Revista Cultura y Ocio
La Tarasca como mito está ligada a la leyenda provenzal del siglo XI, quizá anterior, relacionada con la devoción a Santa Marta.
La tarasca, en francés, la tarasque, pronunciado taRask, es una especie de dragón monstruoso cuyos orígenes podrían remontarse a la mitología celta.
Durante la Edad media, alcanza gran popularidad una leyenda sobre la tarasca y santa Marta en la región francesa de Provenza, que se recoge en La leyenda Dorada de Jacobo de Vorágine y que aparece citada en un libro titulado La Leyenda Dorada (1264), cuyo autor es el monje dominico Santiago de la Voragine: La Tarasca vivía en un pantano próximo a la ciudad de Tarascón, en Francia.
El animal causaba muchos daños y pérdidas humanas, de forma que un grupo de lugareños decidieron matarlo. La Santa pasaba por el lugar cuando el animal iba a dar fin de los cazadores, así que apaciguó al animal y cabalgó sobre él demostrando a todos que había dejado de ser peligroso. De ésta forma ocurrió el milagro.
La confusión ha surgido puesto que en España también hay un pueblo llamado Tarascón, además de otro de nombre Tarancón. Las tradiciones sobre la Tarasca española parecen ser posteriores, del siglo XIV más o menos, y con ciertos añadidos poco
Los españoles llevaron la tradición a América donde se unió a leyendas locales sobre seres similares y se fundió con el nombre de la cultura de los indios tarascos(sw ignora el origen del nombre) de México dando lugar a confusiones y pistas falsas
LEYENDA EN FRANCIA
Al dispersarse los discípulos de Cristo después de la Ascensión de su Maestro al cielo, Marta, María Magdalena, san Maximino –que las había bautizado y estaba encargado por el Espíritu Santo de velar por ellas–, Lázaro su hermano y muchas otras personas más, por orden de los infieles embarcaron en un navío desprovisto de remos, velas, timón, de cualquier instrumento que pudiera servir para gobernarlo, y de alimentos para sustentarse; y a bordo del mismo, conducido milagrosamente por Dios, arribaron a Marsella, donde desembarcaron; poco después se trasladaron a Aix y convirtieron a la fe de Cristo a los habitantes de la región.
Marta era una mujer decidida y muy elocuente. En un bosque situado en las proximidades del Ródano entre Arlés y Aviñón había por aquel tiempo un dragón cuyo cuerpo más grueso que el de un buey y más largo que el de un caballo, era una mezcla de animal terrestre y de pez; sus costados estaban provistos de corazas y su boca de dientes cortantes como espadas y afilados como cuernos. Esta fiera descomunal a veces salía de la selva, se sumergía en el río, volcaba las embarcaciones y mataba a cuantos en ellas navegaban.
Se tenía por cierto que el espantoso monstruo había sido engendrado por Leviatán y por una fiera llamada onaco u onagro, especie de asno salvaje propio de la región de Galacia, y que desde este país asiático había venido nadando por el mar hasta el Ródano, y llegado a través del susodicho río al lugar donde entonces se encontraba. Se decía también que este dragón, si se sentía acosado, lanzaba sus propios excrementos contra sus perseguidores en tanta abundancia que podía dejar cubierta con sus heces una superficie de una yugada; y con tanta fuerza y velocidad como la que lleva la flecha al salir del arco; y tan calientes que quemaban como el fuego y reducían a cenizas cualquier cosa que fuera alcanzada por ellos.
Marta, atendiendo a los ruegos de las gentes de la comarca, y dispuesta a librarlas definitivamente de los riesgos que corrían, se fue en busca de la descomunal bestia; en el bosque la hallo, devorando a un hombre; se acercó la santa, la roció con agua bendita y le mostró una cruz. La terrible fiera, al ver la señal de la cruz y al sentir el contacto del agua bendita, se tornó de repente mansa como un cordero. Entonces Marta se acercó y le pasó por el cuello cíngulo de su túnica y, usando el ceñidor a modo de ramal, la sacó de entre la espesura del bosque, la condujo a un lugar despejado, y allí los hombres de la comarca la alancearon y mataron a pedradas.
Hasta entonces la zona aquella en que el monstruo se escondía, por lo sombrío y tenebroso del paraje, se llamaba Nerluc, que quiere decir lago negro; pero a partir de la captura y muerte del dragón, al que la gente designaba con el nombre de Tarascón, en recuerdo de la desaparecida fiera comenzó a llamar Tarascón a lo que antes había llamado Nerluc.
Esta leyenda denota la popularidad que alcanzó la tarasca durante la Edad Media en Provenza, pero habría que analizar esto con más profundidad. Un buen indicio a seguir son los topónimos, de los que conozco dos que podrían estar relacionados con esta criatura: –Tharaux y, claro está, Tarascoun (Tarascón)–, aunque hay que tener muchísimo cuidado con esto, que por ahí cerca estaba Tarraco y la Tarraconensis, cuyas etimologías no terminan de estar claras.
A pesar de que la Iglesia había establecido una normativa sobre la procesión del Chorpus Cristi (al parecer, tengo que cotejarlo, desde el concilio de Vienne de 1311 presidido por el papa Clemente V), en cada localidad se adaptaba al folclore y gusto particular. No sé si ya por entonces la tarasque formaba parte de las procesiones de Provenza, pero lo que sí está documentado es que en el año 1474, el rey francés René d’Anjou institucionaliza su presencia con los llamados Chevaliers de la tarasque.
La tarasca y don Quijote
A medida que los autos sacramentales fueron siendo cada vez más alegóricos, las tarascas se fueron incorporando a varias procesiones del Corpus francesas, italianas y españolas: unas fiestas que, a lo largo del siglo XVI, se fueron enriqueciendo con dramaturgias alegóricas que cada tenían menos de religioso y más de folclórico. Es difícil reconstruir cómo se fue expandiendo esta incorporación de la tarasca a las fiestas de Semana Santa, pero es probable que fuera gracias a las compañías itinerantes de actores que iban de pueblo en pueblo representando estas obras. Don Quijote se cruza con una de estas compañías y, como es habitual, el caballero de la triste figura sale malparado.
LA TARASCA TOLEDO
Así narraba J. Moraleda y Esteban en 1894 en su obra “Fiestas Toledanas” tan curioso desfile:
“De antiguo, en Toledo y en otras poblaciones, viene la costumbre de utilizar para todo festejo público las enormes figuras de pasta y telas nominadas gigantones, gigantillas y tarasca.
Los que en nuestra ciudad existían eran todas figuras alegóricas de escaso mérito artístico, por lo que se substituyeron en 1755 con los que hoy se conservan, que representan, los mayores, las cuatro partes del mundo ofreciendo al Creador los frutos de los respectivos países, y el Cid Rui Díaz; los dos más pequeños, de cabeza voluminosa, dos bufones, y la bestia del Apocalipsis –vulgo tarasca- con una dama en el lomo, a la que el pueblo llama Ana Bolena.”
En 2009 se han restaurado varios gigantones que desfilarán durante las fiestas del Corpus por las calles de Toledo, pero sin duda alguna el personaje más interesante y que despierta la curiosidad en los mayores y el pavor en los más pequeños es “La Tarasca”, ser mitológico de probable procedencia provenzal, como narra la leyenda de esta zona de la actual Francia.
En Toledo, este monstruo tiene “cuerpo de galápago, alas de vampiro y cabeza de serpiente, que desprende humo por la nariz”. Rodriguez Bausá, en su “Toledo insólito” (Ed. Bremen, 2003), afirma que “desconocemos cuando apareció por vez primera este monstruo en la procesión, porque lo que parece claro es que, cuando el Papa Urbano IV promulga la Bula Transiturus, por la que se instituye la fiesta del Corpus, no existía en Toledo esta imagen.”
Según Caro Baroja la tarasca representa la herejía vencida por la fe, siendo como una bestia del Apocalipsis con Ana Bolena en forma de muñeca inquieta montada encima, por ser esta mujer impulsora del cisma anglicano entre Enrique VIII y los católicos. A esta figura se la conoce como “tarasquilla”, y es una clara alusión a sentimientos que deben ser desechados como la avaricia y el orgullo
Carlos Pascual, en su magnífica “Guía Secreta de Toledo” (Al-Borak, 1976), afirma que “hasta no hace muchos años había una señora que mostraba la Tarasca en la Catedral, donde se guardaba hasta hace no mucho. Estaba encerrada en una habitación con los gigantes y cabezudos.
El monstruo, sigue Pascual, desfilaba durante la procesión del Corpus asustando a los chicos y divirtiendo a los grandes. Mediante un resorte, abría sus fauces y agitaba la cabeza, mientras en su lomo rugoso giraba una muñeca desmelenada que la gente llamaba Ana Bolena. Un viajero francés del XVII, A. Brunel, la escribir sobre los muñecos y monstruos que desfilaban en los cortejos religiosos en España, decía del de Toledo:
“Me han hablado de otra máquina espantable que rueda ese día; la llaman la Tarasca, del nombre de un bosque que dicen haber habido en otro tiempo en Provenza, en el lugar donde está frente por frente a Beaucaire, a orillas del Ródano, la ciudad de Tarascón.
Sostienen que era tan enemiga del género humano como la que sedujo a nuestros primeros padres en el Paraíso Terrenal, a la que los antiguos llamaron Behemont. Cuenta que Santa Marta la venció, sujetándola con su cinturón, por las oraciones continuas que para ello dirigió a Dios”.
Narra también la tradición que cuando los labradores veían este monstruo intentaban a los que la llevaban quitarles la caperuza, de ahí que se acuñara el calificativo de “Tragacaperuzas”.
Hace ya muchos años la Tarasca ocupaba un puesto destacado en el cortejo procesional, ya que lo encabezaba, despertando sentimientos de terror a los asistentes. En el siglo XVIII la Tarasca dejó de desfilar, prohibida, pero poco tiempo después volvió de nuevo a lucir su repugnante cuerpo durante el Corpus.
Hace algunos años tampoco desfilaba, debido a su mal estado de conservación. Fue el consistorio el que se decidió a recuperar esta curiosa tradición creando una copia, que hace pocas semanas se ha restaurado, junto con sus compañeros de desfile. El día 10 de junio de 2009, a las 19 horas asistimos de nuevo a su desfile por las calles toledanas, haciendo el recorrido de la procesión, eso sí, un día antes.
• Domingo, febrero 20th, 2011http://www.caminandoporparedes.com/blog/?p=3302
La tarasca, en francés, la tarasque, pronunciado taRask, es una especie de dragón monstruoso cuyos orígenes podrían remontarse a la mitología celta.
Durante la Edad media, alcanza gran popularidad una leyenda sobre la tarasca y santa Marta en la región francesa de Provenza, que se recoge en La leyenda Dorada de Jacobo de Vorágine y que aparece citada en un libro titulado La Leyenda Dorada (1264), cuyo autor es el monje dominico Santiago de la Voragine: La Tarasca vivía en un pantano próximo a la ciudad de Tarascón, en Francia.
El animal causaba muchos daños y pérdidas humanas, de forma que un grupo de lugareños decidieron matarlo. La Santa pasaba por el lugar cuando el animal iba a dar fin de los cazadores, así que apaciguó al animal y cabalgó sobre él demostrando a todos que había dejado de ser peligroso. De ésta forma ocurrió el milagro.
La confusión ha surgido puesto que en España también hay un pueblo llamado Tarascón, además de otro de nombre Tarancón. Las tradiciones sobre la Tarasca española parecen ser posteriores, del siglo XIV más o menos, y con ciertos añadidos poco
Los españoles llevaron la tradición a América donde se unió a leyendas locales sobre seres similares y se fundió con el nombre de la cultura de los indios tarascos(sw ignora el origen del nombre) de México dando lugar a confusiones y pistas falsas
LEYENDA EN FRANCIA
Al dispersarse los discípulos de Cristo después de la Ascensión de su Maestro al cielo, Marta, María Magdalena, san Maximino –que las había bautizado y estaba encargado por el Espíritu Santo de velar por ellas–, Lázaro su hermano y muchas otras personas más, por orden de los infieles embarcaron en un navío desprovisto de remos, velas, timón, de cualquier instrumento que pudiera servir para gobernarlo, y de alimentos para sustentarse; y a bordo del mismo, conducido milagrosamente por Dios, arribaron a Marsella, donde desembarcaron; poco después se trasladaron a Aix y convirtieron a la fe de Cristo a los habitantes de la región.
Marta era una mujer decidida y muy elocuente. En un bosque situado en las proximidades del Ródano entre Arlés y Aviñón había por aquel tiempo un dragón cuyo cuerpo más grueso que el de un buey y más largo que el de un caballo, era una mezcla de animal terrestre y de pez; sus costados estaban provistos de corazas y su boca de dientes cortantes como espadas y afilados como cuernos. Esta fiera descomunal a veces salía de la selva, se sumergía en el río, volcaba las embarcaciones y mataba a cuantos en ellas navegaban.
Se tenía por cierto que el espantoso monstruo había sido engendrado por Leviatán y por una fiera llamada onaco u onagro, especie de asno salvaje propio de la región de Galacia, y que desde este país asiático había venido nadando por el mar hasta el Ródano, y llegado a través del susodicho río al lugar donde entonces se encontraba. Se decía también que este dragón, si se sentía acosado, lanzaba sus propios excrementos contra sus perseguidores en tanta abundancia que podía dejar cubierta con sus heces una superficie de una yugada; y con tanta fuerza y velocidad como la que lleva la flecha al salir del arco; y tan calientes que quemaban como el fuego y reducían a cenizas cualquier cosa que fuera alcanzada por ellos.
Marta, atendiendo a los ruegos de las gentes de la comarca, y dispuesta a librarlas definitivamente de los riesgos que corrían, se fue en busca de la descomunal bestia; en el bosque la hallo, devorando a un hombre; se acercó la santa, la roció con agua bendita y le mostró una cruz. La terrible fiera, al ver la señal de la cruz y al sentir el contacto del agua bendita, se tornó de repente mansa como un cordero. Entonces Marta se acercó y le pasó por el cuello cíngulo de su túnica y, usando el ceñidor a modo de ramal, la sacó de entre la espesura del bosque, la condujo a un lugar despejado, y allí los hombres de la comarca la alancearon y mataron a pedradas.
Hasta entonces la zona aquella en que el monstruo se escondía, por lo sombrío y tenebroso del paraje, se llamaba Nerluc, que quiere decir lago negro; pero a partir de la captura y muerte del dragón, al que la gente designaba con el nombre de Tarascón, en recuerdo de la desaparecida fiera comenzó a llamar Tarascón a lo que antes había llamado Nerluc.
Esta leyenda denota la popularidad que alcanzó la tarasca durante la Edad Media en Provenza, pero habría que analizar esto con más profundidad. Un buen indicio a seguir son los topónimos, de los que conozco dos que podrían estar relacionados con esta criatura: –Tharaux y, claro está, Tarascoun (Tarascón)–, aunque hay que tener muchísimo cuidado con esto, que por ahí cerca estaba Tarraco y la Tarraconensis, cuyas etimologías no terminan de estar claras.
A pesar de que la Iglesia había establecido una normativa sobre la procesión del Chorpus Cristi (al parecer, tengo que cotejarlo, desde el concilio de Vienne de 1311 presidido por el papa Clemente V), en cada localidad se adaptaba al folclore y gusto particular. No sé si ya por entonces la tarasque formaba parte de las procesiones de Provenza, pero lo que sí está documentado es que en el año 1474, el rey francés René d’Anjou institucionaliza su presencia con los llamados Chevaliers de la tarasque.
La tarasca y don Quijote
A medida que los autos sacramentales fueron siendo cada vez más alegóricos, las tarascas se fueron incorporando a varias procesiones del Corpus francesas, italianas y españolas: unas fiestas que, a lo largo del siglo XVI, se fueron enriqueciendo con dramaturgias alegóricas que cada tenían menos de religioso y más de folclórico. Es difícil reconstruir cómo se fue expandiendo esta incorporación de la tarasca a las fiestas de Semana Santa, pero es probable que fuera gracias a las compañías itinerantes de actores que iban de pueblo en pueblo representando estas obras. Don Quijote se cruza con una de estas compañías y, como es habitual, el caballero de la triste figura sale malparado.
LA TARASCA TOLEDO
Así narraba J. Moraleda y Esteban en 1894 en su obra “Fiestas Toledanas” tan curioso desfile:
“De antiguo, en Toledo y en otras poblaciones, viene la costumbre de utilizar para todo festejo público las enormes figuras de pasta y telas nominadas gigantones, gigantillas y tarasca.
Los que en nuestra ciudad existían eran todas figuras alegóricas de escaso mérito artístico, por lo que se substituyeron en 1755 con los que hoy se conservan, que representan, los mayores, las cuatro partes del mundo ofreciendo al Creador los frutos de los respectivos países, y el Cid Rui Díaz; los dos más pequeños, de cabeza voluminosa, dos bufones, y la bestia del Apocalipsis –vulgo tarasca- con una dama en el lomo, a la que el pueblo llama Ana Bolena.”
En 2009 se han restaurado varios gigantones que desfilarán durante las fiestas del Corpus por las calles de Toledo, pero sin duda alguna el personaje más interesante y que despierta la curiosidad en los mayores y el pavor en los más pequeños es “La Tarasca”, ser mitológico de probable procedencia provenzal, como narra la leyenda de esta zona de la actual Francia.
En Toledo, este monstruo tiene “cuerpo de galápago, alas de vampiro y cabeza de serpiente, que desprende humo por la nariz”. Rodriguez Bausá, en su “Toledo insólito” (Ed. Bremen, 2003), afirma que “desconocemos cuando apareció por vez primera este monstruo en la procesión, porque lo que parece claro es que, cuando el Papa Urbano IV promulga la Bula Transiturus, por la que se instituye la fiesta del Corpus, no existía en Toledo esta imagen.”
Según Caro Baroja la tarasca representa la herejía vencida por la fe, siendo como una bestia del Apocalipsis con Ana Bolena en forma de muñeca inquieta montada encima, por ser esta mujer impulsora del cisma anglicano entre Enrique VIII y los católicos. A esta figura se la conoce como “tarasquilla”, y es una clara alusión a sentimientos que deben ser desechados como la avaricia y el orgullo
Carlos Pascual, en su magnífica “Guía Secreta de Toledo” (Al-Borak, 1976), afirma que “hasta no hace muchos años había una señora que mostraba la Tarasca en la Catedral, donde se guardaba hasta hace no mucho. Estaba encerrada en una habitación con los gigantes y cabezudos.
El monstruo, sigue Pascual, desfilaba durante la procesión del Corpus asustando a los chicos y divirtiendo a los grandes. Mediante un resorte, abría sus fauces y agitaba la cabeza, mientras en su lomo rugoso giraba una muñeca desmelenada que la gente llamaba Ana Bolena. Un viajero francés del XVII, A. Brunel, la escribir sobre los muñecos y monstruos que desfilaban en los cortejos religiosos en España, decía del de Toledo:
“Me han hablado de otra máquina espantable que rueda ese día; la llaman la Tarasca, del nombre de un bosque que dicen haber habido en otro tiempo en Provenza, en el lugar donde está frente por frente a Beaucaire, a orillas del Ródano, la ciudad de Tarascón.
Sostienen que era tan enemiga del género humano como la que sedujo a nuestros primeros padres en el Paraíso Terrenal, a la que los antiguos llamaron Behemont. Cuenta que Santa Marta la venció, sujetándola con su cinturón, por las oraciones continuas que para ello dirigió a Dios”.
Narra también la tradición que cuando los labradores veían este monstruo intentaban a los que la llevaban quitarles la caperuza, de ahí que se acuñara el calificativo de “Tragacaperuzas”.
Hace ya muchos años la Tarasca ocupaba un puesto destacado en el cortejo procesional, ya que lo encabezaba, despertando sentimientos de terror a los asistentes. En el siglo XVIII la Tarasca dejó de desfilar, prohibida, pero poco tiempo después volvió de nuevo a lucir su repugnante cuerpo durante el Corpus.
Hace algunos años tampoco desfilaba, debido a su mal estado de conservación. Fue el consistorio el que se decidió a recuperar esta curiosa tradición creando una copia, que hace pocas semanas se ha restaurado, junto con sus compañeros de desfile. El día 10 de junio de 2009, a las 19 horas asistimos de nuevo a su desfile por las calles toledanas, haciendo el recorrido de la procesión, eso sí, un día antes.
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