Revista Cultura y Ocio

La tabla de Flandes

Publicado el 14 junio 2021 por Rubencastillo
La tabla de Flandes

Antes de crear mi blog, me leí con agrado una buena cantidad de obras de Arturo Pérez-Reverte (unas diez o doce); y creo que ha llegado el momento de releerme algunas de las que más me impresionaron, para comprobar si el buen sabor que me dejaron continúa manteniéndose. Empezaré por La tabla de Flandes.

Primera constatación: la novela resiste perfectamente la relectura. Eso ya me parece indicativo de que contiene algo más que su historia, lo cual me alegra mucho. Decía Héctor Bianciotti que toda mala obra queda siempre reducida a su argumento: me habría apenado que sucediese así con este libro.

Segunda constatación: sigue sin interesarme lo más mínimo el mundo complejo del ajedrez, pero esa indiferencia no me ha vedado adentrarme en las reflexiones que, utilizándolo como eje, Pérez-Reverte despliega. También eso me parece indicativo de cómo el escritor cartagenero usa ese material para comunicarnos otras cosas, trascendiendo los escaques.

Y tercera constatación: las indagaciones psicológicas que Pérez-Reverte ejecuta ante nuestros ojos son tan densas que, al margen de que el libro alcanzase unas ventas muy notables y circulase ampliamente entre miles de lectores, lo aleja de la idea de literatura de consumo. Es verdad que construye una trama inquietante donde lo policial y lo misterioso afloran y brillan; pero no es menor verdad que el buceo íntimo que el escritor realiza (y nos invita a compartir) por la mente de sus personajes lo enriquece mucho más allá, mucho más lejos, mucho más hondo, mucho más alto. Casi me atrevo a suponer que bastantes de las personas que se leyeron la obra no terminaron de entenderlaen su profundidad; y espero que tal afirmación no suene a jactancia, prepotencia o desdén. Quizá también a mí me ocurrió entonces: que me obnubilase tanto con la trama detectivesca que no me detuviera en la reflexión sobre la plenitud hojaldrada de sus protagonistas. No lo descarto. En todo caso, ahora sí que paladeo esos registros, y los aplaudo puesto en pie.

Seguiré, no me cabe duda, con otros libros de Arturo Pérez-Reverte, para recordarlos y para recordarme. No me parecen malas horas de viaje literario.


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