Revista Cultura y Ocio

La tejedora de sueños

Publicado el 26 mayo 2020 por Rubencastillo
La tejedora de sueños
La versión oficial (es un decir) nos indica que Penélope, reina de Ítaca, esperó con fidelidad y paciencia encomiables a su marido, el rey Odiseo, que fue reclutado para combatir en el asedio de Troya. Durante los diez años que duró aquel grave incidente bélico-amoroso se dedicó a cuidar a su hijo Telémaco, que crecía y se iba convirtiendo en un espigado jovenzuelo. Más tarde, por los conflictos de su esposo con ciertas divinidades quisquillosas, la espera se prolongó durante otros diez años. Pero no importó. Penélope fue acumulando canas, en medio de una infinita esperanza, aguardando siempre el retorno del héroe. Y cuando los voraces pretendientes invadieron su palacio y le exigieron que tomase a uno de ellos como esposo, comenzó a tejer un sudario, que destejía por las noches para que la tarea no se acabase tan pronto: demoraba así la elección de uno de ellos para que se sentara en el trono de la isla.Pero de pronto, en 1950, un dramaturgo de Guadalajara decide reflexionar sobre la conocida historia homérica e introduce grietas en su argumento. Quizá la reina no fue tan firme como el autor griego pregonaba; quizá se enamoró de uno de los pretendientes; quizá sentía un profundo rencor por la voluble Helena (a la que no duda en calificar de “mujerzuela”), causante directa de los combates que tantas viudas y huérfanos han generado; quizá el retorno posible de su marido suponía una mezcla de decepción y amenaza… ¿Qué cosas le reprocharía una mujer de carne y hueso a su compañero, si volviese veinte años después, disfrazado y con toda la juventud perdida? ¿Qué dolores, qué amarguras, qué llorosos lamentos saldrían por su boca, mientras lo miraba a los ojos? Una Penélope humana, que Antonio Buero Vallejo dibuja con trazo delicadísimo y convincente, nos coloca ante una gran pregunta: ¿qué sentiríamos ante la persona que, habiendo sido la elegida de nuestro corazón para compartir la vida, retorna al cabo de las décadas, ajada, ruin y exigente? El maestro alcarreño demuestra, una vez más, que la historia del teatro español del siglo XX gira alrededor de media docena de autores; y él es uno de ellos.

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