Es, tal vez, uno de los días más tristes de mi vida porque he confirmado que, en este desdichado país,el Derecho, las leyes, la Justicia no sirven absolutamente para nada que no sea para que, encima de llevarte al huerto de la peor de las maneras, saquen su jodida chorra y se meen en ti.
He presentado hoy, ante el Ayuntamiento de Cartagena, el recurso ordinario de Alzada contra la resolución de éste por la que mantiene las 50 multas de tráfico que me ha impuesto por estacionar mi vehículo delante mismo de la puerta de mi casa, estando como estoy en la plena y pacífica propiedad y posesión del permiso que él mismo me concedió para estacionar mi coche allí, mediante la tarjeta nº 120, que me concede el derecho de estacionamiento como residente en el nº 15 de policía de la calle Muralla del Mar, de esta ciudad.
50 multas de 80 euros son ni más ni menos que 4000 euros, o 667.344 pesetas si no me he equivocado en las cuentas, aproximadamente el importe de 4 meses de mi pensión por incapacidad, o sea, que este canallesco órgano que nació históricamente para protegerme y ayudarme a mí a sobrevivir en la espantosa lucha por la existencia que es nuestra puñetera vida está tratando ahora, canallescamente, repito, de estafarme de mala manera porque ha encontrado un resquicio para hacerlo con toda la alevosía y premeditación del mundo.
El coche que motiva las sanciones, volvo v-40, MU-5053-CK, no es, en realidad, mío sino de mi hija gravemente enferma que he traído a convivir conmigo y que pusimos a mi nombre precisamente para eso, para que tuviera derecho de estacionamiento en la puerta de mi casa, como el otro, que sí que es mío de verdad, el toyota 716CST, cuya tasa anual de 25 euros sí que logré pagar el día 14-03-12 en el Banco de Sabadell de ésta, el recibo de la tasa correspondiente al de mi hija, el Banco no pudo ponérmelo al cobro, todavía no sé por qué, hasta el 03-05-12, o sea esos canallescos 50 días que el Ayuntamiento de Cartagena, ACT, pretende ahora cobrarme como multas por aparcar en zona de residente sin tener la tarjeta que me autoriza para ello.
Si dividimos los 25 euros de la tasa anual de residente por los 12 meses del año, da 2.08 euros, mensuales y si dividimos este cociente por los 30 días que tiene un mes, tenemos 0.069 euros, o sea que el canallesco Ayuntamiento sostiene, sin el menor atisbo de vergüenza porque como es del PP no la tiene, que yo he cometido la locura de no pagar conscientemente la cuota anual del coche de mi hija el mismo día que fui a pagar la del mío, dándoles a ellos la facultad, que no iban a dejar de ejercer, de sancionarme con los cochinos 80 euros DIARIOS, NI MÁS NI MENOS QUE 1.159.420 VECES MÁS QUE AQUELLOS 0.069 euros que comporta utilizar tan razonablemente la facultad de estacionar mi coche en mi zona de residente.
Esto es tan demencial, que es impensable por absurdo que alguien que lo pueda evitar con el sencillo actor de pagar un recibo de 25 euros EL MISMO DIA QUE PAGA EL DEL OTRO VEHÍCULO A SU NOMBRE, no lo haga, pero a este asqueroso órgano de opresión vecinal en el que se ha convertido un ayuntamiento de vecinos para mejor defenderse de las agresiones ajenas, se ha tornado por arte de la mayor de las sinvengonzonerías del mundo en una pandillas de ladrones y estafadores que persigue a muerte a aquellos a los que tienen la obligación sagrada de defender.
De modo que no he tenido más remedio que desempolvar la vieja toga de abogado y ponerme a estudiar el asunto plenamente consciente de 2 cosas: 1ª) que esta canallesca cochinada de un órgano creado sólo para mi defensa estaría llena de puntos débiles fácilmente atacables, dado que los creadores de la estafa serían los hijos de los enchufados del PP, o sea, gente absolutamente incapaz de pergeñar un plan legal inatacable porque carecen de la necesaria capacidad no ya sólo intelectual sino también técnica, ya que las carreras de Derecho cursadas por ellos serían a base de enchufes puesto que han sido sus propios padres, catedráticos o profesores también por enchufe, los que les han ido aprobando todas las asignaturas; 2ª) que a pesar de la chapuza legal que tal gentuza habrá montado, mis recursos serán desestimados todos sin ninguna duda porque ellos tienen la sartén de la fuerza coactiva de la Administración del Estado por el mango y el mango también.
Y las cosas están sucediendo tal como yo pensaba: esta gentuza absolutamente ignorante le está aplicando al contrato convenido entre el Ayuntamiento y yo, expresamente excluido por Ley de la regulación administrativa, este tipo de regulación de tal manera que no hace sino aplicarme la más dura de las Leyes del Talíón, está aplicando al caso la legislación administrativa cuando tenía que utilizar la civil, con el resultado de estar perpetrando el más perfecto de todos los abusos de Derecho imaginables y lo hace plenamente convencida de que va a gozar de la más completa impunidad, en la fase estrictamente administrativa, en la que ahora estamos, porque la asquerosa administración es juez y parte al propio tiempo, de manera que ni siquiera admite la posibilidad de admitir sus canallesca conducta, y, luego, cuando iniciemos el contencioso administrativo, proceso en el que el enjuiciamiento de la cuestión está atribuido a un juez profesional, teóricamente independiente, todavía será peor, porque esta especie de teocrático jerarca será aún más duro conmigo y me condenará incluso a pagar las costas sólo por haberme atrevido a molestarle en su augusta placidez llevándole un pleito a resolver que le saque de su letargo.
De modo que éste es, mis queridos amigos, el Estado de Derecho, social y democrático que dice nuestra Constitución que tenemos y que fue diseñada por Fraga “and company” a fin de que dispusiéramos para siempre de esa paz franquista que su creador consagró para siempre diciendo aquella de que lo había dejado todo atado y bien atado ya que había dejado la función de aplicar las leyes a sus propias criaturas por lo que bien se podía permitir el lujo de seguir la prescripción del más canallesco de todos los canallas, el jodido tipo de Lampedusa que dijo aquella otra canallada sublime: es preciso que todo cambie para que todo siga igual.
Maldita sea toda esta canallesca ralea de los más perfectos hijos de puta.