Un año más nos encontramos a mediados de septiembre a paso cruzado con a la rutina diaria. Y por si esto fuera poco empiezan a rotarnos nuestros horarios y costumbres: el clima, las horas de Sol y las horas de sueño se van cambiando, los días parecen más largos y tediosos, y en poco tiempo vemos asomar la nueva estación otoñal, y sin saber cómo ha pasado el tiempo tan rápido, nos damos de bruces con la monótona realidad.
Una realidad que tras finalizar nuestras vacaciones de verano nos sumerge en un síndrome postvacacional y de auto-lamentaciones, donde pasamos de estar con una tranquilidad y relajación que roza el aburrimiento más pasmoso, a estar pendientes de ese despertador maligno que nos acecha entre semana, y que a su vez nos da la bienvenida de un nuevo día que comienza y transcurre en actividades sociales y laborales.
Una vuelta “al cole” particular de cada individuo, ya seamos niños, jóvenes y no tan jóvenes, donde uno se pierde en añoranzas y alegrías pasadas, para de nuevo retomar la actividad real, intentando no olvidar lo que sucedió hace unas horas, cuando se encontraba en la playa o en lo más recóndito del monte.
Volver a las rutinas en el trabajo, requiere de un periodo de adaptación, más para el adulto que para el niño. Hacer la compra, comer en casa o comer fuera de ella es empezar “un nuevo curso”, un cambio de rutinas y otra manera de trabajar el tiempo que vivimos.
Para la mayoría de padres y madres que no pueden conciliar su vida familiar con la laboral como tristemente ocurre en nuestra sociedad actual, la vuelta al cole se complica aún más. Ya no es sólo su incorporación a sus quehaceres sociales, laborales y personales, sino que tienen que organizarse para atender la escolaridad de los más pequeños de la casa.
Todo esto no sucedería si no tuviéramos la imperiosa necesidad de trabajar por un salario ya no digo digno, sino más bien decente, que permita afrontar el pago de los libros para el colegio o instituto, más los libros para las academias de idiomas, el material escolar, los uniformes obligatorios, chándales con escudo del colegio, el pago del Ampa, pago de matrículas, pago de actividades deportivas y extraescolares, etc., así como conseguir ese ansiado tiempo para ir a recogerlos y atenderlos durante sus deberes.
Hay cierta estadística reciente que informa que en los últimos diez años los gastos por la vuelta al cole han supuesto para las familias españolas una subida de un 20%, frente a una reducción salarial de un 8% anual de media por familia.
Pero… ¿y si la Vuelta al Cole no fuera tan traumática?
Podríamos darle un toque personal, artístico… y no hablo sólo de descorchar el “benjamín” de cava cuando los dejamos en la puerta en su primer día de colegio. Hablo de cómo podemos enfocar nuestro día a día tras el retorno de las vacaciones, y no caer en la queja fácil, sino ser responsables y enfrentarnos con optimismo a nuestro día a día [sobre todo si es con niños y adolescentes]:
- Mentalidad responsable: Se terminó el tiempo de ocio y diversión, y toca ya preparar un año cargado de expectativas para nuestros hijos, que es en lo que hay que pensar, en su futuro.
- Prepara lo necesario para la vuelta: Tirar lo que no sirve y reutilizar el material del año anterior para este curso, eso hará que ahorres unos eurillos en la compra de materiales.
- La Vuelta al Trabajo debe ser un motivo de alegría: Somos el ejemplo a seguir para nuestros hijos, por lo que no deben vernos con síntomas de apatía ni decaimiento cuando vamos a trabajar. Si nos mantenemos alegres y optimistas, y vemos una oportunidad donde otros ven un problema, ellos poco a poco, también se contagiarán de esa manera de ser, y su futuro no será acabar como buzo [aquél o aquella que se ahoga en un vaso de agua].
- Adaptación al Cambio: los cambios bruscos nos desestabilizan, es mejor hacerlos poco a poco y progresivamente para que nos cueste menos. Cambiar los hábitos de horarios, de alimentación, de juego y cómo no, de irse a dormir, hará más fácil el nuevo curso que comienza.
Concluyendo, la vuelta al cole es dura en sus comienzos, interminable en su durante, pero siempre nos queda la ilusión de que tras el final de curso y si han hecho las cosas como debieran, volveremos de nuevo a disfrutar de unas merecidas vacaciones, y a ser posible, con nuestros hijos.