En la edición digital de El Cultural aparece hoy un amplio reportaje sobre Tomas Tranströmer, en el que participamos algunos poetas de distintas generaciones. Quizá porque yo respondí con las prisas y la interferencia de un autobús y un teléfono móvil, me da la impresión de que lo transcrito se aleja un poco de lo dicho o de lo intentado. Algo más preciso o más cercano a mi imagen agradecida de Tranströmer sería esto:
Tiene una cualidad como poeta que continúa el sentido clásico, latino, del poeta, por la función cívica de su obra. No sólo en el contexto social, sino también natural: la naturaleza no es decorativa en su poesía, sino parte de su posición como ciudadano. Es un poeta de lenguaje cercano pero muy sugestivo, nunca lo aplana y le permite abrirse a la vez que se acerca a la oralidad. Es un autor moral, pero no moralista. Para mí su poema más representativo sería Bálticos, de principios de los 70, donde aparecen las claves constantes de toda su obra: el espacio, el paisaje, la memoria y la responsabilidad, entrelazados.