Hablamos de muerte, hablamos de la luz.
Hablamos de aquello que nos persigue, del perdón. Lo vi sonreírme, mi alma sonrió junto a la suya.
Nos le escapamos a la muerte por unos segundos, tal vez en unos miles de minutos, muchas más de unas simple horas. El café sabía distinto, la muerte también. Él tan mío y yo tan suya, él tan viejo y yo tan joven, él tan suyo y yo tan mía.
Juramos prometernos un canto a la muerte juntos, prometí contarle a mi suerte un relato al día, él juró amarrar a su suerte que ahora era mía.
Hablamos de la muerte, hablamos de la luz.
Hablamos de aquello que nos persigue, del amor.