "extremista" frente a la "moderación" de los bienestaristas. Mientras los animales siguen siendo esclavizados, siguen siendo dañados y matados para beneficio humano, y nada cambia realmente para ellos.